En el limbo se encontraba.
Algunos dientes de león llegaban a rozar sus pies, pero su mente era como un papel enrollado y hundido en alguna especie de botella que navegaba.
¿Era correcto sentirse así de perdida a los dieciséis?
Había estado tanto tiempo sola que creía ser dueña de sí misma. Porque sabía que podía saltar sin control alguno a través de la borda y que nadie la detendría.
Tenía todo al momento, y a la vez... nada.
Parpadeó un par de veces al darse cuenta de que estaba comenzando a soltar pequeñas lágrimas sentada en aquella banca del parque. Se veía a ella misma fuera de sí; tan herida y quebrada, como si la agridulce sensación que le recorría la garganta la atravesara.
Y apretó tanto los puños para intentar volver y no ahogarse entre la tormenta.
Pero él había estado ahí.
Acaparando todo,
y a todos.
Lucia cansado, pero sonreía sin parar (como ella), tenia la nariz pequeña y los ojos más luminosos del lugar (como ella). Y jamás fue una chica alta, pero en ese momento, pudo jurar, que se sintió tan insignificante a lado de él.
¿Cómo saber quién era?
La vida lo sabía,
Tú lo sabías.
Y apenas salió de aquel lugar, él la tenia entre sus manos. Jamás le había pertenecido a nada ni a nadie... mucho menos a su padre. Pero ahora, lo más importante para ella era decisión suya.
¿Eso era lo que querías?
Nadie la vio, pero la sangre fluyo. Y el rechazo convierte la vida en algo sin sentido. Ya no podía reconocerse, porque todo lo que había cultivado siempre le perteneció a él.
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Hasta que el verano se acabe ©
Short Story«HASTA QUE EL VERANO SE ACABE» es una recopilación de escritos y reflexiones que he ido archivando desde que tengo memoria. Son todas aquellas tormentas y retorcidas noches de las que se disfrazan las letras y de las que pocas veces se habla. Las...