Aiden
A pesar de la clara negativa del alcalde y el hecho de que la madre de Alex dejaba la habitación cada vez que yo entraba, no dejé de ir a la casa de Alex hasta que finalmente le permitieron volver a la escuela (con una escolta que hacía más que solo llamar la atención).
De eso se estaba quejando el jueves por la tarde cuando Amy se acercó a ella demasiado rápido y dos gorilas casi le saltan encima.
—Juro por Dios que si esto no se resuelve pronto, tendré migraña crónica, y no me quieres ver con migraña.
Le sonreí a pesar de lo tenso que me sentía. Agregar más problemas a la lista de Alex no estaba en mis planes.
—Dios nos salve de Alexandra King con migraña.
—Todo esto es ridículo, estoy segura de que no es nada.
—Siempre soy el último en tomar medidas extremas, pero si intentaron secuestrate en otra ciudad estoy seguro de que no es una medida tan extrema.
—Estoy segura de que fue una coincidencia —suspiró—. Estábamos en el Bronx, y yo estaba vestida como una niña rica. Si tuviera algo de conocimiento sobre cómo funciona la vida fuera de la casa del alcalde, quizás lo habría sabido.
—Deja de culparte al respecto. Además, no hay forma de saber que ambas cosas no están relacionadas hasta que la investigación concluya, y quizá incluso así no sepamos con certeza. Quizá todo es un gran malentiendo.
—Sí, hablando de eso —se mordió el labio inferior de forma nerviosa.
—No te muerdas el labio, porque no me responsabilizaré por lo que tus gorilas tengan que ver.
Solo se los mordió más, sus pupilas dilatándose un poco.
—No me amenaces con un buen rato, Aiden Reed.
—¿Amenazarte? Cariño, en cuanto te tenga sola esta noche, no habrá promesas ni amenazas, solo hechos.
—Aiden, alguien podría escucharte —sus mejillas se tornaron rojas, mientras miraba hacia todas partes. Nadie nos estaba poniendo atención; los guardaespaldas privados seguían siendo la sensación del momento.
—Nadie va a escucharme, y si lo hicieran, al menos tendrán algo con lo que entretenerse en sus aburridas vidas.
—Eres imposible. No importa cuándo esté diciendo esto, sigue siendo verdad.
—Ya me conoces —le regalé un guiño que solo hizo que se sonrojara más. Adorablemente sexy, la combinación mortal de Alex que me había atraído de ella en primer lugar.
—Está bien, deja de distraerme, esto es serio.
—Te creería si dejaras de reírte —arqueé una ceja hacia ella.
—Ugh, Reed, me haces las cosas difíciles.
—Quizás un beso me haría tranquilizarme un poco.
—Mmmh, tienes razón, ¿cómo no lo había pensado antes? —rió y se puso de puntas de pie y me encontré con sus labios a mitad de camino.
A pesar de que sabía que éramos la nueva atracción del momento considerando los susurros acalorados y las exclamaciones de sorpresa, eso no me importó y pronto dejé de escucharlos. Las manos de Alex envolvieron mi cuello mientras las mías sujetaban su cadera para mantenerla firme contra mí. Sus labios delinearon los míos de manera casi inocente, como solía hacer cuando estábamos en público, pero luego de días de estar bajo el escrutinio constante de su padre sin poder hacer mucho más que darle besos cortos y abrazos que no me satisfacían lo suficiente, fui incapaz de controlarme. Enredé mi mano en su cabello y la obligué a profundizar el beso. Alex gimió bajito, lo suficiente como para que solo yo la escuchara. Su resistencia duró un par de segundos antes de rendirse y dejarme abrirme paso entre sus deliciosos labios, por toda su adictiva boca. La necesidad de tocarla en lugares que no debía tocar en público fue casi demasiado para ignorar, así que me contenté con dejar que mi mano tocara la piel desnuda entre su camisa y su falda; mis dedos presionando la tersa piel que hacía que su cuerpo completo se tensara en anticipación.
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The wrong side of town - Parte I y II
RomanceAlexandra King es una reina; la reina de la escuela, la reina de toda la ciudad. Hija del alcalde de Sylver Valley y capitana de las porristas, se encuentra en la cima de la pirámide social, pero tiene un pequeño secreto. Está enamorada de quién no...