13. El comienzo de un misterio.

98 24 2
                                    

- Es hora de irme.

Observo a través del balcón el paisaje nocturno, los escasos faros iluminando el castillo Moondlicth y todo completamente sumergido en un silencio abrumador. Si no fuera por el silbido del viento pasando entre los árboles, la noche sería aún más aterradora.

Las horas habían pasado lentas y tortuosas, pero, en mi mente se había instalado solo una idea y no se había marchado. Luego de la charla con Dominick que parecía ir de buena manera todo había cambiado cuando mencionó lo del matrimonio, ¿acaso estaba yo lista para afrontar esa conversación? Por supuesto que no.
Aunque en algún momento mi mente había optado por colaborar de manera pacífica y serena con Dominick, al oír que teníamos que elegir una fecha la Cecily que era una fiera había despertado. Tal vez había sido una reacción desmedida para una situación que efectivamente se escapaba de sus manos, pero, si de algo estaba segura es que no estaba dispuesta a dar tregua y mucho menos aceptar casarme tan fácil. Estaba dispuesta a luchar y más aún, estaba dispuesta a huir y era lo que llevaba toda la tarde planeando.

Silenciosamente me había despedido de Octavia cuando esta había venido esta tarde a verme, observé sus movimientos gráciles mientras me servía algo de té y en mi mente solo fluían palabras de agradecimiento y admiración por todo lo que había hecho por mi sin esperar nada a cambio.
Cuando se marchó me senté a esperar las horas pasar, me hubiera gustado dormir por lo menos unas cuantas horas, pero, mis ojos por alguna razón parecían no querer colaborar con la causa, por lo tanto me aferré al balcón para observar el día pasar.

Y había llegado la hora.
No tenía nada que llevar, pues nada me pertenecía por lo tanto me iría como había llegado, con las manos vacías.

Observo por última vez el balcón viendo como las gotas de lluvia comienzan a caer y lo único de lo que estaba segura es que sería una noche larga. Y aunque mi destino era completamente incierto, una causa mayor me alentaba a ir hacia lo desconocido.

Camino hasta la salida de mi habitación y sin esperar nada más salgo.

Los helados pasillos del castillo me abrazan logrando ponerme la piel de gallina, todo se encuentra sumido en un profundo y aterrador silencio. Un centenar de ojos negros como cuervos me observan, no amaba esos retratos y eso no había cambiado.

Voy silenciosa siguiendo el hilo de mis recuerdos guiándome sobre cómo llegar a la cocina, lo único que se oye a través de los pasillos son mis pisadas.
Mis pensamientos vienen y van bombeando rápidamente como el latir de mi ahora acelerado corazón, y a pesar de que la angustia comienza a corroer cada parte de mi ser, la adrenalina tira de mi para seguir.

Luego de lo que parecen interminables minutos logro llegar a la cocina. El fuego apagado y las ollas colgadas, todo sigue igual que la noche anterior cuando Dominick me encontró, solo que ahora cuento con la suerte de que él no se encuentra aquí y tal vez si no me apresuro puede aparecer.
Doy un último vistazo y me encamino al jardín.

Las gruesas y frías gotas de lluvia me abrazan de manera instantánea, los escasos faroles iluminando la oscuridad del inmenso jardín Moondlitch. Había llegado la hora de despedirme de mi hogar momentáneo y caminar hacia el único lugar que conocía, y sin perder más el tiempo comienzo a correr con dirección al pueblo Moondlitch.

Como era de esperarse las calles de Moondlitch se encontraban completamente vacías. Había conseguido salir del castillo sin mayor dificultad y aunque la lluvia parecía no ponerse de mi lado y querer hacer las cosas mucho más difíciles por fin había logrado llegar al pueblo.

No hay luces encendidas a excepción de los faroles que iluminan las calles, los canales ruidosos llevando los raudales de agua y aparentemente todos durmiendo de forma plácida, sin saber que su nueva reina se encontraba en fuga y en el pueblo.

MoondlitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora