Capítulo 18

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Yo: ¿Estás bien?

Claudia: Metete en tus asuntos.

Yo: ¿Qué te pasa? - recordé que a veces Culebra la trataba de manera insignificante - No estarás así por mi hermano, ¿verdad?

Claudia: Es que no sé porque me trata así - me senté a su lado - Primero me besa, pasa de mí. Luego se presenta en mi casa por sorpresa, pero vuelve a pasar de mí. No sabes con el desprecio que me ha hablado antes en el pasillo. ¡Como le digas que me has visto así por él, te mato!

Yo: Bueno yo, Claudia es que no lo entiendo. Yo creo que puedes tener al chico que quieras. Y si crees que te trata tan mal, ¿por qué te empeñas en salir con él?

Claudia: Porque él es distinto a los demás. Y porque, yo soy distinta cuando estoy con él.

Yo: Ya, distinta ¿no? - sonreí un poco.


No es que estuviera contenta por que Claudia esté llorando, sino porque entendía perfectamente esa sensación, porque era la misma que yo tenía con Culebra.


Claudia: Si mejor, es como, si sacara lo mejor de mí. ¿Crees que puede pasar eso? ¿Crees que hay gente que te hace ser mejor persona?


Yo asentí.


Claudia: ¿Tú la conoces?

Yo: ¿A quién? - pregunté confusa por el cambio de tema repentino.

Claudia: A la idiota esa, me dijo que estaba pillado por una tía que no conseguía olvidar. Pero que lo suyo era imposible.


No pude evitar sonreír. ¿Y sí esa era yo? Porque otra no creo que fuese, si solo ligaba conmigo y con Claudia. Y ni siquiera sabía que ligaba conmigo. Ha día de hoy me sigo lamentando el haber sido tan ingenua.


Claudia: Yo creo que ella no le quiere. ¿De verdad que no la conoces?

Yo: No, no.

Claudia: Pues que pena, porque me hubiera gustado que le dijeras cuatro cosas de mi parte.

Yo: Cuatro cosas, ¿de qué?

Claudia: Que él vale la pena, que se merece que le quieran. Él no me lo ha dicho, pero lo sé. Sé que no lo ha pasado bien en el pasado. Y le diría que, que lo dejara en paz. Que si le gusta otro, o por lo que sea no quiere estar con él, jolín que le deje ser feliz, ¿no?


Esas palabras me partieron el alma, pero tenía razón. Primero hablaría con Sandra, para pedirle opinión y luego hablaré con Culebra. Después de todo, por muy mal que me cayera Claudia, supongo que se merecía estar con la persona que le gustaba, en paz.


Yo: Bueno, vamos a clase. Hablaré con él, y no te preocupes, que no le digo nada de esta conversación.


Ella se quedó callada mirándome, supongo que porque no se esperaba mi reacción, o no sé. Al final, volvimos a clase. Las clases pasaron como siempre, muy aburridas, pero yo no pensaba en ellas, yo solo pensaba en que debía hacer. Si dejar que ellos fueran felices, aunque yo no, o intentar hacer algo para que yo si fuera feliz, o... No sé, no sé que hacer.


Sandra: Ey - susurró, yo la miré - ¿Estás bien?

Yo: No. Realmente no.

Sandra: ¿Quieres que salgamos?

Yo: Si, por favor. No puedo más.


Sandra levantó la mano, llamando la atención del maestro.


Maestro: ¿Sí, Sandra?

Sandra: ¿Podemos salir un momento al baño? Mi hermana no se encuentra bien, para que tome un poco de aire.


Yo no sé que cara debía de tener, pero el maestro al verme la cara aceptó el dejarnos salir. Salimos de la clase, y volvimos a casa nosotras dos, por el camino se lo conté todo.


Yo: Sandra, es qué no sé que hacer. Que a Claudia le gusta de verdad Culebra, y Culebra también está por ella.

Sandra: Pero ¿cómo va a estar por ella? Si se nota que está loco por ti.

Yo: No, Sandra, no. Nosotros no podemos estar juntos, se supone que somos hermanos, y ellos dos se quieren. Y yo no puedo estar ahí, impidiéndolo.

Sandra: La que sufres eres tú.

Yo: Lo sé, pero es que yo quiero verlo feliz.

Sandra: Eres demasiado buena, ¿lo sabías?


Yo me encogí de hombros. Al final llegamos a casa, y cómo no tenía hambre subí a mi habitación y me senté en la cama, y me encogí de rodillas y las rodeé con mis brazos. Así estuve hasta que llegaron Culebra y Alex, dejaron las mochilas, el primero se fue y el segundo se sentó a mi lado.


Alex: ¿Qué te pasa?

Yo: No, nada.

Alex: No nada, no. Que ni siquiera vas a comer.

Yo: ¿Cómo sabes...? - me interrumpió.

Alex: Eres mi hermana, te conozco a la perfección. ¿Tiene que ver con Culebra, y lo que ha pasado estos días?

Yo: Sí y no. Es complicado. Voy a dejar que Culebra esté con Claudia. Bueno, no voy a dejar porque yo no pinto nada, pero voy a hablar con él, para que la elija a ella y ya está.

Alex: ¿Pero por qué? Si te gusta a ti.

Yo: Ya, pero, ellos si pueden estar juntos, y ahora que no controlo absolutamente nada, no puedo tocar a nadie.

Alex: ¿Has dejado de controlar?

Yo: Sí, desde que sé que me gusta.

Alex: Bueno, tranquila, que pronto volverás a controlar.

Yo: Venga anda, vete a comer.


Él me dio un abrazo y se fue. Me llevé toda la tarde allí, en esa posición, pensando. Por la noche, Culebra salió del baño, supongo que acababa de ducharse, ya que tenía el pelo mojado. Entró en la habitación sin mirarme y se dirigió a su armario. No se lo que iba a hacer, pero era la hora.


Yo: ¿Tienes un momento?

Culebra: ¿Qué quieres? - dijo serio.

Yo: He estado hablando con Claudia.

Culebra: ¿Y?

Yo: Bueno, pues que creo que le gustas de verdad. Y ella, bueno, ella no es como nosotros. Ella puede tocar a la gente, besar.


Se quedó callado.


Yo: ¿Por qué estás tan raro? Culebra, aunque no me lo cuentes, aunque no se lo cuentes a nadie, ¿qué te pasa?

Culebra: Un mal día. Solo es eso.

Yo: ¿Un mal día y por eso te pones así? Venga ya. Culebra, te he visto aparecer y desaparecer sin poder evitarlo. Es como si de repente no lo controlaras. Como si, te hubieras convertido en mí - dije agachando la cabeza.


Él no me miraba, se sentó a mi lado en la cama, con la cabeza mirando al suelo.


Culebra: Me pasa cuando, cuando me pongo triste.

Yo: Bueno, ¿y por qué estás hoy tan triste?

Culebra: Cosas mías.

Yo: ¿Es por lo de ayer? ¿Lo del accidente? Te quedaste como bloqueado. Culebra cuéntamelo. No sé, a lo mejor te sienta bien. Como a mí. ¿Por qué eres tan cerrado? Que parece que no necesitas ayuda de nadie.

Culebra: Porque nadie puede ayudarme. Lo que pasó, pasó, y ya no se puede volver atrás.

Yo: Pero ¿qué pasó?


Él empiezó a contarme que su hermano murió, que su padre les pegaba de pequeños y una de las veces se enteró de que podía hacerse invisible, iba a pegarle pero su hermano se metió en medio, haciendo que en vez de que Culebra recibiese el golpe, lo recibiera su hermano. Que chocó con el pico de una mesa y empezó a desangrarse. Me lo contó intentando no llorar, pero no lo consiguió.


Yo: ¿Murió?


Él asintió. Y yo no podía evitar que las lágrimas salieran de mis ojos.


Yo: Culebra eso es horrible, era tú hermano.

Culebra: Sí, y murió por mi culpa.

Yo: No, no fue por tú culpa, no vuelvas a decir eso - dije abrazándole.


Él me devolvió el abrazo, pero no me miraba a la cara. Yo me separé de él y le quité las lágrimas con los guantes.


Culebra: Da igual, déjalo, déjame solo.


Se levantó de mi cama y se fue al baño otra vez. Sandra apareció por el pasillo y al verme aún con las lágrimas se acercó a mi, abrazándome.


Sandra: ¿Ya se lo has dicho?

Yo: Sí - dije devolviéndole el abrazo.

Sandra: Tranquila, todo va a ir bien.


Escuché la puerta del baño abrirse, pero no quise mirarlo, así que seguí abrazando a Sandra. Al minuto supe que se había ido, así que me separé de Sandra y cogí mi móvil.


Sandra: ¿Qué vas a hacer?

Yo: Llamar a Claudia.


Marqué su número. Y me lo cogió al segundo tono.


Claudia: ¿Sí?

Yo: Hola, Claudia - disimulé el que estaba llorando - Soy T/n.

Claudia: Si, ¿qué pasa?

Yo: No, nada. ¿Podrías venir? Mi hermano necesita un abrazo y suponía que querrías venir a dárselo tú misma.

Claudia: Ahora mismo voy, gracias T/n.


Me quedé callada y colgué. Me asomé a la ventana, y aunque Sandra empezó a negarse, yo la ignoré y seguí mirando por la ventana. Culebra estaba en el patio, pero al escuchar la puerta del patio, se hizo invisible. Claudia entró y avanzó un par de pasos buscando a Culebra con la mirada.


Claudia: Culebra, ¿estás aquí?


Culebra apareció detrás de ella y le dio la mano.


Culebra: Estaba justo detrás de ti.

Claudia: Tú hermana me ha dicho que necesitabas un abrazo.

Culebra: No sé de que me hablas.

Claudia: Yo creo que sí. Feliz San Valentín.


Ambos se abrazaron, yo cerré la ventana y comencé a llorar de nuevo mientras Sandra me abrazaba. Al final ella se sentó en mi cama, con la espalda apoyada en el cabecero, y yo a su lado, abrazada a ella, y mientras lloraba ella me acariciaba la cabeza. Realmente era muy buena amiga y una gran compañía, le debía mucho. Y así me quedé dormida.



***

Había pasado una semana desde el accidente de Don Andrés. Era de noche, me estaba duchando. Llevaba ya toda esa semana sin controlar mis poderes. Sobre todo cuando utilizaba el de Sandra, no sabía ni como hacerlo parar. Simplemente cuando me ponía nerviosa me salía solo. Ahora entendía a Sandra. Bueno, durante toda la semana estuve haciendo lo mismo. Me despertaba, me preparaba, desayunaba, iba a clases, volvíamos a comer, Culebra y yo íbamos a cumplir el castigo, es decir, que solo estábamos allí recogiendo las clases, volvíamos a casa, cenábamos y me acostaba. Todo muy repetitivo. Bueno, con Culebra las cosas no iban demasiado mal. No hablábamos tanto como antes, pero podíamos hablar tranquilamente sin terminar con ganas de lanzarnos cosas a la cabeza, simplemente yo ignoraba el hecho de que siempre estuviera con Claudia a su lado.

Salí de la ducha, me puse una toalla alrededor del cuerpo y me puse frente al espejo. Vi una pastilla de jabón, e intenté cogerla, pero empezó a fundirse. Escuché a Lucía llamarme desde afuera del baño.


Lucía: ¿T/n?

Yo: Lucía, ya salgo.


Lucía abrió la puerta.


Lucía: Es que tengo pis.

Yo: Lucía sal.


Había agua en el suelo y empezaron a salir pequeños rayos en ella.


Lucía: ¿Qué pasa?

Yo: ¡Sal!

Lucía: Pero ¿qué pasa?


Lucía se acercaba cada vez más a mi.


Yo: ¡Lucía! ¡Sal!

Lucía: Pero si sólo quiero hacer pis...


No le dio tiempo a decir otra palabra, cuando con el pie tocó el agua del suelo. Del impulso se cayó para atrás y empezó a chillar.


Yo: ¡LUCÍA!


Jimena vino corriendo y la llevó a la cocina. Me puse corriendo el pijama y bajé también a la cocina. Mario también estaba allí. Y al parecer Sandra también estaba allí, supongo que como acababa de ducharse, todavía estaba despierta. Jimena le estaba poniendo crema a Lucía en el pie, que estaba rojo, pero ella no dejaba de quejarse.


Lucía: Ay. Au. Ay.

Yo: Lo siento muchísimo, por eso me ducho por las noches después de Sandra, para que no pasen estás cosas - Sandra me pasó un brazo por los hombros para animarme un poco.

Lucía: Au.

Jimena: No pasa nada. A sido un accidente.


La luz no paraba de encenderse y apagarse.


Mario: Bueno, no pasa nada, pero la próxima vez echa el pestillito hija, cuando te vayas a duchar.


Tranquilizaron a Lucía y Mario subió. Jimena cogió a Lucía en brazos y se la llevó para arriba, pero ella ni siquiera me miró.


Sandra: Venga, vamos a acostarnos ya.

Yo: Pero ¿lo has visto? Ni siquiera me ha mirado.

Sandra: Seguro que mañana está todo bien con ella.

Yo: ¿Segura?

Sandra: Sí, venga, ya lo verás. Vamos.


Al final subimos y nos acostamos, pero me costó mucho dormirme.



---Al día siguiente---

Como me costó mucho dormirme anoche, esta mañana me desperté la última. No había nadie en la habitación, así que cogí el uniforme para vestirme, y justamente salió Culebra del baño y entró a la habitación.


Culebra: Menudo careto tienes por las mañanas ¿no? - dijo sonriendo para picarme.


No era el momento, así que lo miré seria.


Yo: ¿Tú te has mirado al espejo? - le dije a la defensiva.

Culebra: Joder, es que aquí no se puede dormir con la que montas a las tantas. Ya te vale hija.


Me senté en la cama con el uniforme a mi lado.


Yo: Le he hecho daño a Lucía, ¿lo sabías?

Culebra: Pero ¿está bien? - preguntó preocupado.

Yo: Pues sí, pero no quiere ni acercarse a mí. No me extraña, claro. ¿Quién iba a querer? Hace unos días salvé la vida de una persona con mis propias manos. Y pensaba que ya lo podía controlar. Pero ahora, estoy otra vez como al principio. Joder, nunca voy a poder controlar esto, nunca - dije con la voz rota.


Culebra se sentó a mi lado.


Culebra: Bueno, yo al principio tampoco lo podía controlar.

Yo: ¿Cómo?

Culebra: Como la semana pasada, cuando, bueno, pues eso, que no era capaz de controlarlo. Y luego bueno, no fue tan difícil. Era cuestión de relajarse.

Yo: ¿Relajarse? Sí claro.

Culebra: Pues a mi tampoco se me da tan mal. Mira - dijo cogiendo mi falda del colegio y haciéndola invisible - Y cada vez mejor - dijo haciéndola visible e invisible varias veces mientras sonreía.


Yo sonreí un poco. Me encantaba que intentara animarme. Me vestí y nos fuimos al colegio. El maestro estaba hablando de poesías y eso. Yo me senté al lado de Culebra y estábamos hablando de como controlar.


Yo: Pero ¿cómo es eso de la relajación? Porque no te veo haciendo yoga precisamente.

Culebra: A ver, a mi me servía cerrar los ojos y pensar en cosas que molen.

Yo: ¿Cosas que molen?

Culebra: Yo pensaba en buenos momentos. Recuerdos buenos que hayas tenido, feliz. ¿Te acuerdas de lo que es eso, reina?

Yo: ¿Un momento feliz?

Lorenzo: A ver, los Castillo - el maestro nos miró - ¿se puede saber que es eso que están hablando? Porque está claro que resulta más interesante que la poesía de Bécquer.

Culebra: Precisamente de la poesía hablábamos. Que es muy buena.

Lorenzo: Vaya, me sorprende que la conozca. Teniendo en cuenta la atención que presta en clase. Entonces le gusta ¿no?

Culebra: Vamos, me flipa, deseandito estoy yo de que saque otro libro Bécquer. Me lo pillo fijo.


Todos empezaron a reírse. Alex lo miró de forma significativa y Sandra y yo con un poco de pena.


Lorenzo: Muy bien, pues salga aquí y nos lea un poema suyo.

Culebra: No, no, Don Lorenzo, que ya, que ya me callo. Perdone eh.

Lorenzo: No es una petición. Es una orden. Salga a la pizarra por favor. ¿Qué pasa? ¿Está usted sordo? O ¿es que no se atreve a salir aquí delante de sus compañeros? Tanto comportarse como un gallito y al final resulta ser un cobarde. Tranquilo hombre, es solo una poesía, no le va a morder - al ver que Culebra no decía nada, volvió a hablar - ¿Qué pasa? ¿Qué aparte de sordo también es mudo?

Culebra: Pues sí, sordo y mudo, pero no manco - dijo sacándole el dedo corazón.

Lorenzo: Fuera de la clase ahora mismo.


Él se levantó de la silla y supongo que fue al despacho del director. Pasaron las clases y la última que tuvimos fue gimnasia, así que fuimos al vestuario a ducharnos. Yo no me duchaba, ni Sandra tampoco. No queríamos hacerle daño a nadie. Al principio no me duchaba para que ella no se quedara sola sin ducharse, pero ahora como no controlaba no quería chamuscar a nadie. Nos estábamos vistiendo cuando se acercaron Claudia y sus amigas.


Amiga 1: ¿Qué pasa? ¿Hoy tampoco os ducháis?

Yo: No, es que nos fiamos de esos sitios.

Sandra: Por los hongos y esas cosas.

Amiga 2: Oye, pero que no lo hagáis por vosotras eh, hacedlo por vuestras compañeras.

Sandra: Tranquila que no nos vamos a sentar contigo.


Las tres se acercaron y cogieron a Sandra por los brazos la querían meter en la ducha. Ella no les dio porque tenía la camisa puesta. Yo las empujé a todas.


Yo: Como alguna de vosotras vuelva a ponerle una mano encima se la corto, y como no dejéis de meteros con ella me vais a ver enfadada.

Claudia: ¿Qué nos vas a hacer? ¿Nos vas a pegar?


Me iba a lanzar encima de Claudia, pero Sandra me cogió del brazo. Ella se fueron a vestirse.


Yo: Anda, vístete rápido que soy capaz de matar a alguna.


Salimos y de camino al patio estábamos hablando.


Yo: ¿Por qué no les has dado lo que querían? Haberles electrocutado o quemado el pelo, eso si que les dolería - dije y ambas nos reímos.


Llegamos al patio y nos sentamos en un banco. Estábamos un poco en las nubes por lo del baño. Hasta que me di cuenta de que Culebra se había acercado a nosotras.


Culebra: Y ahora, ¿qué os ha pasado? - dijo al vernos las caras.


No nos dio tiempo a responderle cuando Claudia apareció.


Claudia: Eso que has hecho hoy ha sido... Vamos, nunca he visto que alguien le hiciera algo tan fuerte a un profesor.

Culebra: Bueno, en algo tenía que destacar ¿no?

Claudia: Pues me has puesto a cien. Ya era hora de que alguien le plantara cara a ese capullo. Eres mi héroe Culebra. A ver, que tampoco ha sido para tanto, que le den. Bueno, os dejo, que por ahí vienen vuestros padres.


Jimena y Mario se acercaron a nosotros. Concretamente a Culebra, que no apartaban la vista de él.


Culebra: Menudos caretos, ¿quién se ha muerto?

Jimena: Nadie - se notaba que estaba muy enfadada - Todavía. ¿Qué tal con tu profesor de literatura?

Culebra: No ha sido para tanto Jimena.

Jimena: ¿No ha sido para tanto?

Mario: Oye, ¿hablamos mejor en casa?

Jimena: Has insultado a un profesor Culebra - dijo ignorando a Mario.

Culebra: A empezado él. En mi barrio si das, tienes que aprender a recibir. Lo que pasa es que aquí la gente mea colonia y tiene la piel muy fina.

Jimena: Lo que pasa es que aquí la gente es civilizada y no se comporta como si viniera de la selva. Lo único que te pedimos es que fueras discreto y que no llamaras la atención. Ahora por culpa de tus numeritos están a punto de expedientarte, ¿tú tienes idea de lo que significa para todos nosotros? ¿Lo sabes?

Culebra: Yo creo que sí, con todos las veces que me lo habéis repetido.

Jimena: Y te lo voy a repetir las veces que haga falta hasta que lo entiendas. Si ese expediente llega al consejo de educación se van a dar cuenta de que Poli Castillo no existe, esa será la primera pieza del dominó que caiga, después caerán las demás. ¿Qué pasa? ¿Qué quieres volver a la calle? ¿Es eso?

Culebra: Pues no me lo preguntes dos veces.

Jimena: ¿Tú que te crees? ¿Qué eres el único que quiere volver? Yo también tenía una vida antes. Dormía en mi cama, tenía un trabajo que me gustaba, acostaba a mi hija en su cama todas las noches. Pero eso se acabó. Estás apunto de echarlo todo a perder. Así que la próxima vez que un adulto te diga que hagas algo dices sí señor, agachas la cabeza y te tragas tus insolencias ¿Entendido?


Él no respondió.


Jimena: ¿¡Entendido!? - repitió más alterada.

Culebra: Si señor - dijo enfadado.




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3352 palabras.

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16/12/2022

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora