Capítulo XXIX

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Junhui observó el teléfono sobre la mesa cauteloso, era su derecho hacer una llamada más no sabía quién contactar. El abogado a esas alturas ya debería estar al tanto, por lo que sería un desperdicio marcarle.

Mantuvo silencio desde el arresto, se comportó como un ciudadano promedio, no puso resistencia ni mucho menos cayó en la trampa del fiscal, quién lo acosó con suposiciones hasta el cansancio.

La madrugada se volvió eterna y consigo llegó la desesperación, enojados por no obtener una respuesta, los detectives empezaron a humillarlo. Trataron de quebrar su voluntad por medio de un juego psicológico que no concluyó bien. Desconocían su punto débil tanto como quien era, sin expediente o antecedentes, avanzar a ciegas fue un fracaso.

Tres horas les tomó hacerlo hablar, pidió una llamada al perder la paciencia. Una de las cosas que encontraba desagradable era que sobrepasarán el límite, y uno de ellos buscó con brusquedad la marca en su cuerpo. No encontraron ni rastro del tatuaje simbólico de la mafia, y aún así siguieron insistiendo en que estaba involucrado.

—Que patético debe ser no tener a nadie que se preocupe por ti —mencionó el detective al caminar alrededor del acusado—, crecer en una hacienda como cualquier animal que se espera sea sacrificado.

Jun no mostró ni el más mínimo interés en la conversación, se recostó a la silla y cerró los ojos, rogando conciliar el sueño y ahorrarse la molestia de oír el perfil psicológico que la policía creó.

—Luchando por sobrevivir. No me sorprende que haya perdido la razón.

Invirtió su imaginación, en recrear los posibles escenarios que pudo haber causado. Encontró satisfactorio tener en sus manos el destino de Jisoo. Ahora entendía la actitud de su padre en el pasado, el regocijo que lo invadía tras verlo sufrir.

—Me preguntó si en algún punto fue capaz de sentir empatía por otro o si nació siendo un monstruo.

Aquel comentario logró captar la atención del mafioso, su mente se despejó hasta dar cabida a viejos recuerdos. Desde que tenía memoria fue llamado de esa manera.

—Su madre debió morir de la vergüenza —afirmo con la intención de provocarlo, golpeó el soporte de la silla con su pie para hacerlo caer—, la basura como usted no la pasa nada bien en la cárcel. Allá dentro hay gente peor, en espera de una nueva presa. Será mejor que empiece hablar o me voy a encargar que sienta lo mismo que sus víctimas.

En el suelo, Jun apretó los puños para reprimir la rabia, no le convenía explotar y actuar a la defensiva, cualquier cosa que dijera iba a ser usada en su contra, así que se propuso levantarse como si nada hubiese pasado, pero el compañero del detective aprovecho de patear su estómago, con aires de grandeza dejó el pie ahí, como un cazador al derribar su objetivo.

—Escuché que las arañas no atacan a oponentes más fuertes que ellas a menos que perciban una amenaza —comentó al aplicar más presión a su pierna—, ¿Debería cruzar ese límite?

Entretenido Jun dejó escapar una carcajada, esos dos tipos estaban lejos de ser un rival. Al menos entendió el significado tras el tatuaje.

—¿Cuál toxina utilizó? —dijo el hombre viejo con cara de pocos amigos, al agacharse a su lado—, esto acabará tan pronto nos de un nombre.

—Yo no envenene a Hong Jisoo

—Existe una causa probable —añadió al arrojarle una hoja de papel—, Jisoo tenía eso en el bolsillo.

Jun rodó con indiferencia los ojos, leyó de mala gana el papel en espera de un argumento ridículo, gran sorpresa se llevó con los resultados de laboratorio. Alzó la vista hacia los detectives con genuina confusión.

—¿Es un chiste?

—Se enteró de que era su hermano y quiso deshacerse de él —el detective formuló su teoría con seguridad—. Arregló el cabo suelto que dejó su familia.

Por primera vez durante la noche, Jun demostró un rasgo de debilidad, desde cualquier perspectiva se había convertido en un hombre lamentable, toda barrera mental que construyó para no ceder durante el interrogatorio fue destruida, no por la melancolía que deja la ausencia de una persona, sino molestia. Estaba tan inmerso en aquel pesado sentimiento, que ignoro el hecho de que estaba acompañado, y comenzó a revivir el encuentro con Jisoo, percantandose de ciertas actitudes o miradas discretas que si bien no entendió en su momento, ahora comprendía que se trataba de lastima.

Aprovechando la oportunidad, uno de los detectives lo acorraló para sacarle información, una pregunta tras otra, reveló sin necesidad de una respuesta el verdadero Jun, quien derramó lágrimas de la impotencia al ahogarse en recuerdos pasados. En su yo más joven que fue abandonado. Ese niño al que sus padres le temían y hacían a un lado.

Maldita sea, la envidia había regresado.

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Los acontecimientos, provocaron una terrible tensión en la comisaría, los rumores corrían por los pasillos, varios oficiales incluso hicieron apuestas sobre si lograrían sacarle el nombre al sospechoso, pero a esas alturas era casi seguro que la información que necesitaban no llegaría a tiempo al hospital.

El comisionado Xu no se despegó en ningún momento de la sala de interrogatorios, analizó en silencio cada palabra que a duras penas su gente obtuvo, y la conclusión no le gustó nada. El caso se venía abajo y no podía detenerlo. Sin tatuaje, confesión o si quiera un testigo, ese tipo saldría libre. El abogado iba argumentar que era otra víctima de la mafia, lo encontraron solo en la hacienda, desarmado. De tener ingenio, hasta convencería al jurado que era un indocumentado, que fue traído al país por contrabando cuando era un niño.

Le permitió a los detectives tomarse un descanso, fueron por un café para mantenerse despiertos. Les esperaba una larga noche. Él se quedó ahí frente al vidrio, observando cada movimiento. A lo lejos se produjo un alboroto, de a poco el ruido se aproximó, y cuando menos lo esperaba su hijo entro en escena vuelto un manojo de nervios. Una simple seña basto para que el resto los dejarán a solas.

—¿Perdiste la cabeza?, No puedes venir a estas horas armando un escándalo.

—Jisoo se está muriendo por mi culpa, papá.

—No, esto no tiene nada que ver contigo Hao —respondió comprensivo.

—Crei...que la lluvia traía desgracias —murmuro al borde las lágrimas al detenerse también a admirar el salón oscuro, donde mantenían a Junhui—. Que si la evitaba, las personas que quiero estarían a salvó. Pero...me equivoque, yo soy el problema.

—Hao, por favor, cálmate.

—Yo debí haber muerto ese día junto a ellos. Si tan solo...el auto hubiese explotado conmigo adentro.

—¡Ya basta!, Sácate esas ideas de la cabeza. Eres muy afortunado de seguir aquí, y no pienso discutir más el tema.

—Tú te arrepientes de adoptarme, lo sé. Para ti siempre fui un niño con traumas injustificados —le reclamó al repetir en su cabeza las frias palabras de Jisoo—, ¿Quién le tiene miedo a la lluvia?, Es estúpido, papá. Patético.

—Ming...

El comisionado Xu fue incapaz de seguir hablando, la imagen de su hijo con una navaja en el cuello le robó el aliento.

—Si no me dejas entrar y conseguir el nombre del veneno, te juro que me voy hacer daño. No me importa lo que me pase.

La amenaza resultó efectiva, convencido de que era capaz, su padre se apartó sin objetar.

Contuvo el impulso de atacar a Jun al intercambiar miradas.

—Sabia que vendrías.

The Rain [HaoShua]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora