—¿Sabes algo, Luz? —Hunter preguntó mientras observaba atento como la humana le sonreía y se acurrucaba junto a él.
—Sé muchas cosas, —Su sonrisa pícara y los blancos dientes que se ocultaban detrás de sus labios hicieron que el pecho de Hunter comenzara a calentarse. Ser un Sombrámbulo era sinónimo de vivir en una frialdad eterna, incapaz de sentir calor sin importar que el sol estuviese en lo alto. Pero al ver a Luz tan feliz de estar junto a él, era capaz de lograr lo imposible—. ¿Qué pasa?
—Te amo, ¿sabías eso? —A pesar de que la sensación de querer ocultar su rostro de la chica y enterrar la cabeza en el suelo hasta que la pena parase lo corroía por dentro, Hunter no pudo evitar sonreír al ver como las mejillas de Luz se sonrojaban y ella comenzaba a reír levemente.
—Claro que lo sé, Hunter. —Luz se acercó a Hunter, colocando su boca tan cerca de la suya que el Sombrámbulo podía oler su aliento a canela y azúcar, un aroma tan dulce que era capaz de iluminar hasta su día más oscuro—. Me lo repites cada día sin descanso, y cada día te respondo lo mismo.
Hunter no respondió, solo esperó a que su amada lo besara con la misma pasión, amor y calidez con que lo recibía todos los días, lista para compensar todo el daño que él había sufrido a manos del Emperador. A pesar de que había momentos en que Hunter dudase de lo mucho que la humana lo quería, ella siempre estaba lista para demostrarle lo equivocado que estaba.
—Yo también te...
—¡Hunter! ¡Ya son las nueve de la mañana! ¡Ven a desayunar! —La dulce y sonora voz de Camila Noceda despertó al rubio de su sueño, quien abrió los ojos sintiendo un repentino impulso de golpearse la cabeza para volver a dormir. Sabiendo que, probablemente, eso solo serviría para que él tuviera que pasar el resto del día con una jaqueca de los mil demonios, se levantó y se vistió rápidamente, mirándose en el espejo para ver si estaba presentable.
Subió por las escaleras del sótano, pues a pesar de la insistencia de la mujer sobre mudarse a una de las habitaciones del segundo piso, Hunter seguía prefiriendo dormir en el sótano. Le traía buenos recuerdos sobre los meses en que realmente había logrado formar una fuerte amistad con Gus, Willow, Vee y Amity, y a pesar de que cada uno de ellos ya había regresado a las Islas y dormían en sus respectivos hogares, Hunter seguía aferrándose a aquellas memorias fugaces de tiempos más simples. Seguía viendo a sus amigos en Hexside, y era común para el rubio el visitarlos durante los fines de semana, pero ese algo especial que los unió a todos después del Día de la Unidad se había desvanecido.
—Te dije que no durmieras hasta tarde, Hunter. —A pesar del tono firme en la voz de la mujer, su sonrisa decía lo contrario. Ella no estaba enojada ni molesta con el chico, y el plato de comida caliente que puso enfrente de él era prueba suficiente. El rubio sonrió antes de agradecerle a Camila y comenzó a comer.
—Gracias, señora Noceda. —Hunter se arrepintió de las palabras tan pronto como éstas salieron de su boca. Camila entrecerró sus ojos, mirando fijamente al rubio que, apenado por lo que había dicho, ocultó su rostro detrás de la taza de café humeante.
—Ay, Hunter. Sabes que me puedes decir Camila. —Ella simplemente suspiró y colocó un tazón de cereal en el lugar donde Vee, que acababa de llegar a la mesa, se sentó.
—S-sí. Lo siento, se... Camila. —Hunter fue lo suficientemente rápido para corregirse antes de invocar la ira de la humana.
—Hola, mamá. —La dulce voz de Vee distrajo a Camila de la misma discusión que tenía con Hunter. La pequeña basilisco se estremeció de felicidad cuando su madre adoptiva le plantó un cariñoso beso en su escamosa frente.
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A 10 centímetros de ti.
Romantik-Ella cambió mi vida, Blight. No creas que la dejaré ir tan fácilmente. -Quiero verte intentarlo, Sombrámbulo. Después de vivir toda su vida ignorando sus sentimientos, Hunter decide seguir su corazón y actuar sobre lo que siente por cierta humana...