Única parte.

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— ¿Eliges a la nieve o a mí?

— Nieve.

— ¿Ni siquiera vas a pensarlo dos veces? Puedes tomarte tu tiempo, no soy alguien exigente. — mencionó el castaño, haciendo reír a la más pequeña. Ambos se encontraban observando las mariposas que se posaban en las flores junto a la ventana.

— No he visto nieve en toda mí vida. Muy opuesto de ti. — comentó de forma burlona. Jungkook llevó una de sus manos hacia su corazón, fingiendo sentir un flechazo suave y dramatizando su dolor. Seugmi sonrió, observando con paciencia y tranquilidad como su hermano mayor relataba una trágica velada de corazón roto.

Jungkook después de unos segundos se volvió a sentar, recuperando  ese cómodo silencio en el que se quedaron observando a aquellas mariposas. Él la observó por unos segundos, acomodando la manta que cubría a la más pequeña. Los ojos brillantes de Seugmi habían sido visitados por unas ojeras oscuras por debajo de sus pestañas, su piel estaba más pálida y, aunque a él le costara aceptar, ella estaba más delgada.

La puerta de la habitación se abrió dando paso a su madre que a duras penas logró sonreír cuando sus dos hijos se voltearon a verla. Jungkook pudo sentir el nudo en su garganta.

— ¿De qué hablaban? — Seugmi corrió a los brazos de su madre, abrazándola fuertemente. La mujer sonrió, recibiendo el abrazo, peinando los castaños cabellos de su hija. Jungkook exhaló bajo al ver la mirada severa que le dedicó su madre sólo por unos segundos.

Nada estaba mejorando.

[. . .]



Los meses pasaron volando, el castaño se encontraba sentado en el fondo de aquel salón mientras a lo lejos escuchaba como sus compañeros llenaban aquel lugar de bullicio, y el crudo invierno marcaba su comienzo con las últimas hojas cayendo de los árboles.

— ¿Estás bien? — Jimin preguntó, sacándolo de sus pensamientos. Cuando desvió la mirada hacia aquella voz, una sonrisa lo recibió. Jimin se encontraba allí, preocupado, atento. El muchacho sabía que había sido un tiempo difícil para él y su familia.

Jungkook ni siquiera podía ocultar sus pensamientos, Jimin lo conocía muy bien.

— ¡Estoy bien! — sonrió el castaño, recibiendo una mirada acompañado de un suspiro de parte de su compañera. Esos ojos negros lo analizaban y él hizo una mueca que pasó desapercibida por él.

— ¿Seugmi está en casa con tu madre? — Jimin se sentó a su lado, extendiéndole un vaso con agua, y este le agradeció en silencio.

— Está con ella, sí. — bebió un sorbo. — Se ha tomado un tiempo de la escuela.

— Pueden venir a mí casa, ya sabes, Seugmi comparte gustos conmigo y, mamá estaría encantada de recibirlos.

— Ellas están de vacaciones por el invierno. Seugmi quiere ir a ver las montañas, de seguro iremos allí este fin de semana. — aclaró su garganta, observando por unos momentos a su amigo. Jimin solo asintió, sonriendo como siempre. — De igual manera gracias, has hecho mucho por nosotros.

— Jungkook… — su voz reflejó preocupación, y el castaño no pudo evitar sentir como su estómago le hacía cosquillas. Se sentía incómodo pero relativamente seguro, y eso lo confundía.

No respondió, fijando su mirada en la ventana. A lo largo de unos minutos Jimin cesó y se marchó, dándole su espacio. Desde hace un tiempo resultaba extraño despedirse entre ambos, antes de que todo se volviera un caos, ellos habían estado actuando demasiado afectuosos. Pero desde que su vida se volvió un caos, había sido inevitable para Jimin alejarse. El castaño había estado demasiado ocupado y desanimado para prestarle atención.

Cuando esa tarde volvió a casa, su madre lo abrazó llorando, explicando entre sollozos que Seugmi había empeorado y que apenas podía caminar.  Jungkook se quedó consolando a su madre toda la noche, su pecho llenándose de angustia y pesar.

Dos días después, con el permiso del doctor, decidieron emprender su viaje hacia las montañas. El trayecto sólo podía hacerse en tren, y la temperatura descendía rápido. Jungkook se encargó de todo, nunca dejó a Seugmi ni a su madre sola. Llegaron al anochecer, a pesar de lo débil que se veía a la más pequeña, ella no tardó en reír y emocionarse al ver la nieve bajo sus pies. Eso la hacía tan feliz.

  Caminaron despacio por la nieve, su madre se había adelantado para hablar con los encargados de las cabañas. Jungkook se tomó su tiempo para seguir los pequeños pasos de su hermana, siempre cuidándola.

Esa noche la pasaron en una pequeña cabaña, la noche era fresca y, aunque hubieran camas para cada uno, Seugmi no dudó ni un segundo en acostarse junto a su hermano. Ella nunca dejó de hablar, sus ojos brillantes y su emoción de salir a la mañana siguiente hacían reír encantado al castaño. En esos momentos que pasaban juntos, contando historias y riendo, Jungkook podía sentir que todo estaba bien, su corazón dejaba de pesar y se sentía realmente feliz.


[ . . . ]

Esa mañana el hospital se encontraba silencioso. El olor a medicamentos  hacía desesperar a Jungkook. Su hermana había empeorado de un día para otro. Habían decidido salir a pasear, y Seugmi se descompensó de un momento a otro. El castaño la había llevado en brazos hasta su madre. El pánico y temor estaba en su garganta, respirando pesadamente mientras observaba el suelo sentado en aquella sala de espera.

Su madre había ingresado a donde estaba Seugmi, pasando toda la tarde junto a ella mientras era tratada por los doctores. La cabeza del castaño se había llenado de pensamientos, dejándolo intranquilo.

En el atardecer, Jungkook pudo ingresar a la sala en donde Seugmi descansaba. Lo primero que notó fueron cientos de cosas conectadas a ella, una habitación vacía con olor a medicamentos y otras que desconocía. El castaño avanzó hasta ella, sentándose en la pequeña silla que se encontraba a su lado. Miles de veces había negado la idea de tener que despedirse, y ahora se encontraba allí, sosteniendo la pálida mano de su hermana pequeña.

Jungkook exhaló cuando sintió el suave apretón en sus manos, alzando la mirada y conteniendo la respiración al encontrarse con esos ojos brillantes y cansados.

— Ey… — saludó el castaño, sonriendo, intentando ocultar su angustia. Una exhalación pesada salió de su pecho, llamando la atención de la más pequeña. Ella lo observó, y cómo pudo se movió un poco, dejándole un espacio en la cama. A Jungkook ni siquiera le dio tiempo de regañarla.

El castaño se recostó muy levemente en aquella camilla, recibiendo una bonita y cansada sonrisa de Seugmi. Ella llevó una de sus pequeñas manos hasta la mejilla de su hermano, mimando suavemente el lugar. El castaño sólo cerró los ojos, sus lágrimas deslizándose por sus mejillas.

— Estoy bien. — susurró ella. Nunca detuvo las caricias, aunque con cada una de ellas se sintiera más cansada. Él sólo asintió, intentando creerle. — Mamá dijo que las mariposas no pueden disfrutar el invierno, y creo que ya no me gusta tanto.— ella aguardó en silencio unos segundos, antes de exhalar.— ¿Puedes creerlo? Una mariposa no puede ver lo asombrosa que es la nieve, y la nieve no puede ver lo asombrosa que es una mariposa. — susurró.

Él sólo rió. Se quedaron conversando por un tiempo, e incluso su madre pidió que Jungkook pudiera acompañarla esa noche. Seugmi cantó toda la noche hasta que su cuerpo decidió descansar. Y Jungkook no quiso dejar de abrazarla, incluso si Seugmi ya se había marchado. Su llanto advirtió a los médicos y, mientras lo alejaban de ella, pudo reconocer que nunca se había sentido tan devastado.





"Debo dejarte marchar, porque aunque el invierno sea crudo, miles de mariposas están esperando que él acabe para poder nacer, y tú estás en todas ellas, Jihye. "






Autora: sólo quería subirlo porque gané un concurso con este relato, y quería mostrárselos por si de alguna manera también les gustaba. Espero haya sido así, gracias por pasar por aquí.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2022 ⏰

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Día de nieve [ JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora