CAPÍTULO DIEZ

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CAPÍTULO DIEZ

Maximiliano

Ágata era incluso más bonita de lo que se veía en su exterior y no tardé mucho en descubrir que podía hacerme reír sin la necesidad de que lo pensara tanto, que era muy ruidosa y espontánea y que eso me gustaba de ella.

No, no voy a decir que me enamoré en cuestión de horas, pero sí sentí que hice una amiga y se sintió bien, porque ella no me estaba pagando para hacerlo, porque no sentía asco cuando la miraba a los ojos y porque se sentía bien sentir que tenía una amiga real.

Nunca me permitía pensar en eso, en los sacrificios que tuve que hacer por mi familia y las situaciones horribles a las que me sometí, pero últimamente no podía evitar comparar las cosas que estaba viviendo ahora y las que viví en el pasado y...

Era arrollador, inclusive tanto que aunque no lo demostrara ni pensara demasiado, había muchos momentos en donde me sentía ahogado y solamente quería dejar de pensar en eso que tanto me atormentaba, pero era imposible.

Era imposible huir de los pensamientos que me consumían y era imposible no sonreír si estabas cerca de Ágata Huérfano.

Una sonrisa ancha se adueñó de mi rostro y la miré girarse su rostro mientras apagaba el motor del auto.

—¿Entonces qué dices?

—No sé si sea una buena idea, Ágata...—

—¿Por qué no? A mí me parece fantástica, Maximiliano, solamente debes aceptarlo.

—Debo consultárselo a mi hermano. — digo y ella asiente sin dejar de sonreír.

—Al menos no es un «no» rotundo.

No puedo evitar rodar mis ojos, pero suelto una pequeña carcajada girándome dispuesto a abrir la puerta y salir del auto.

—No es un «no» rotundo, es un... tal vez sí. — digo y noto cómo le brillan los ojos, ni siquiera se molesta en ocultarlo.

Eso me hace sonreír aún más y cuando estoy dispuesto a salir de su auto, ella me hace detenerme cuando la escucho diciendo:

—¿Eres consciente de que si aceptas es nuestra segunda cita?

—Sí. — le digo y luego suelto una carcajada: — Pero, que sepas que si la salida a ir a un curso de repostería juntos todo un día se hace realidad, me comprometeré a invitarte yo la próxima vez.

—Entonces, acabas de decir que habrá otras citas.

Suelto una carcajada, ladeando la cabeza.

—Sí, tal vez.

—¡Ufs! — dice aplaudiendo con un pequeño sonrojo en sus mejillas: — Definitivamente, meterse debajo de la mesa en año nuevo funcionó.

—¿Te metiste debajo de la mesa en año nuevo?

—Y comí doce uvas también.

Abro mis ojos como platos.

—No sé si sorprenderme o pensar que eres rara. — es lo único que puedo decir.

—Puedes hacer ambas cosas. — ella se encoge de hombros y cuando abro la puerta, ella también lo hace.

—No voy a perseguirte adentro de tu casa también, no soy tan intensa, pero quería hablar con Stracy de unos apuntes para una exposición que tenemos la próxima semana. — dice con rapidez que simplemente la miro y cierro la puerta cuando ya estoy afuera del auto.

Si tan solo no fueras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora