1. ¿Este quién se cree?

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~DANA~

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~DANA~

No sé en qué momento acepté venir. Mi familia se ha llevado las dos últimas semanas pendiente a mí. Y yo, como una imbécil, después de haberme estado comiendo la cabeza en si ir o no ir. Acepté. No sabéis lo arrepentida que estoy.

Ahora mismo estamos mi padre y yo en un avión privado, con unos veintiséis futbolistas de diferentes equipos, directos a Qatar. Allí se jugará este año el mundial y por desgracia mi padre es el entrenador de la selección española, Luis Enrique. En realidad, odio toda esta farsa. Tener que sonreír en frente de todos como si nada, como si no tuviera problemas personales.

—¿Nerviosa?—me preguntó mi padre, aquí a mi lado.

—Obligada—dije con fuerza.

—Después nos lo agradecerás de lo bien que te lo vas a pasar—dijo.

—Uy, sí, súper bien, vamos. Rodeada de veintiséis capullos—dije con asco e ironía.

Entonces me coloqué mis auriculares dejando a mi padre con la palabra en la boca. Miré por la ventana y esperé. Ahora me toca aguantar seis horas para llegar.

⭐⭐⭐

Una vez habían pasado las seis horas llegamos al aeropuerto. Todos nos bajamos y empezaron a saludarse entre ellos. Yo me quedé un poco apartada. Estos momentos me resultan siempre incómodos, no me gustan los besos ni los abrazos, y aparte que no conozco a nadie de aquí. Solo a Ferran, a Busquets y a Jordi. Pero estaban bastante entretenidos.

Nos subimos al autobús del equipo, el cual estaba plagado de fans y periodistas. En menos de dos horas seremos portada. Entre la multitud conseguí adentrarme al autobús. Busqué un sitio para mí sola y lo conseguí. Aunque no por mucho tiempo porque mi querido cuñado se sentó a mi lado. Yo aparté la mirada restando importancia al asunto y la concentré en la ventana.

—Venga, va, cuéntame. ¿Qué te pasa?—me preguntó con una tranquilidad que me trasnmitió al instante.

En ese tema adoro a Ferran, y es que me considero una persona muy fluible en las expresiones. Quiero decir, por ejemplo, si alguien me grita, lo más normal es que yo le responda gritando. Si alguien me habla con tranquilidad, lo más seguro es que yo le responda de la misma manera. No sé si me explico.

—Nada.

—No. Nada, no. A mí no me mientes.

—Es que—paré un segundo y proseguí—no me gusta nada viajar.

Déjame amarte • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora