Acto 10: Nieve y rocas

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Astrid
Un portal se abrió sobre el nivel del piso por donde todo el grupo fue escupido. Vlad cubrió a Cloe con su cuerpo y fue aplastado por Astrid y Eyra. Shay rodó por el suelo e Hilda amortiguó la caída de Grifft. Los seguidores de Shay también lograron salir de aquel lugar, quedando demasiado debilitados por el viaje.

—Eso dolió… —dijo Shay —. ¿Qué mierda fue eso?
—Mis disculpas —respondió el viejo —. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que usé el bifrost.
—Entiendo… No hay que hacerlo otra vez.

El grupo apareció dentro de un gran castillo resguardado por la protección natural que ofrecía una de las altas montañas del norte.

—Venciste a un Hell Knight… —Astrid comenzó a reír con todas sus fuerzas —. ¡Venciste a un jodido Hell Knight!

Ella no se había sentido tan feliz en mucho tiempo, no desde que Ragnar tuvo un cambio repentino que terminó por separarlas.

—No sería la primera vez… —Shay suspiró —. Necesito un baño caliente.
—¿Esa es una longinus? —Astrid observó fijamente el escudo.

Negro como la noche, similar a las armaduras de los Hell Knight, pero a la vez diferente.

—Alioth, el escudo de la lealtad —le respondió Grifft.

Astrid se puso de pie y trató de levantar el escudo sin lograrlo, era tan pesado que no podía siquiera cambiarlo de posición.

—Pesa demasiado…
—Parece que después de todo no podemos confiar en ti —musitó Hilda.
—¿Huh? ¿Qué quieres decir niña?
—Ese escudo solo puede ser levantado por alguien con genuina lealtad. Quizá por eso tu Einherjer no está aquí contigo.

Astrid cerró sus puños molesta, dispuesta a luchar con Hilda otra vez con tal de conseguir una disculpa de esa niña mimada hasta que Shay la sujetó del hombro y la hizo a un lado tomando el escudo y poniéndolo en brazos de Hilda.

—Ya fue suficiente —ordenó refiriéndose a ambas —. Estoy muy agotado para lidiar con esto otra vez.

El resultado de Hilda fue el mismo que con ella, causando una sonrisa en su boca.

—Si…

Ella obedeció instintivamente al ver que Shay no se encontraba de humor y le abrió camino hacia Grifft.

—Tienes mucho que contar anciano.
—No los vencerás hoy ni mañana —le respondió Grifft —. Por ahora deja a este viejo honrar a sus muertos con el deleite de una victoria.
—Bien… Un día.

Shay sonrió para sorpresa de Astrid y le entregó el escudo al viejo después de tomarlo.

—Quédatelo, eres el único aquí que puede usarlo. En mis manos solo ganará polvo.
—¿Cuál es el precio?
—No lo hay —Grifft bajó la mirada —. Lo único que pido es que traigas a mis muchachos con vida cuando esto acabe.
—Haré todo lo que esté a mi alcance.

Shay asintió y dio medía vuelta colocando el escudo en su espalda. Astrid consideró mejor seguirlo que quedarse donde no era bienvenida y salió detrás de él. Ambos llevaron a sus seguidores inconscientes hasta una habitación vacía dónde podrían descansar y después comenzaron a recorrer el castillo buscando algo.

—¿A dónde vamos? —preguntó después de unos minutos de caminar en silencio.
—¿A dónde más? —Shay sonrió —. A buscar una baño caliente y algo para comer —el hombre se detuvo —. Ohh cierto, casi lo olvido.
—¿Qué cosa?

Al detenerse bruscamente la hizo chocar con su espalda, entonces dio la vuelta y colocó esa pesada mano sobre la cabeza de Astrid.

—¡Buen trabajo!

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