VII : Determinación

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A la mañana siguiente, Samira se despertó sobresaltada. Pronto reconoció su nueva habitación, se tranquilizó un poco pero aun su corazón estaba inquieto y angustiado. Debía encontrar una solución y rápido.

Se cambió con la misma ropa que tenía el día anterior, mirando de reojo las ropas que le había regalado su futura suegra. Luego se escabulló por los pasillos buscando la salida procurando que nadie la vea.

Salió al Jardín y vio pasar a un muchacho que llevaba unos caballos, lo siguió y llegó a las caballerizas...

-¿Samira?-

Samira pegó un salto del susto.

-Soy Rania, ¡No te asustes! Mi Zahida no tuvo buena noche y la saque a pasear un rato. ¿Qué haces tú tan temprano por aquí? -

-Yo... necesitaba tomar aire...-

-¿Estuviste llorando? - Rania quiso acariciar la mejilla de Samira, pero esta se echó hacia atrás -Estas hecha un desastre. No te preocupes no diré nada, entiendo por lo que estás pasando. Mi hermana pasó por lo mismo. ¿Sabes?... Al principio todas se enamoran de Zeth, pero pronto acaban con el corazón roto. Puede parecer muy romántico casarse con un hijo del desierto, pero al final, todo es inseguridad y lágrimas. No me corresponde a mi decirte esto, pero, me caes bien Samira y nadie quiere decírtelo, pero yo lo haré. Se corre el rumor que Zeth tiene amantes en cada ciudad, por eso no quiere casarse con ninguna, para poder seguir llevando su vida de libertinaje. Gracias a los dioses mi hermana se libró de aquello. De verdad compadezco tu situación. - dijo Rania con gesto de fingida preocupación.

Samira no decía nada, pero le parecía que Rania era la primera que le hablaba no queriendo enaltecer a su prometido y eso le sonaba a despecho, pero también podría ser cierto. De cualquier forma no tenía muchas opciones y debía actuar rápido.

-Rania, ¿serias capaz de guardar un secreto? -

-No me pongas en compromisos, yo no podría mentirle a Zahid, él es mi esposo-

-Al menos no decir nada, solo necesito salir un momento...-

-¿Te vas a escapar? - Samira no contestó -De acuerdo, no diré nada, es muy temprano, para cuando se den cuenta ya podrías estar muy lejos. Mira, si vas derecho por esta calle desde las caballerizas, sales derecho al desierto. Llévate uno de los caballos. Así adelantaras más rápido. Solo apresúrate, quien sabe cuándo se presente otra oportunidad como esta- La persuadió Rania.

Samira dudó un segundo, y sin pensarlo demasiado miró a Rania y le dijo:

-Muchas gracias Rania- ésta la abrazó y cuando comprobó que el muchacho de las caballerizas ya no estaba por ahí, tomó un caballo que estaba ensillado, se subió a él y salió por la calle que le había indicado Rania, quien la miraba alejarse rápidamente con una sonrisa maliciosa.

-Niña tota...- Murmuró la última esposa de Zahid. - Te lo mereces Zeth, por rechazar a mi hermana- y regresó con su bebé a sus habitaciones.

Eso había sido muy fácil, pensó Samira, se ató bien el velo al cuello y aceleró el trote con el caballo para alejarse de la gran Casona. 

Pronto llegó al límite del Oasis. Las murallas se alzaban imponentes, pero la gran entrada estaba abierta de par en par... Aprovechó que los guardias estaban distraídos y salió alejándose del poblado. El viento soplaba con más fuerza allí, su caballo dudó un poco, pero ella lo presionó para adentrarse en el desierto sin pensar en nada más.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora