Capítulo cinco

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Sabía vivir en soledad y apreciaba el silencio. Solía dejarme llevar y las canciones que cantaba se volvían sonrisas y gritos mientras mis pies se movían con libertad sobre el suelo al ser envueltos por zapatillas que sabía dejarían ampollas, pero mi cabello bailaba sobre mis hombros, entre mis manos, contra mi cara y me hacía amar la soledad y mi versión de silencio. Lamentablemente, eso no evitó que se volviera insoportable. Sabía estar sola, pero eso no significaba que quería estarlo. Extrañaba la atención, el tiempo, los momentos, la compañía y la verdad es que me mentía a mí misma. Solo quería dejarme llevar una vez más y no estar sola. Lo había hecho en la Torre, en donde pláticas, cercanía y caricias me llevaron hacia alguien que me hacía temblar; y lo había hecho con Matt, viendo más allá de su complejo de mártir y su necesidad de proteger hasta la muerte y sin ayuda una ciudad que no daba nada por él.

Ambos me habían hecho feliz.

Así que, aquí y ahora, pensé que quizá dejarme llevar siempre había sido algo bueno. Dejarme llevar me llevaba a situaciones que me hacían sentir eufórica, me hacía reír, me hacía llorar, me hacía amar. Dejarme llevar me hacía sentir algo, lo que sea. Como la respiración de Steven sobre la piel de mi cuello y mis ojos abriéndose. Me hacía sentir la fuerza con la que sus brazos me aprisionaban contra su pecho, la firmeza con la que se aferraba a mí y buscaba fundir mi cuerpo con el suyo. Era una sensación cálida, familiar. No quería alejarme nunca de las emociones fluyendo por mis venas en este momento. Quería quedarme para siempre y despertar todos los días con esta sensación mientras dejaba que Steven durmiese un poco más. Quería girarme y verlo. Observar la tranquilidad en su rostro y sentir la confianza que ponía en mí al dejarme dormir a su lado.

Quizá tomaba mis a veces no tan sutiles coqueteos como muestras de amabilidad. Quizá estaba feliz de tener a alguien que lo escuchaba y lo entendía y esta era su forma de agradecerme. Quizá me sostenía fuerte contra su pecho, como si no quisiese que me alejara, solo porque la noche anterior estuve en peligro y pobre del que le haga daño a su única amiga. Quizá quería ahogarme en lo que Steven me hacía sentir. Dejarme llevar por mi corazón. Escuchar sus gritos y gritar devuelta. Decirle en voz alta que me quedaría para siempre si terminaba con ese espacio entre nosotros.

Solo tenía que dejarme llevar. Oh, por favor, déjate llevar. Deja de pensar en el pasado y concéntrate en el presente. Estás aquí y ahora. La calidez, la atención, las emociones, los sentimientos son reales. Tan reales que duelen.

Sus brazos me sujetaron con más fuerza y cerré los ojos. En su boca se ahogó un jadeo y cuando lo sentí moverse, pensé que se alejaría, pero no lo hizo. No. Sus dedos temblaron sobre la piel de mi abdomen y juraría a capa y espada que ahora los patrones tenían forma y sentido y la firmeza ahora era intencional. Su cuerpo se movió con delicadeza a mi lado y el mío cayó de su pecho hacia el frío del colchón. Sentía que me faltaba el aire. En cualquier momento mis pulmones me traicionarían y me delatarían en mi intento de acercamiento. Pude sentir sus suspiros acariciar mi rostro y supe que en cualquier momento esta burbuja reventaría. La cercanía desaparecería y volveríamos a dar un paso hacia atrás. Solo aguanta un poco más. Sus dedos rozaron mi rostro para alejar mi cabello y acarició desde mi frente hasta mi mandíbula con tanta delicadeza que quise llorar. Deseé mostrarle lo vulnerable que me hacía sentir y lo feliz que me hacían estos sentimientos. Tan feliz que dejé que mi cuerpo me traicionara y una sonrisa comenzó a formarse en mis labios. Hice todo lo posible por convertirla en un bostezo. Me quejé y fingí despertar de la forma más lenta posible.

Los sonidos fueron opacados por mi mentira y Steven se movió con rapidez sobre la cama. Su cuerpo cayó pesado a mi lado y de sus labios salieron maldiciones que nunca lo había escuchado pronunciar. Fingí una vez más y cuando estiré mi cuerpo y giré mi cabeza hacia él lo encontré dándome la espalda y haciendo lo que yo. Fingir. Intentaba tranquilizar su respiración, pero podía ver su cuerpo subir y bajar con la rapidez suficiente para saber que no dormía. Podría hacer lo mismo que él. Llevar mi mano a su rostro y acariciar su piel. Alejar el cabello de sus ojos y ver cuánto resistiría antes de romperse ante mí. Podría haberlo hecho. Su cuerpo se giró hacia mí una vez más y sus parpados fingieron sentirse pesados sobre sus ojos mientras bostezaba.

Armonía en el caos | Moon KnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora