Sirena Sedienta

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La lluvia caía con rabia sobre el mar. Densas nubes cubrían cada recoveco del cielo, convirtiendo lo que debía ser una resplandeciente mañana en las más oscura de las noches. Las olas se agitaban embravecidas contra el velero pirata, zarandeándolo con violencia. Los tripulantes intentaban protegerse de la fiereza del mar, pero les era imposible luchar contra la fuerza de la naturaleza.

Una inquietante y la vez hermosa melodía, surgía de las profundidades marinas. Envolviendo el ambiente cargado de la tormenta y resonando por encima de los truenos. Los piratas al escuchar el misterioso sonido, parecían entrar en trance. Los hombres sentían un intenso éxtasis, como una placentera energía que inundaba sus cuerpos, pero lo que en un principio parecía algo tan sensual se tornaba en fuertes pinchazos en sus cabezas. Se estremecían, agitando su respiración y convulsionándose al sentirse asfixiados, lo más afortunados consiguieron tirarse por la proa, intentando superar la siniestra locura.

—¿Qué ocurre? —preguntó un joven pirata horrorizado, al contemplar cómo sus compañeros sucumbían a una extraña fuerzas, sin embargo él era inmune.

—¡Sirenas! —Se estremeció el capitán intentando taparse sus oídos, pero empezaron a pitar dolorosamente, y de ellos empezaron a brotar sangre de una manera exagerada.

El joven pirata contemplaba horrorizado cómo el capitán se desplomaba ante sus ojos, igual que habían perecidos sus compañeros. ¿Por qué él no sentía nada? El miedo estaba invadiendo su mente, a pesar de que intentaba mantenerse sereno. La melodía sonaba cada vez con más intensidad. El joven pirata miraba por todos los lados aterrado, le costaba visualizar algo entre las afiladas gotas de lluvia. La embarcación se tambaleaba sin control. De pronto cayó en que nadie estaba controlando el velero, y fue corriendo a ver lo que ocurría. El hombre que se encargaba del timón también había perecido, pero eso no fue lo que más asustó al joven. Había una hermosa joven al lado del cadáver. El pobre se quedó atónito pero no sabía si era por la extrema belleza de la muchacha o por la forma macabra en que devoraba a su compañero. La joven clavó sus ojos azules en él, observándola con curiosidad y algo desconcertada, consiguió que bajara la guardia. No obstante, tras esa máscara de inocencia, se ocultaba un monstruo.

-¿Eres una sirena? -la interrogó sin terminar de creerse, que una criatura en apariencia tan frágil había matado a todos los piratas. El muchacho siempre había creído que las sirenas eran mitad mujer y mitad pez, no que tuvieran piernas.

La sirena no le contestó. Parecía sorprendida porque el humano no parecía afectado por su hermoso cántico. El joven pirata se quedó paralizado por el miedo al ver que su dulce semblante se volvía amenazador. Esperaba que la criatura lo atacara de un momento al otro, podía sentirlo con la misma certeza que intuye una presa frente a un depredador. Fue consciente de lo cerca que estaba de reunirse con el resto de la tripulación, sin embargo ella solo le contemplaba con fascinación. Ambos se miraban fijamente a los ojos. De repente un trueno chocó contra la embarcación, y eso alertó a la extraña pareja. El pirata agradeció que se rompiera el contacto visual El barco se estaba incendiándose. La sirena se tiró al agua, y esta vez sí que parecía una sirena de verdad. Su cola era de un reluciente color carmesí similar al de la sangre de sus víctimas. El pirata no supo qué hacer. El barco se encontraba en llamas, y si se tiraba al agua la joven lo devoraría. Ni la lluvia parecía detener las llamas, que peligrosamente se aproximaban. No tardó en tomar una decisión, y se lanzó al mar embravecido. De todos modos su existencia había sido condenada. Al caer tuvo la desgracia de que su rostro chocara con una tabla madera, y acabó perdiendo el conocimiento.

La sirena de las escamas color carmesí, al ver que el joven se había tirado al mar nadó hasta su dirección. En lugar de devorarlo lo hundió hacia las profundidades abismales. Aquel ser la fascinaba con el misterioso por su misteriosa aura y por su inmunidad a su canto mortal. Lo llevó hasta una gruta marina donde había una caverna con aire, y allí lo tendió sobre el suelo rocoso. Ella se quedó examinando, desde la superficie al joven pirata hasta que recuperó el conocimiento. Era un muchacho atractivo, se notaba que su cuerpo se había curtido las tareas propias de un navegante. La hembra sentía algo más que curiosidad. Al despertar el pirata se palpó el cuerpo para ver si tenía heridas, todavía no se creía que continuara con vida. Se pegó un susto al ver quien le hacía compañía.

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