Guardó el teléfono cuando llegó su turno y esperó con paciencia que los técnicos le colocaran el micro mientras se miraba en un espejo y ayudaba a esconder el cable. Debía reconocer que estaba muy satisfecha con su aspecto y la elección de su estilista para la grabación de ese día.
Lucía un vestido en oro rosa con brillos, de tirantes con una pronunciado escote y largo hasta los pies, pero con la espalda totalmente descubierta. Eso era lo que más le había gustado, tenía que ser sincera, aunque no más que la forma en que se ajustaba en su vientre dejándolo notarse, pero sin verse demasiado grande. Con unos altos zapatos de tacón y su cabello ondulado y suelto, completaba el outfit.
—¡Regis! —gritaron cuatro voces al unísono, corriendo hacia ella cuando la vieron aparecer y abrazándola por todos lados.
Carlota, Andrea, Mario y Eric eran los niños que habían llegado a la semifinal siendo parte de su equipo. Cuatro niños tan inteligentes como talentosos, de edades entre los ocho y los doce años, con diferentes voces y habilidades, pero todos con algo común: ya se habían ganado su corazón.
—¿Cómo están? —preguntó, saludándolos, uno por uno, con un abrazo y un beso en la mejilla—. Se ven tan lindos —los admiró, vestidos con sus mejores galas para sus actuaciones—. ¿Sienten nervios?
—Un poco, sí —admitió Carlota, la mayor de ellos, una jovencita con una carrera prometedora y un encanto que había puesto a los cuatro jueces de pie en su audición y que la eligió a ella sin dudarlo.
—Yo no —habló Eric, el más pequeño. Con tan solo ocho años, ese niño poseía la voz de un señor de cuarenta, y con ese talento y encanto innatos se había metido en el bolsillo a todos allí—. Tú dijiste que no debemos tenerlos. Que disfrutemos y confiemos en nuestra voz.
—Exactamente —Le sonrió, mirando a Andrea que la observaba con curiosidad—. ¿Qué pasó, mi amor? ¿Tienes alguna duda? ¿Estás nerviosa?
—No, Regis, es que te ves hermosa hoy —la halagó—. Me gusta mucho tu vestido.
—¿Verdad? Eso mismo dije yo al verlo.
—¿Me lo puedes regalar? —preguntó, haciéndola soltar una carcajada. Andrea era tan parecida a ella... Era presumida, se sabía linda y adoraba cantar. Aunque lo más importante de todo, al menos para ella, era su forma de ser tan directa y extrovertida—Podría usarlo para cuando dé conciertos y cante delante de mucha gente, como tú.
—Te lo regalaré, pero con una condición.
—¿Cuál?
—Que me invites a uno de tus conciertos cuando seas muy famosa.
—¡Trato hecho! —Rio de nuevo, estrechando la mano que le ofrecía para cerrar el acuerdo.
—Regis, ¿hoy cantaremos todos juntos? —preguntó Mario, un pequeño con una voz prodigiosa y por el que había luchado para tener en su equipo al robárselo a Mateo.
—Sí, la canción que ya ensayamos. Se la saben, ¿verdad?
—¡Claro!
—¡Por supuesto!
—¡Sí!
Respondieron, todos sonrientes y emocionados a partes iguales. Porque aquella era una gran oportunidad para todos ellos. Porque tenían el talento y la voz y estaba segura de que, así no ganaran el programa, tenían un futuro prometedor e iban a llegar muy lejos.
—Regina, es el turno de tu equipo —anunció uno de los chicos del backstage, entregándoles los micrófonos a los niños—. Prevenidos, salís en cinco minutos.
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Eterna Tentación #BilogíaTentación
RomanceLuego de cerrar el caso que los unió, Regina y Alonso deciden instalarse en Ciudad de México para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Felices, tranquilos y llenos de trabajo, disfrutan cada momento y cada día junto a su hijo. Ese pequeño que es el...