Capítulo seis

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El tiempo pasaba tan rápido al seguir una rutina. Meses en el museo parecían días y esos días se volvían horas junto a Steven. Pasaba tan rápido y me quedaba con ganas de más. Era abrumador pensar en el tiempo que llevaba conociéndolo y darme cuenta de que habían bastado meses para comenzar a sentirme como lo hacía. En mi cabeza se repetían los momentos en los que las cosas comenzaron a cambiar entre nosotros. En donde su amabilidad ya no era por simple cortesía y detrás de sus acciones ahora había una intención. El día del accidente marcó un antes y un después. Nuestras acciones, nuestras palabras y nuestras miradas ahora buscaban más. Los días se volvieron más amenos y me despertaba llena de energía. Fingíamos como niños mientras nos escabullíamos en nuestro descanso hacia las exhibiciones y Steven me guiaba a través de cada una de ellas.

Cada una de las cosas que decía eran guardadas en una parte de mi mente donde su nombre brillaba en rojo y era encerrado por un corazón. El espacio crecía y crecía y por un momento pensé que se llevaría todo de mí. En mi interior estaban sus miradas, sus palabras, sus acciones y todo lo que era y tenía que ver con él. En ese espacio dentro de mí había recuerdos. Estaba el día en el que con manos temblorosas me tendió su celular y me pidió guardar mi número. Él estaba nervioso y mi yo interior tenía una fiesta al ver que, por primera vez, había tomado iniciativa. Mis mejillas habían dolido por la sonrisa que no había podido evitar al darme cuenta de que Steven se había soltado un poco más a mi alrededor.

Me habló sobre la nueva postal que había enviado su madre y las mil y una técnicas nuevas que había probado para poder dormir. Le recomendé mil y una cosas más y lo acompañé a comprar libros y tés y rompecabezas que prometió que armaríamos juntos algún día. Y a cambio, ninguno de los dos volvió a mencionar el nombre de Matt y le agradecí internamente a Steven por dar por cerrado aquel capítulo de mi vida. Al menos podíamos fingir que había terminado.

El aire entre nosotros era diferente ahora y a pesar de que odiaba la forma en la que esta nueva etapa había iniciado, amaba los pequeños cambio que había traído consigo. Ahora había cierta libertad en sus acciones. Amaba lo atento que había comenzado a ser. Mucho más que antes. Sabía que al estirarme para tomar una caja en el almacén, oiría sus pasos hacer eco antes de llegar a mí y obligarme a aguantar la respiración cuando su pecho se pegara a mi espalda y su cuerpo envolviera el mío. Aún temblaba a mi lado, pero ahora hacia el intento de hacerme temblar a mí. Fuese o no consciente de ello.

Muy dentro de mí también residían mis dudas sobre él. Preguntas que no sabía si tenían respuesta alguna o si siquiera valía la pena mencionar. Por ejemplo, semanas después del accidente había recibido un mensaje. «Llama solo para emergencias» y «no vuelvas a salir denoche tú sola». Dos mensajes de un número desconocido que solo podían hablar del accidente. 

Miré de reojo a Steven a mi lado y me pregunté si debía decir algo. ¿Por qué había enviado mensajes desde otro número? Solo él sabía lo que había sucedido, así que solo él podía decirme esas cosas. O... ¿Sería cierto lo que Matt había dicho? ¿Podía irme hasta el otro lado del mundo? ¿Cómo había conseguido mi nuevo número? ¿Significaba esto que ya no le importaba lo suficiente como para dejar Hell's Kitchen? No. No. No. No. Mejor no hay que pensar en eso. Podía preocuparme por mis dudas en otro momento. Ahora solo podía pensar en la persona habitando mi mente día y noche. Steven ocupaba constantemente mis pensamientos, ¿o es mejor decir atormentaba? Steven y su cabello rizado, Steven y sus manos, Steven y su voz, Steven y su hermoso rostro. Steven, Steven, Steven.

—¿Estás bien? —su voz hizo eco a mi lado sacándome de mis pensamientos.

¡Ja! Hablando de. Alejé mi vista de las estatuas en exhibición y miré a Steven a mi lado.

Armonía en el caos | Moon KnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora