Moxie

6.4K 508 15
                                    

Kiara recibió la inyección anticonceptiva y le tomaron muestras de sangre.

Se fue a casa con Sona en su cartera y fue de compras a un supermercado cercano con el aparatito sexual con ella. Solo eso, la hizo sentir un poquito más poderosa.

Ya en casa y totalmente sola, decidió que le daría una oportunidad al aparato.

Subió a su cuarto, cerró la puerta con seguridad y también las cortinas. Se lavó las manos y se quitó los pantalones con desconfianza.

Se quedó solo en ropa interior y tras desempaquetar a Sona, lo admiró por breves segundos. Se bajó las bragas hasta los muslos y con la punta de los dedos buscó su clítoris.

Con el pulso tembloroso encendió el masajeador y con total seguridad lo acercó a la zona que Loretta le había indicado antes. Lo dejó allí por algunos segundos, pero no sintió nada y se evidenció frustrada al ver que el masajeador no surgía efecto en ella.

Estaba dañada.

Defraudada, se sentó en la cama para llorar, pero su teléfono timbró y tuvo que correr a contestarlo.

Era él.

—Hola —gimió alterada y regresó a su habitación con el mismo trote apurado.

—¿Por qué estás jadeando? —preguntó él con esa voz seductora.

—Tu llamada me asustó —reveló—. Estaba en mi pieza intentando usar Sona y tuve que salir corriendo para recibir tu llamada —habló rápido y con confianza.

—Alto ahí —gruñó ansioso—. ¿Estás usando a Sona?

Kiara jadeó y se recostó en la cama cuando se sintió segura en su dormitorio.

—Sí, la sexóloga me dio uno. —Se quitó las bragas cuando las descubrió húmedas y las lanzó en el cesto de ropa sucia con el ceño arrugado—. Pero no funciona conmigo, no siento nada —confesó entristecida.

Nikolay la sintió frustrada a través de la línea.

—¿Y qué pasa si viajo y te ayudo a usarlo? —preguntó desafiante.

La joven balbuceó múltiples incoherencias por la línea, atrapada entre dos mundos. Por un lado, quería tenerlo allí para que intentara llevarla al infierno, pero, por otro lado, tenía miedo de quemarse tan pronto.

—No... no, eso es descabellado —gimió nerviosa y con la cara roja.

Sus gemidos solo empeoraban la cosa para él y también se la ponían más dura. Nikolay tomó un respiro para continuar. No quería parecer invasivo o desesperado.

—¿Qué piensas de la recomendación de Loretta? —preguntó para tranquilizarla—. ¿Te incomodaría tener tu primera vez con tu ciclo menstrual?

—Me parece un poco grotesco —contestó ella.

—Sinceramente, a mí me encantaría —reveló él y el corazón de la joven dio bruscos tumbos dentro de su pecho.

—¿No te da asco? —preguntó tímida.

—¿Asco? —investigó él, riéndose masculino. Kiara se desarmó sobre la cama y cerró los ojos para perderse en los sensuales fonemas de su risa y voz—. Siento de todo menos asco, Kiara. Y muero por verte —reconoció.

La aludida abrió los ojos de golpe y se paralizó después de su confesión, esa que la descongeló un poco más.

Ella respiró entrecortado y recordó el contrato. La sinceridad.

—Y si viajas... ¿Cuánto tiempo podrías quedarte? —preguntó, intentando tenerlo cerca sin verse demasiado desesperada.

Nikolay se levantó por la ilusión que ella le estaba causando.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora