Capítulo 8

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Las tres mikos.

El frío en su cuerpo disminuyó cuando una sábana arropó su desnudez, no tenía idea de cuanto había llorado, pero no se había movido, sus piernas y brazos estaban adormecidos, no podía ponerse en pie aunque quisiera—

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El frío en su cuerpo disminuyó cuando una sábana arropó su desnudez, no tenía idea de cuanto había llorado, pero no se había movido, sus piernas y brazos estaban adormecidos, no podía ponerse en pie aunque quisiera—. Pequeña— escucho la voz quebrada llamándola, fue abrazada con fuerza, ese gesto le pareció más cálido que la sábana que la cubría.

Jukio se aguantó el nudo en la garganta, podía oler todo lo que había pasado en ese pequeñito cuerpo, la abrazo y ella se acomodó en sus brazos, escondiéndose, miró a Sesshomaru con odio, este sólo le dedico una mirada fría que le revolvió el estómago.

—. Debemos irnos— dijo el peliplata sin esperar respuesta alguna, se dio la vuelta, ignorandolos a ambos, miró a la niña, su piel estaba demasiado pálida, sus labios eran azules en lugar de rosados, y sus mejillas estaban marcadas por las garras de Sesshomaru, también, su pureza ya no estaba, en su lugar, había un olor a sangre mezclada con miedo.

—. No puedo llevarla a tu fortaleza—habló con tono firme y claro, el peliplata detuvo sus pasos, pero no se giro a verle—, no sobrevivirá— mintió, mintió descaradamente, Aome podía llegar a la fortaleza, y recuperarse, pero no quería regresarla a ese lugar, porque tarde o temprano, moriría.

—. Iremos a la fortaleza—ordenó con voz de hielo, pero aquello no le causó nada al doctor, que sólo se determinó con más fuerza a sacar a la niña de ese horrible lugar.

—. Morirá antes de que lleguemos—dijo con convicción—, por aquí hay unas mikos, ellas la sanará mejor que yo, ellas salvaron al emperador—procuró mantener un tono convincente—, el daño que sufrió, no lo puedo sanar, esta tan rota, y yo se tan poco de los humanos que... —se obligó a usar un tono de vergüenza, apenas y podía hablar, una avalancha de sentimientos le invadían, estaba enojado, angustiado, pero sobretodo, estaba con un profundo dolor.

—. Tienes tres días—fue todo lo que dijo antes de dejarlos ahí. Jukio soltó un suspiro cansado, había sentido tanto miedo, que agradeció que Sesshomaru no girara a verlo, porque habría notado el olor de su angustia de inmediato.

Acomodó lo mejor que pudo al pequeño cuerpo en sus brazos, ella dormía profundamente, como si se estuviera entregando a los brazos de la muerte, intento hubicarse, la casa de las tres mikos estaba cerca, dio un salto que lo hizo tener la altura suficiente para desplegar sus alas y volar, el aire del amanecer, era fresco, había un aroma a humedad que se juntaba con el de los árboles, su mirada se deslizó hacia la azabache en sus brazos, ella temblaba con fuerza, pero sus labios ya no se veían tan azules, la salvaría, él la sacaría de ese lugar.

Entre la espesura de los árboles, miró la cabaña, resaltando entre la vegetación, las tres mikos que vivían ahí estaban bajo la protección del emperador, ellas tenían un conocimiento muy basto de medicina, y los médicos eran apreciados, no importaba su raza, sexo o edad, si tenías el conocimiento suficiente de medicina, contabas con la protección del emperador, eras intocable.

Demonio (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora