CAPÍTULO NUEVE

200 23 42
                                    


CAPÍTULO NUEVE

Stracy

—¿Tienes la menstruación, amor?

La voz de Jacob hace que levante la vista del pequeño cuaderno en donde estaba haciendo círculos con demasiada fuerza.

Finjo una sonrisa, que quizás es muy expresiva, que quizás puede entrar en la expresión de «sonríe de oreja a oreja» que a Rhaenyra Fischer tanto le gusta usar en sus libros, pero es que no puedo controlarlo, al igual que el mal humor y el pensamiento constante que abarca mi cabeza de que no fue una buena idea invitar a Jacob a pasar la tarde en casa, pero lo hice.

Lo hice y ahora debo lidiar con esto.

—No, no tengo la menstruación amor, me llega a finales de mes según My Calendar.

—Ah, es que pensé que la tenías.

—¿Por qué?

—Estás insoportable y... rara. — hace una mueca y añade con determinación: — Muy rara.

—No estoy rara, Jacob. — digo, entornando los ojos hacia él.

—Sí, sí lo estás. Ni siquiera me has dado un beso y te pusiste a casi asesinar a ese pobre cuaderno en lugar de ver el programa que tanto nos gusta. — hace una mueca mirándome y toma el control remoto y detiene el capítulo de Supervivencia al Desnudo que estábamos viendo, supuestamente. — No sé qué te pasa, pero tengo un par de ideas: ¿Rhaenyra Fischer no ha actualizado? Eso te cabrea mucho, pero también puede ser que tu personaje no favorito haya conseguido un encuentro con un personaje que amas, ya sabes, el otro interés amoroso que tiene la protagonista que no te gusta, pero que está ahí para hacer que el drama exista.

»¿Quieres hablar sobre ello? Estoy para escucharte siempre, así sea sobre tu frustración sobre libros y cosas que pasan en ellos.

Me quedo mirándolo y de pronto se me instala un dolorcito en el pecho. Me muerdo el labio y meneo la cabeza, no solo para negar sus palabras, sino para negar la idea de que ya me siento demasiado abrumada cerca de él, algo que nunca me había pasado en tres años largos de relación y más de amistad.

No puedo permitirme sentir así, no puedo dejar que mis pensamientos arruinen una de las mejores cosas que me han pasado en la vida y debo dejar de pensar en él.

¿Tal vez esa es la razón por la que estoy así? ¿Él? ¿Tal vez es por el hecho de que no puedo evitar imaginarme a Ágata besarlo o las manos de él sobre Ágata? Recuerdo su rostro contraído mientras tenía sus ojos sobre mí y la sonrisa de mi amiga acercándose a nosotros y diciendo que si está listo para salir con ella.

Cita, cita, cita de él y Ágata.

¿Qué ha estado pasando entre ellos? ¿De qué me he perdido? ¿Ya están juntos? No entiendo por qué siento ganas de vomitar cuando lo imagino y aprieto mis puños, meneando la cabeza otra vez, concentrándome en mi novio.

Es en él en quien debería estar pensando. Es él quien tendría que ser el dueño de cada uno de mis pensamientos, no Maximiliano ni la imagen de él y Ágata dándose afecto de una manera asquerosa que me retuerce las tripas.

Suspiro de manera teatral y me remuevo sobre el sofá. No hay nadie en casa, nana se fue a la suya porque no le gusta quedarse a dormir aquí y...

«¿Por qué no?». Miro a mi novio y me muerdo el labio inferior.

Tal vez hacerlo en el sofá, en plena sala de mi casa, no estaría mal y hace tiempo que no he tenido sexo y tal vez hacerlo silencie todos mis pensamientos absurdos sobre Maximiliano y Ágata.

Si tan solo no fueras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora