37. El equipo

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Nash corrió con todas sus fuerzas por el borde del aquel puente de madera y saltó para llegar a la barra metálica que tenía por delante y todo eso con un demonio corriendo detrás de él dispuesto a darle una paliza

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Nash corrió con todas sus fuerzas por el borde del aquel puente de madera y saltó para llegar a la barra metálica que tenía por delante y todo eso con un demonio corriendo detrás de él dispuesto a darle una paliza. Soltó un gruñido cuando sus músculos protestaron por el esfuerzo. Su camiseta estaba empapada y un poco rasgada en la espalda en dónde garras habían intentado herirlo. Joder.  Sus ojos estaban fijos en el siguiente puente, solo debía balancearse un poco y…

Otro cuerpo impactó contra el suyo haciéndolo perder el agarre y al final, ambos cuerpos terminaron cayendo al suelo entre maldiciones. Nash por supuesto recibió la mayor parte del impacto, al caer sobre su costado. Ugh, probablemente se había dislocado el hombro.

—Hijo de puta— gruñó el chico lanzándole una mirada resentida al demonio que se paró a su lado como si nada, sacudiendo la tierra de su pantalón. Llevaba el cabello suelto y alborotado, le llegaba casi a la barbilla y era ahora de un color morado pálido, que le daba solo un toque más de suavidad a sus facciones—. Lo hiciste a propósito.

—¿Crees que en un enfrentamiento real con cualquier otro demonio va a pararse y esperar que te pongas a salvo, humano?

—Por supuesto que no, pero ahora quiero partirte la cara y excorcizar tu jodido trasero de vuelta al infierno— se sentó con un gruñido cuando el dolor estalló en su hombro izquierdo. Seh, totalmente dislocado. Apretó los dientes y respiró por la nariz—. Mejor ayúdame a regresarlo a su lugar.

—Con gusto.

Daen sonrió como el maldito y sádico bastardo que era, se cirnió sobre Nash colocando las manos sobre su hombro y sin previo aviso empujó el hueso de vuelta a su lugar. El chasquido seco fue acompañado de otra oleada de dolor que le robó un grito ahogado. Hijo de la grandísima puta, había olvidado cuánto dolía eso. Tuvo que tomar varias respiraciones profundas antes de que los puntos negros en su visión se disiparan los suficiente. Había un latido sordo y doloroso en su hombro.

—Necesito análgesicos— murmuró entre dientes mientras Daen lo ponía de pie—. Ahora aléjate de mi, ve a hacer mierda a alguien más.

—Por supuesto que lo haré— Daen se rio antes de desaparecer envuelto en humo y sombras. Poco después reapareció al otro lado del terreno, en dónde Brogan y Sav estaban teniendo un enfrentamiento uno contra uno. Daen no dudó en atacar a la rubia tomándolo por sorpresa, consiguiendo que terminara de bruces en el suelo. Aunque sospechaba que más que ayudarla a entrenar, esa había sido una pequeña venganza porque un rato antes cuando Brogan y Daen habían llegado, Savannah no dudó en darle una larga mirada aprecitiva al ex militar. Eso por supuesto no fue bien recibido.

Quién iba a decir que Daen era una pequeña perra posesiva. Nash sacudió la cabeza antes de arrastrar los pies hasta un costado de la bodega que usaban como centro de entrenamiento. Ahí había una pestaña que proveía sombra. Recostó la espalda contra un costado de la edificación y resbaló hasta quedar sentado, acunando su brazo adolorido. 

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora