Psycho-Artist

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No hay nada más satisfactorio en este mundo que escuchar los gritos de un ser viviente pidiendo ayuda. Cada golpe me sirve de minutero, cada grito se convierte en el segundero, y el más mínimo jadeo me facilita el estado de su sangre. Sus sollozos alimentan mi corazón como las palabras provenientes de un amor verdadero.

Desde el sótano, un humano "normal" podría escuchar sus plegarias, su ira, su estado emocional, sus dolores, sus arranques de pánico y desesperación; yo solo escucho el silencio detrás de esos gritos.

Esa noche, una vez terminada mi cena, me dirigí hacia el sótano para ver el estado de aquella obra maestra. Mientras bajaba las escaleras, el sonido de las cadenas al impactar contra la cama aumentaban cada vez más causando gran estruendo. Caminé hacia ella lentamente con la mirada fija en sus bellos ojos que ilustraban nada más que el color de la pureza. Su cabello negro como la noche y sus curvas esbeltas como las flores en otoño, reflejaba a La Maja Desnuda del gran pintor, Goya. Me excitaba verla sufrir por su libertad. Sus movimientos estimulaban mis más profundos apetitos artísticos y carnales. Al llegar, me acerque hacia ella de forma cariñosa hasta tenerla debajo de mi cuerpo y comencé a desprenderle cada ajuar con delicadeza hasta dejarla a la intemperie. Bajé la cabeza hacia su cuello y tomé una profunda aspiración para apreciar la esencia natural a mujer. Su cálido olor me hacía despertar una voracidad única por su cuerpo. Rodeé mis brazos contra su figura al fin desnuda y la acerqué a la pared de mi torso. Besé su cuello con ternura, rozaba mi mano por su húmero, entrelazaba mis dedos de forma lateral en su cabello hasta llegar a su cintura. Durante ese movimiento que se presentaba repetidas veces, se escuchaba el cantar de las cadenas y la voz majestuosa del llanto. En ese instante me detuve para mirarla directamente a sus ojos por varios minutos. Sus ojos llorosos expresaban amargura, debilidad, soberana derrota ante mí, mientras que yo, solo le demostraba mi cariño. Un cariño que ningún otro hombre sobre la faz de la tierra estaría dispuesto a demostrarle. Entonces ¿Por qué me temía? Solo la quería, la adoraba, la amaba, la deseaba tanto como a mí fenecida madre; pero... para mi lienzo.

Cada segundo que pasaba, mi mundo se distorsionaba con tanta perfección en esta hembra. Qué más podría decir de esta alma gemela. Al cabo de un rato, mis deseos por plasmarla en lienzo aumentaron. Ansiaba pintarla, necesitaba trazar cada detalle en mi cuadro, quería recordarla para siempre... pero antes... su pureza tiene que ser mía.

Me deshice me mi ropa para sentir su piel, su calor, su sudor. La abrazé con todas mis fuerzas hasta llegar al punto máximo de mi ola de placer. La besaba, la tocaba, la sentía, la olía, la acariciaba... era como volver a tener a mi madre bajo mi cuerpo. Mi pulso se aceleró y mi sangre ardía como arena en la playa. La intensidad de sus sollozos retumbaban en mí oído como el sonido de las caracolas cuando hablan con el mar. Su debilidad finalmente se rendía sobre mi cuerpo. Gritaba cada vez más y más de desesperación, hasta que sus sollozos se convirtieron en un poderoso mar de lágrimas.

-Madre... esta hembra me acuerda a ti. Cuanto extraño sentir tu piel junto al mío. Recuerdo como me peleabas, gritabas y llorabas para que yo no te tocara. No sé porque nunca me permitiste tocarte en vida, más sin embargo lo tuve que hacer en muerte. Madre... eras hermosa. - Decía en mis adentros.

Al terminar, cerré mis ojos y le besé la mejilla con gran elegancia y delicadeza. Ya su pureza es mía, ya mi obsesión por tenerla enredada bajo mi ser se calmó, ya satisfice mi lujuriosa necesidad, ahora... ¿Qué sigue? Claro... mi cuadro. Me puse mi ajuar y me encaminé hacia el escritorio para proceder a dibujarla, pero sus palabras vulgares abarcaban toda la habitación causándome una ira colosal. Llegué a mi escritorio donde se encontraba un lienzo, un pincel, un vaso, una navaja y un sellador de pintura. Me coloqué los guantes, sostuve la navaja y un recipiente que encontré justo al lado del escritorio y me dirigí hacia ella. Me senté suavemente encima de su pecho sin decir ni una sola palabra, acomode el recipiente al lado izquierdo de la cama, sostuve la navaja y comencé con la extirpación de su lengua. No quería que dijera ni una sola palabra mientras la pintara; las quejas frecuentes enfadan al artista.

Al terminar, regresé al escritorio, coloqué el recipiente con su órgano y me dirigí nuevamente hacia ella con la navaja y el vaso. Corté un pedazo no muy profundo en su muñeca, su sangre se depositaba lentamente en mi vaso. Su quejar apareció rápidamente al entrar en contacto con la navaja, al parecer le dolía cuando ejercía la presión en su delicada muñeca. Una vez que su sangre llenó el vaso, coloqué la navaja en mi bolsillo trasero y continúe mi marcha hacia el escritorio, agarré mi lienzo y procedí a pintarla.

Comencé por ajustar el tamaño del dibujo por medio de puntos formando una silueta como referencia. Agarré mi pincel, lo introduje en el vaso con sangre y empecé a dibujar su cuerpo primero. Me mantuve horas y horas pintando y perfeccionando cada detalle de mi pieza, añadiéndole sombras, luces, forma y profundidad de campo a la pintura (o al menos lo que se pudiera). Demostraba mi único y verdadero amor en cada pincelada, cada linea, cada grosor, cada movimiento. "Un cuadro debe ser pintado con el mismo sentimiento con que un criminal comete un crimen". Palabras sabias del gran Edgar Degas.

Al terminar mi cuadro, le dí el último toque con el sellador para preservarlo. Mi corazón se siente como si estuviera en el paraíso. Sentí esa gran satisfacción tan cerca de mi alma, esa felicidad que abarcaba todo mi cuerpo como aves viajando libres por el viento. Me levanté del asiento y me dirigí hacia ella para enseñarle mi gran obra maestra. Me senté nuevamente en su pecho con mi obra en mano para que me diera su opinión, pero claro, ¡Qué ironía la mía! ella no podía hablar, pero sus ojos le servían de critica para analizar mi obra.

Una vez que me expresó con sus ojos su opinión, tenía que responder a un nuevo y final problema... desaparecerla de mi casa y crearles un enigma a las autoridades abriéndole un nuevo caso a resolver para que no conozcan la otra cara de mi moneda, ya que trabajo para ellos como criminólogo.

Antes de proceder al último paso, no podría desperdiciar a una diosa como ella desapareciéndola de este mundo y ya, hay que hacer las cosas más divertidas, y no hay nada mejor que complicarles el caso con piezas perdidas.

Coloqué mi lienzo lejos de nosotros para que no se dañara, busqué mi recipiente con el órgano anterior y comencé con la extirpación de varias de sus funciones internas. Lamentablemente su alma ya había desaparecido minutos antes de la extracción de su último órgano... el corazón. Desprendí sus huellas digitales y la mutilé por secciones para quemarla lo suficiente, en caso de que los detectives la encontraran, no la pudieran identificar tan fácilmente con los mecanismos de emergencia y el cuerpo lograra alcanzar su estado de descomposición, lo cual hace la situación más interesante. Trasladé sus trozos de cuerpo y el recipiente con sus órganos a diferentes partes de la ciudad de manera cautelosa, guardándolos de manera "casi" imposible de encontrar. Terminado mi trabajo, retiré mis guantes, los quemé y regresé a mi casa.

Ya la diversión acabó por hoy. De verdad que duele saber que tu mejor amiga ya no estará ahí para ti cuando la necesites. Descansa en paz mi querida Rubí.

Ahora me pregunto... ¿Que hay de la vida de Dabria?

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