Capítulo cuatro

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Cerré los ojos un momento escuchando el sonido de la lluvia y al abrirlos una vez más estaba en la oscuridad de una habitación mientras las gotas se oían lejanas. El sonido del agua fue reemplazado por el constante flujo dentro de la gran pecera a unos pasos de mí. Un pequeño pez dorado nadaba de lado a lado y la luz de su tanque iluminaba el lugar.

—Gus. —murmuré observando su única aleta y volviendo a la realidad.

Parpadeé con lentitud para que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad y sentí la presión de algo sobre mi cuerpo. Moví mis manos para aferrarme a la cobija sobre mis hombros y dirigí mi vista hacia el frente una vez más cuando Steven caminó para detenerse frente a mí. Oh. El silencio entre nosotros era acogedor, pero había algo extraño en él. Lo observé y me concentré un segundo antes de alejar mi intento de leerlo. No los uses. No uses tus poderes. Acaba de verte asesinar a tres hombres. Quizá solo está asustado.

—¿Me tienes miedo? —pregunté con temor—. Puedo explicarlo.

Él negó y sentí que me quitaban un peso de encima. Lo explicaría. Algún día lo explicaría. Apreté la manta contra mi cuerpo y me sentí pegajosa. Bajé mi mirada recordando la sangre sobre mí y la sentí seca contra mi piel. Pensé que el agua se había llevado todo. Tragué el nudo en mi garganta y subí mi mirada a Steven. Me observaba con atención. Tenía sus brazos cruzados sobre su pecho y respiraba con tranquilidad. Agradecía que no me exigiera respuestas, que no estuviese presionándome, ¿pero por qué no hacía nada? ¿Dónde están los ademanes? ¿Las miles de preguntas? ¿Las miradas incrédulas?

—Debería... —murmuré—. Debería irme.

—¿Ya recuerdas dónde vives? —cuestionó sin moverse e hice una mueca.

—Sí, yo... —asentí y después bajé la mirada hacia mis manos cuando nada llegó a mi mente—. No recuerdo.

Me sentía atareada por los golpes y las heridas frescas en mi piel. Se cerraban con lentitud cuando no me concentraba en ellas, pero aun así más rápido de lo que deberían. Steven no me tenía miedo, pero yo sí. Había olvidado de lo que era capaz, de lo que mis manos y mi mente eran capaces. Había olvidado lo que se sentía. Era un sentimiento oculto en lo más profundo de mí. Odiaba ser capaz de quitar una vida, pero la adrenalina era bienvenida en mi sistema. Me gustaba ser capaz de defenderme.

Subí la mirada y él continuaba observándome con atención. Oh, cierto. Mi hogar. ¿Dónde era? Había sido la Torre de los Vengadores por un tiempo. Cuando todo comenzaba a sentirse normal, cuando pude convertirme en algo más que un arma. Había sido Wakanda por muy poco tiempo. A veces me pregunto si debí quedarme. Disfrutar de la tranquilidad, la seguridad y de las personas, pero me había ido y mis pies pisaron Hell's Kitchen por un año y se había sentido correcto. Las personas que me rodeaban me hacían feliz, pero todo se había derrumbado, casi de forma literal. Como el edifico cayendo después de una explosión y llevándose a alguien importante en mi vida. Después, por más tiempo del que quería admitir y menos de lo que pudo haber sido, había estado en el Santuario. ¿Dónde era? ¿Dónde debía estar?

—El baño está ahí —señaló una puerta en la habitación—. Deberías limpiarte.

Asentí y me puse de pie observando el cuero cubierto de sangre de mis botas. Dejé caer la manta sobre el sillón y caminé hacia la puerta que me había dicho, pasando por su lado y mirándolo de reojo mientras me estudiaba. ¿Por qué no dices nada, Steven Grant? ¿Acaso esto es normal para ti? Cerré la puerta corrediza detrás de mí antes de tirar de la cadena junto a la regadera para encender la luz. Encontré mis ojos en el reflejo del pequeño espejo frente a mí. La sangre de aquellos hombres quizá había sido lavada por la lluvia, pero la sangre de mis heridas se secó contra mi piel y cubrió mi rostro como una pintura grotesca. Un violento retrato de una mujer en rojo, la sangre cubriendo su rostro, literal y metafóricamente. Podía trazar el rubor de sus mejillas y presionar sobre la rojez de sus raspones y acariciar sobre sus labios hinchados.

Armonía en el caos | Moon KnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora