Capítulo 26

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Mini maratón 2/2.





Sandra: ¿Una fiesta de disfraces?

Culebra: ¿Qué tenemos que hacer todos el pantoche? – dijo siguiéndome al salón.

Mario: Mira Culebra, si hemos convencido a Rosa Ruano, te disfrazas, eh. A mi no me fastidies.

Lucas: ¿Y de dónde sacamos los disfraces ahora?

Mario: De una vecina que nos los deja del año pasado, del carnaval de aquí del Astoria. Bueno, y el resto pues nos lo inventamos, que tampoco se trata de ganar un concurso.

Jimena: Chicos, esto es una locura ¿vale? Pero es la única forma que tenemos de salir de esta. De verdad. Y necesitamos que nos ayudéis. Tenemos que conseguir que la gente se relaje, que se lo pasen bien, que se diviertan.

Leire: ¿Y después que hacemos?

Jimena: Hay tres grupos de patrullas ciudadanas dando vueltas por la zona, necesitamos invitarles y conseguir que vengan a la fiesta para que nos dejen el camino libre.


Se me ha olvidado contarlo, Rosa ha reunido a gente del pueblo para vigilar y encontrar a Andrés. Entonces, Mario, como siempre intentando ayudar, le dijo a Rosa que le montáramos a Nuria una despedida, como distracción, pero como siempre termina cagándola, la fiesta va a ser aquí en casa.


Culebra: ¿El qué? ¿Qué vas a meter a todos los maderos de todo el centro aquí dentro?

Jimena: Sí, pero aquí estarán controlados Culebra. Y van a estar relajados y cuando estén todos aquí metidos ya inventaremos algo para distraerles y de ahí sacaremos a Andrés y a la niña. Es que si no lo conseguimos seremos nosotros los que tendremos que coger las maletas y salir huyendo de aquí. Bueno, eso si tenemos suerte ¿no? Todos en marcha. 


Sandra y yo nos fuimos a la habitación, a ver de que nos disfrazábamos. Ella se iba a disfrazar de Charleston y yo de novia. Sandra iba con un vestido blanco con flecos, que le llegaba por encima de las rodillas, con unos guantes negros largos, unas medias de redecilla negra, y una pluma en la cabeza. 

Yo iba con un vestido blanco largo, un velo, unos tacones, unos guantes de encaje blancos (para no chamuscar a nadie) y el pelo ondulado. 

Sandra y yo bajamos, y Jimena me pidió que llamara a los chicos, así que subí. Por cierto Jimena iba con un vestido negro y una máscara, con detalles negros y dorados. 

Pues eso, subí, pero en el camino me encontré a Lucas saliendo de mi habitación y pasando por mi lado ignorándome un poco. Él iba disfrazado de militar, con una camiseta negra, unos pantalones de camuflaje, una cinta en el pelo y las típicas dos rayas de guerra en los mofletes.

Alex estaba también saliendo de la habitación, con un traje de chaqueta negro, que le quedaba muy bien.


Alex: Pero bueno, ¿y está novia tan guapa?

Yo: Gracias. Tú también estás guapísimo. Aunque no te hace falta el traje, siempre lo eres.

Alex: Bueno, espero que todavía me quede bastante para volver a verte así vestida. No me malinterpretes, estás preciosa, pero eres muy joven para casarte – bromeó.

Yo: Bueno, no sé – me reí un poco – Bueno, id bajando, que Jimena nos espera. Voy a por Culebra.

Alex: ¡Espera, no...!


Demasiado tarde, ya había abierto la puerta del cuarto. Y al otro lado estaba Culebra, de espaldas, que al escuchar la puerta rápidamente se giró. Iba con unos vaqueros, una camiseta blanca y encima una camisa de cuadros abierta, de distintos tonos de azul. En una mano tenía la grabadora que en su día utilizamos para grabar los poemas. Al principio se me quedó mirando con la boca entreabierta, cosa que me hizo sonreír, pero miró sobre mi hombro y rápidamente cerró la boca y se puso serio. Me giré y vi que detrás de mi estaba Alex, mirándonos primero a uno y luego al otro constantemente. Volví a mirar a Culebra.


Culebra: Pero bueno, tú no sabes llamar a la puerta ¿o qué? – pareció reaccionar.

Yo: Lo siento, es que Jimena dice que bajemos.

Culebra: Ah.


Al ver que no hacía nada, salí de la habitación con Alex.


Yo: ¿Qué tramáis?

Alex: Nada, ¿por? – disimuló.

Yo: Ya claro. Y volviendo al tema de antes, que sepas que para casarme primero tengo que tener pareja.


Y tras decir eso bajé, dejándolo solo. Abajo ya estaban todos y había empezado a llegar gente. 

Ángel también tenía un trajo de chaqueta negro con rayas blancas, que le quedaba como un guante. 

Leire, como no, utilizó su super imaginación para disfrazarse de los 4 elementos. 

Carlitos iba disfrazado de Harry Potter. Lucía de hada y Valeria de princesa. 

Cuando ya estábamos todos abajo, nos dividimos algunas tareas. Culebra estaba haciendo y sirviendo ponche. Sandra y Alex, simplemente estaban hablando, de vez en cuando a la conversación se les unía Ángel, pero solían ser pocas veces, ya que Rosa no dejaba de llevarlo de un lado a otro presentándoselo a todo el mundo. Yo estaba en las escaleras, pendiente de que no subiera nadie, pero hubo un momento en el que Jimena me llamó y me pidió que avisara a Andrés y a Elena de que ya casi era la hora. Menos mal que subí justo a tiempo, ya que alguien disfrazado de Batman estaba intentando en la habitación en la que estabas escondidos Andrés y Elena.


Yo: ¿Qué haces? – le dije al chico.

Chico: Ey, buscaba el baño.

Yo: Está aquí – dije señalando la puerta del baño.


Me quedé mirándolo, porque me resultaba muy familiar y me sonaba su voz. Hasta que por fin caí en quien era. Era Leo.


Yo: ¿Leo?

Leo: Sí, el mismo – dijo con una breve risa – T/n, ya sé lo que está pasando aquí.

Yo: ¿Ah, sí? – pregunté sin saber a que se refería.

Leo: Sí, ya sé porque estás con esta gente que no es tu familia – me quedé pálida, ¿cómo sabía Leo que esta no era mi familia? – Al principio me costó un poco entenderlo, pero ahora creo que ya sé cual es el motivo.

Yo: ¿Qué? – dije sin entender a que se refería.

Leo: ¿Es por el novio de Sandra? Es vuestro hermano y como vuestros padres no dejaban que estuvieran juntos os habéis venido con la familia de Sandra ¿no?

Yo: Estás muy equivocado – dije más tranquila.


Al final el terminó entrando al baño y yo a la habitación en la que estaba Andrés. 


Yo: Soy yo, tranquilos, ya no hay nadie. Jimena dice que ya es casi la hora.

Andrés: Vale.

Yo: ¿Le pongo el disfraz a Elena? 

Andrés: Sí.


Cerré la puerta llevándome rápidamente a Elena a mi habitación. Le puse el disfraz de fantasma pero me miraba un poco triste.


Yo: ¿Qué pasa?


Alguien abrió la puerta. Instintivamente escondí a Elena detrás de mi. Pero era Culebra, no había peligro.


Culebra: Tranquilas – dijo al verme tapando a Elena – Soy yo, vengo a por una cosa – dijo dirigiéndose al escritorio.

Yo: ¿No te gusta el disfraz? – le pregunté a Elena.

Elena: Sí, mucho.

Yo: ¿Entonces?

Elena: Que por una vez que tengo amigos me tengo que ir.

Yo: Seguro que donde vas también habrá niños con los que jugar.

Elena: Les puedo hacer daño.

Yo: Bueno, yo a veces tampoco controlo mi poder y puedo hacerle daño a la gente también. Pero ¿tú sabes que es lo que hago para no hacerle daño a la gente?

Elena: ¿El qué?

Yo: Sonreír. Cuando sonrías, todo va a ir bien. Excepto cuando te pongas nerviosa, pero como tú eres una niña muy buena y te portas muy bien pues nunca te vas a poner nerviosa. Y si alguna vez, que me parecería muy raro, te pones nerviosa, piensa en cosas que te gusten, en un momento feliz, ¿vale?

Elena: Vale – dijo abrazándome.


No pasó nada porque no llegó a tocarme la piel, tenía puesto el disfraz.


Yo: Venga, que te llevo con tu papá – miré a Culebra, que nos estaba mirando – Culebra, ¿bajas y escondes a alguna peque para que parezca alguna de ellas y no hagan preguntas?

Culebra: Ahora mismo.

Yo: Gracias – dije sonriéndole.


Él salió del cuarto y yo me quedé con Elena en el nuestro, esperando a que volviera. Volvió a subir para avisarme, bajamos los tres y la llevé con Andrés, que se puso una careta de zombie. Iba a montarse con Jimena en el coche, pero vino un policía. Me metí para la casa y desde la puerta junto a Mario, Lucía y Culebra estábamos observando lo que estaba pasando. Los invitados de la fiesta estaban en el patio. Escuchando el discurso de Lucas transformado en Nuria. Lucía les leyó la mente a Jimena y al policía.


Lucía: Andrés tiene apuntado el número de Jimena. ¿Eso es malo? 

Mario: ¡Ay dios mío!

Lucía: ¿Eso es que sí?

Mario: ¡Ay dios mío!

Culebra: Reina – lo miré – Haz lo tuyo.

Yo: Pero ¿para que sirve ahora?

Culebra: Tú hazlo.


Se alejaron un poco de mí y empecé a usar el poder de Sandra, haciendo que el coche de policía empezara a sonar. 


Lucía: ¿Dónde está Culebra?


Mario y yo nos dimos la vuelta buscando a Culebra, pero no estaba. Seguimos mirando la escena desde la puerta y unos minutos más tarde escuchamos un ruido detrás de nosotros. Nos giramos y Culebra volvía a estar detrás de nosotros.


Culebra: Tú tranquilo, que tú móvil te lo dará Jimena.

Mario: Pero ¿qué has hecho?

Culebra: Mario, un clásico, se llama el cambiazo.


Cuando el policía se fue, Mario y Jimena llevaron a Andrés, Nuria y Elena al aeropuerto para irse del país. Todos los invitados ya se habían ido. Los peques estaban jugando al escondite, creo que Alex y Sandra estaban en el patio, no sé donde estaban ni Ángel, ni Lucas, ni Leire, ni Culebra. Pero bueno, subí a la habitación para cambiarme de ropa. Me quité los tacones y me iba a quitar el velo y eso pero escuché a Lucía gritar, así que bajé corriendo las escaleras. No sé ni como no me maté bajando las escaleras con ese vestido. Sandra y Alex estaban junto a los niños. Lucas, Leire y Culebra vinieron corriendo detrás de mí y Ángel apareció en la cocina con una cara un tanto extraña. Culebra y Sandra empezaron a discutir, no sé porque pero vi que Lucía estaba llorando y nadie hacia nada, así que la cogí y la llevé al patio.


Yo: ¿Qué ha pasado?

Lucía: Que le he leído la mente a Ángel, y he visto cosas muy feas, estaba en un sitio oscuro – se calló de pronto y bajó la mirada.

Yo: Bueno, cariño, ya ha pasado ¿vale? – dije abrazándola.


Le limpié las lágrimas y le dije que se fuera a jugar con Carlitos y Valeria. Ella me hizo caso y se fue. Yo entré a la cocina de nuevo y me encontré con el circo de mi familia. Culebra mirando enfadado a Sandra, él estaba con la grabadora de los poemas, que por cierto, estaba echando humo. ¿Qué estará tramando este todo el día con la grabadora? Sandra miraba enfadada a Culebra, Alex intentaba relajar la situación junto a Leire. Por otro lado estaba Lucas, que no paraba de pirar de un lado a otro, primero a Sandra, luego a Culebra y por último a la grabadora, pero cuando me vio me añadió a su extraño juego de miradas. Ángel estaba en medio sin saber que hacer, y como yo acababa de llegar, todas las miradas se podaron en mí.


Yo: Escuchad, que yo os quiero mucho, sois los mejores, la mejor familia del mundo y todo eso, pero no quiero saber nada de lo que está pasando aquí ahora mismo, lo siento – dije para después salir de la cocina.


Al final subí a la habitación y me cambie a una ropa más cómoda. Luego bajé y ya habían llegado Mario y Jimena, que estaban hablando con Ángel, por lo visto habían decidido que se quedara, ya que como la casa la alquiló Silvestre, él hubiera querido que se quedara. La verdad, es que me alegraba, no voy a mentir, pero me parecía sospechoso lo que me había contado Lucía. Lo dejé pasar, y volvimos todos al patio para quitar toda la decoración, estábamos todos menos Ángel. Cuando quitamos toda la decoración entramos, cenamos y me acosté.



---Al día siguiente---

Me desperté y me dirigí al baño. Allí ya estaban Culebra y Sandra, esperando en la puerta.


Culebra: Tú, boquita piñón, ¿quieres salir ya? ¡Que no vives solo!

Sandra: Quieres dejarle ya, que te ha dicho que ya sale, que ansia.

Yo: Con que energía os levantáis por las mañanas.


La cola iba aumentando, vinieron Alex, Lucas, Lucía, Leire, Valeria y Carlitos. Al fin, salió Ángel, entró Culebra. Y así hasta que me tocó. Me preparé y bajé a desayunar, pero no me dio mucho tiempo, fuimos al colegio. Al llegar a clase Paqui estaba anunciando algo. Pero nadie le echaba mucha cuenta. Excepto Sandra y yo, que si nos llevábamos bien con ella.


Paqui: Chicos, que hoy es mi cumpleaños y mañana pensaba celebrarlo haciendo una fiesta en mi casa. ¿Os apetece venir?


Justamente Claudia entró a clase.


Claudia: Paqui, ¿es tú cumpleaños?


Paqui asintió.


Claudia: Paqui, ¿es tú cumpleaños? Felicidades, no todos los años se cumplen 4 años metales.


Sandra y yo estábamos sentadas en una mesa, en la misma, estaban Culebra y Alex a su rollo, al oír decir eso a Claudia, hice el intento de acercarme a ella para decirle unas cuantas cosas, bastante groseras por cierto, pero Sandra me retuvo con su brazo.


Paqui: Bueno, que si os viene mal lo puedo cambiar de día.


Al ver que nadie le echaba cuenta se sentó enfrente nuestra.


Paqui: Vosotras venís, ¿verdad?

Yo: Claro – dije emocionada, para que no se sintiera mal por los estúpidos de clase.

Paqui: Oye, ¿qué tengo de raro?

Sandra: ¿Por qué dices eso?

Paqui: Porque a esta gente le gusta más una fiesta sin padres que a un tonto un lápiz. Y no quieren venir porque la doy yo.

Yo: No hombre, no digas eso, es solo que no sabes venderla bien. Mira – dije levantándome.


Caminé hasta la mesa del profesor, que aún no había llegado y empecé a hablar en voz alta para que todos me prestaran atención.


Yo: Chicos, mañana hay fiesta en casa de Paqui, con comida, bebida, música y sin padres, yo voy a ir. ¿Quién se apunta?

Claudia: Hombre, así suena de otra forma. ¿A qué hora es?


Ahora que ya todos miraban a Paqui volví con mis hermanos, pero no me senté.


Paqui: Tipo 10 o así. ¡Ah! Y llevaros el bañador, que tengo piscina.

Sandra: Pero ¿aún no hace demasiado frío para la piscina? 


Se que se refería a que si había piscina no podríamos bañarnos, chamuscaríamos a todos.


Paqui: Que es climatizada tonta. Super guay ¿verdad?

Yo: Sí, super guay.


Intenté disimular, pero no lo conseguí. No me apetecía nada, me volví a sentar en la mesa, y está vez Culebra me miró, pero no le devolví la mirada, me quedé mirando al suelo. ¿Cómo íbamos a ir y no bañarnos? Es nuestra amiga, y no podemos faltar, pero, tampoco podemos bañarn...

Me giré porque sentí que me acariciaban la mano y vi que era Culebra. Este chico siempre sabía cuando lo necesitaba ¿eh? Lo miré agradeciéndole ese gesto, pero no le sonreí. Mi mente solo pensaba en que hacer. Llegó el profesor y pasaron casi todas las clases. Pasamos Sandra y yo por las mesas del pasillo, y Héctor, el amigo de Leo, pasó por nuestro lado con otro chico.


Héctor: Que esta se traiga el bikini, porque si puedo de lo desato a traición para verle las bufas – dijo señalándome.


Yo agaché la cabeza y Sandra me pasó un brazo por encima de mis hombros. Escuchamos un ruido detrás de nuestra, y rápidamente nos giramos las dos. Culebra estaba delante de Héctor, que estaba contra la pared, y Culebra enseñándole el puño.


Culebra: Eh, ¿por qué no me ves esto aquí? – dijo refiriéndose a su puño.

Héctor: Que era broma tío.

Culebra: ¿Era broma? Mira, como se te ocurra molestarla te arranco las orejas de pana y le hago pantalones a tu padre, ¿me entiendes, payaso?


Vale, estaba agradecida porque Culebra me defendiera pero no podía seguir allí, así que fui corriendo al baño. Sandra entró detrás de mi, y yo ya estaba llorando.


Sandra: Ey – se puso a mi lado – No le eches cuenta, es un cerdo.

Yo: No es eso.

Sandra: Mira, no te preocupes ¿vale? Sea lo que sea, todo va a estar bien. Hasta Culebra te ha defendido.


Me abrazó y se quedó así hasta que me tranquilicé.


Yo: Va, ve yendo tú a casa, me voy a lavar la cara.


Ella asintió y tras otro pequeño abrazo salió del baño. Me lavé la cara y salí del baño. Recogí mis cosas que estaban en la clase y me dirigí a la salida del cole, que Culebra estaba allí esperándome. 


Culebra: Ey, ¿estás bien?


Yo solo me encogí de hombros.


Culebra: Ven – me pasó un brazo por los hombros – No te rayes, es un gilipollas.


Yo lo abracé.


Yo: Gracias – susurré contra su pecho.


Él solo siguió abrazándome, hasta que empezamos a caminar hacia casa, pero él seguía con su brazo sobre mis hombros. Llegamos a casa, aunque no hablé en todo el camino. Íbamos a entrar pero él se paró, así que me giré para mirarlo, confundida.


Culebra: Reina, ¿quieres dejar de pensar en eso?

Yo: No estoy pensando en eso – mentí.

Culebra: Te lo digo siempre, mientes de pena. ¿Quieres dejar de rayarte?

Yo: Pues no, con eso no – dije un poco a la defensiva.


Entré, dejándolo solo en el patio. Entré y en la cocina ya estaban todos sentándose para comer.


Mario: Hombre, ya era hora. ¿Y Culebra?

Yo: Está afuera.


Alex salió al patio y yo me senté en mi sitio. Sandra que estaba a mi lado, me miró.


Sandra: ¿Estás mejor?


Yo asentí un poco, aunque era mentira. Al final los demás se sentaron para comer, Alex y Culebra entraron y también se sentaron y Mario también se sentó con nosotros. Mientras comíamos, tenía la mente en otro lado. En que hacer con la fiesta de Paqui, y en el idiota de Héctor. Terminé de comer y subí un rato a mi habitación y me eché un rato en mi cama. Me quedé dormida. Y me desperté, por desgracia. Porque estaba teniendo un buen sueño. El sueño era que Culebra y yo por fin estábamos juntos. Aún con la alegría y tranquilidad de ese sueño, bajé a la cocina y vi que alguien había dejado en la encimera una lata de refresco. No había nadie en la cocina. Así que decidí que podría intentar ver si podía controlar los poderes. Me quité los guantes, los dejé en la encimera y cerré los ojos. He hice lo que un día Culebra me dijo, pensar en momentos felices. Y rápidamente a mi mente vino ese sueño que acababa de tener. Cogí la lata y volví a abrir los ojos y la lata estaba intacta. Seguía fría y no había explotado. 




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3104 palabras.

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07/01/2023

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora