~Ú n i c a p a r t e~

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Era 31 de octubre, día en donde la gente se disfrazaba e iba a pedir dulces en las casas. La noche de Halloween brillaba por las diversas luces que adornaban las calles. Risas y carcajadas se podían oír a los alrededores.

Un joven de traje negro y máscara peculiar hacia alusión a un disfraz que, según él, era "Dr. Peste Negra". Caminaba por las calles en busca de algún tipo de entretenimiento, ya que, por ser Halloween, en el centro de la ciudad habrían varias celebraciones, tales como "El paseo de las ánimas".

Pasaba por las personas y algunas las veía sonriendo, celebrando y divirtiéndose entre ellos; sin embargo, él no tenía a nadie para pasar el rato. Había salido solo, porque ninguno de sus conocidos quiso disfrazarse con él, supuestamente por "ser muy infantil", y cuando ya estuvo a punto de irse la vio.

Un largo y abultado vestido rojo lucía su figura, su rostro estaba pintado como una calavera y en la cabeza traía una corona de flores coloridas.

Era una catrina muy hermosa.

    Era curioso encontrar a alguien más disfrazado, puesto que, aunque fuera Halloween, no habían muchas personas disfrazadas, por lo que las probabilidades de encontrar a alguien con un atuendo distinto y llamativo, eran muy bajas. Sin embargo, quedó estupefacto al ver a tal mujer tan bella con un vestido de un color muy resaltante.

No lo pensó mucho y caminó hacia ella, avanzando rápido pero con pasos torpes. Había quedado impresionado al observar a tal belleza que necesitaba saber al menos su nombre. Sin meditarlo mucho, agarró su mano, sorprendiéndola, y con paso suave dijo:

—¿Me concede esta pieza, bella dama?

Ella quedó perpleja, puesto que aquel joven la había tomado desprevenida, pero, ante su amabilidad, se dejó llevar por los movimientos del hombre. Asimismo, empezaron a bailar al ritmo de una canción existente que solo sonaba en sus cabezas. No importaba la demás gente que los veía extraño, ellos eran uno solo en su propia burbuja y nadie los podía molestar.

   Ambos sentían las miradas de las personas que iban pasando. Algunos les tomaban fotos o grababan sin el consentimiento de ellos, aunque realmente la pareja bailando no le prestaba mucha atención. Estaban más concentrados en el baile que en el resto del mundo.

Así pasaron el resto de minutos, pero que para ellos fueron horas y horas bailando. No querían separarse, ambos querían conocerse y seguir ahí, aunque ni siquiera supieran el nombre del otro, por eso mismo, el Dr. Peste Negra habló:

    —¿Puedo saber el nombre de mi pareja?— preguntó con una sonrisa a pesar de que ella no pudiera verla por la máscara que él llevaba.

   La chica abrió la boca para hablar, pero en cuestión fue interrumpida por la voz de su madre, quién iba con ella justo antes de que el hombre la agarrara para bailar. La catrina lo miró con pena, puesto que no quería irse, pero tenía que o su madre se enojaría.

    —Lo siento.

    Murmuró y se alejó de ahí, diciéndole adiós con la mirada y yéndose lentamente del lugar, dejando solo al chico con el corazón acelerado.

   Y, entonces, él también se fue de ahí, esperando volver a encontrarla.

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La dama de rojo ⇝ One-shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora