Capítulo 1

10.2K 450 37
                                    

Hoy ha sido un día pesado para mí, los exámenes de final de semestre me están consumiendo la vida como un cáncer que se expande en todo mi ser

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hoy ha sido un día pesado para mí, los exámenes de final de semestre me están consumiendo la vida como un cáncer que se expande en todo mi ser. Amo mi carrera, de verdad me gusta y me apasiona la literatura, pero no puedo negar que es una carrera muy exigente. En la universidad en la que me encuentro se han preparado los mejores editores y escritores que conozco, ese ha de ser el motivo de la exigencia académica. Este es un centro de estudios enorme, ya que no solo dan mi carrera, sino como diez más, lo que me permite ver de manera regular a mis alocadas amigas que estudian diseño gráfico.

Salgo del aula de clases totalmente cansada, mi mochila está repleta de libros y el dolor que se instala en mi espalda es cada vez más intenso. Camino un poco y tomo asiento en los bancos de la plaza de descanso para sacar de mi bolso un calmante que me ayude con el fuerte dolor que se extiende poco a poco por toda mi espina dorsal y, por supuesto, también ubico mi cajeta de cigarrillos y mi encendedor. Luego de pasar el calmante con agua saborizada de limón, enciendo mi cigarrillo y doy una calada que me sabe a gloria, dejo pasar un poco el humo hacia mis pulmones y suelto el restante lentamente.

—Te he dicho que no me gusta que fumes, Esme. —Alessandro deja un suave beso detrás de mi oreja y se pone en frente de mí.

—Y yo te he dicho que así logro relajarme, así que trata de entenderme, ¿sí? —digo sin mirarlo.

—Si no te amara tanto, te quitaría esa porquería de las manos ahora mismo, pero no puedo decirte que no a nada —dice al tiempo en que su mano se acerca a mi barbilla y la eleva sutilmente para que lo mire—. Te amo, Esmeralda. —Se acerca a mí y me da un casto beso en los labios.

—Ídem —contesto y doy una calada más.

—No llegas ni a imaginarte todo lo que este hombre siente por ti. —Con su mano toma suavemente la mía y la lleva a la parte izquierda de su pecho—. Sientes como late, lo hace por ti.

Su mirada se encuentra fijamente a la mía. Suspiro cuando su mano se eleva y su dedo pulgar recorre lentamente mis labios haciendo que mis ojos se cierren disfrutando de su contacto. Aviento el cigarrillo un poco alejado de nosotros y su mano se extiende para posicionarse en mi mejilla, me dejo caer de lado sobre ella y con mi mano acaricio su antebrazo. Abro mis ojos y los suyos siguen mirándome con dulzura, nos acercamos lentamente el uno al otro y su frente recae sobre la mía, sus manos se posicionan con delicadeza sobre mis hombros mientras que enredo las mías en su sedoso cabello castaño y uno mis labios a los suyos en un beso lento, suave.

¡Ejem, ejem!

Escucho de pronto y ambos nos apartamos de manera brusca para observar. Eran mis amigas, Cecilia y Aurora que nos miraban con ojos vivarachos.

—Me encanta que se amen y que su amor permanezca fuerte como roca, aun después de cinco años, pero dejen de ser exhibicionistas, corazones —dice Aurora en tono burlón.

—Eso se llama envidia, Aurora, y que feo sentimiento —respondo haciendo de mis labios una línea fina para intentar contener la risa ante su mala cara.

—Bueno, yo si los envidio, pero envidia de la linda —interviene Cecilia acercándose a nosotros y dándonos besos en las mejillas.

Alessandro se sienta a mi lado y pasa su brazo por mis hombros atrayéndome hacia él para recostarme delicadamente sobre su pecho.

—Este fin de semana se las encargo mucho, chicas. —Besa mi cabello de forma dulce—. Salgo de viaje con mis padres y no regreso hasta el lunes por la noche.

—¡Por dios! Con nosotras estará, incluso, mejor que contigo, así que ve relajándote, Romeo. Todo bien —responde Aurora con seguridad mientras le guiña un ojo a mi Aless, quien se despide de nosotras y se marcha.

—¿Lo amas de verdad?

—Paso a creer que sí —contesto con una espléndida sonrisa.

Él próximo fin de semana será largo para mí, tres días sin ver a Alessandro serían un poco extraños, pero el decidió estudiar Mercadeo y su padre lo está preparando para los negocios familiares, por lo que supongo que será el primer fin de semana de muchos.

Hago lo mismo que mi novio y digo adiós a mis amigas. Camino hasta mi auto y cuando estoy por encender el motor mi teléfono comienza a sonar.

—¿Qué tal todo, papá? —contesto poniendo el altavoz para poner el auto en marcha.

—Hija, necesito que pases a la oficina por unos documentos y me los dejes en el estudio de casa, ¿cuento contigo?

—Claro que sí. De hecho, estoy saliendo de la universidad, así que llego en cinco minutos.

—Gracias, mi reina, te amo.

—Y yo a ti.

Cancelo la llamada y emprendo el corto camino hacia la Inmobiliaria Glauco, la empresa de mis padres, y tal como le dije a mi papá al teléfono, no tardé más de cinco minutos en llegar. Estaciono mi auto justo en frente y camino hacia las puertas de entrada donde las chicas me saludan con familiaridad en la recepción.

—¿Mi padre dejó unos documentos para mí? —digo haciendo toques con mis uñas en el escritorio.

—Sí, aquí tienes, muchas gracias por venir por ellos, Esmeralda, yo debía llevarlos, pero voy de urgencia porque mi hijo está enfermo. —Me entrega un sobre marrón totalmente sellado.

—No te preocupes, Martha, lo hago con mucho gusto. —Doy una palmada sutilmente sobre su mano y me giro para salir.

Doy un par de pasos y escucho que Martha menciona mi nombre y me detengo para voltear a mirarla.

—Nuevamente gracias —me dice aventándome un beso y yo sonrió amablemente.

En cuanto intento retomar mi camino, golpeo fuerte con una persona que de momento no logro ver porque el sobre y mi teléfono caen al piso.

—¡Lo siento mucho! —Me apresuro a decir aun sin mirar y comienzo a recoger mis cosas.

—Descuide, he sido yo el culpable —dijo una voz varonil.

Subo la mirada del suelo y veo al hombre de semblante serio que acaba de hablarme. Lleva puesto un traje un formal, su camisa está un poco abierta y deja ver levemente su pecho, su rostro luce una barba incipiente y su mirada... su mirada es penetrante, intensa e intimidante, sus ojos parecen desprender maldad y me dejan totalmente muda, paralizada y solo desvío la mirada hacia la recepción.

Martha se acerca hasta nosotros con premura y nos presenta.

—Esmeralda, él es Patrick Damasco, el nuevo socio de tu padre.

Asiento con la cabeza sintiéndome muy tonta, las palabras se han quedado atoradas en mi garganta y no hago más que salir corriendo de allí.

No sé porque me puse de esa manera, no entiendo porque mi cuerpo se siente descontrolado, nunca había sentido temor de ver a alguien directamente a los ojos. 

Gracias por estar aquí, bellezas. Espero que les haya gustado.

No olviden votar y comentar que les pareció este primer capítulo.  

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora