Capítulo 2: Juegos en el bosque

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La sensación de vacío causada por la partida de una persona es la peor que puede existir. Lo he experimentado una sola vez en mi vida y fue con mi madre, al ser desplazada a un segundo plano debido a su amor hacia los hombres y las drogas.

Yo era muy pequeña cuando ella decidió abandonarme. El último recuerdo suyo que poseo fue el de aquella tarde.

Mamá se estacionó frente a la casa de Jhones Fletcher: me dejó allí, se marchó y nunca volvió.

Sin embargo, me adapté rápido a mi nueva realidad. Mi padre nunca había vivido con nosotras, pero solía visitarme con bastante regularidad, a pesar de que se había casado con otra mujer y tenía una hija adoptiva que era un año mayor que yo. La mayoría de las personas tienden a pensar que ese tipo de familias es disfuncional, no obstante, yo adoraba vivir con Fiorella Price, era una persona muy cariñosa que me trataba como un miembro más de esa casa y no como una invasora, además, desarrollé un lazo muy fuerte con Valquiria, al parecer ella siempre había deseado tener una hermana.

Permanecimos en la ciudad hasta que la madre de Valquiria enfermó de cáncer. Al avanzar su condición nos mudamos al pueblo de Illinois, para que Fiorella estuviera más cerca de su hermana y sus sobrinos.

Un año después, al morir la madre de Valquiria sólo quedamos nosotros tres.

Y cuando perdí a mi madre biológica y a mi madre adoptiva desarrollé la incapacidad de llorar. Literalmente; no he llorado desde que soy una niña.

Siento que ha pasado mucho tiempo, pero aún recuerdo el rostro de pena que tenía mi hermanastra al observar aquel ataúd... Es la misma expresión que estoy viendo en el rostro de la tía Flor, mientras Valquiria le acaricia el cabello.

Todos estamos vestidos de negro ocupando las sillas de la casa de la difunta abuela Fletcher.

Valquiria y yo no le teníamos afecto al tío Edmund, sin embargo, adoramos a la tía Flor, por ser la única hermana de papá. Por ello, estamos aquí, pero he estado evitando acercarme a ella, ya que no tengo idea de cómo consolarla.

- Mi niña Valquiria – Ella abraza a mi hermana llorando desconsoladamente – Él se fue. Me abandonó – Dice entre sollozos.

Escuchar palabras como esas mueve algo extraño en el interior de mi pecho.

Disimuladamente, me escabullo hacia la cocina a preparar café. Si no puedo acompañar a mi tía en su duelo, al menos puedo colaborar con otras cosas, ¿Cierto?

Me dedico a atender a los presentes, llevándoles café y agua. Visualizo a la profesora Fisher entre ellos, y vuelco los ojos al verla charlar con mi padre. De este modo, evito acercarme al ataúd de mi difunto tío hasta que las horas avanzan y las personas comienzan a irse.

Me dispongo a lavar las tazas de café cuando papá se me acerca.

- Sé lo que estás haciendo – Me susurra él colocando sus manos sobre mis hombros – Ve a hablar con tu tía.

- Reprobé el curso de sutileza, ¿Recuerdas? – Sonrío a medias pero él me mira con severidad – Ambos sabemos que Valquiria es la más indicada para estos casos, papá.

- Yuni - Dice mi nombre con lentitud a forma de regaño. Me di la vuelta para mirarlo - No eras apegada a tu tío Edmund, lo entiendo. Pero debes apoyar a tu tía.

Suspiré. Las palabras de papá siempre me pesaban.

- Bien, iré – Dije derrotada – Pero no quiero más sermones ni preguntas incómodas - Le advertí levantando el dedo.

Volví a la sala donde descansaba el ataúd topándome con la imagen de mi tía Flor. Ella observaba el altar que hizo Valquiria con la foto del tío Edmund, su mirada estaba perdida, así que me senté a su lado.

¿Por Qué Siempre Él?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora