Capítulo 10: Ahora piensan que estás maldita

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Tiene su varita en la mano. No la que usa normalmente, que es la de Fred según le ha dicho George, si no la suya, la que compró en Ollivanders cuando tenía once años. No se ha atrevido a tocarla desde que la han sacado de la tumba y ahora está en el piso de George en el Callejón Diagon, sentada en su cama y la de Fred, con ropa de él, mirándola. A la varita y a la rosa.

George y Mara han cogido cenizas de Philip, algo que al chico no le ha hecho ninguna gracia, pero ha decidido no decir nada, quizá porque ha visto a George demasiado emocionado como para romper el momento. Ellos no habían visto el reloj moverse, si no que se habían dado cuenta de que Fred seguía siendo el guardián de los secretos. Habían usado a Jake o algo así para descubrirlo, se lo había explicado cuando habían llegado al apartamento, pero Atria solo podía mirar las varitas y la rosa blanca.

—Creo que deberías secarte el pelo —comenta Philip desde la puerta y Atria levanta la mirada para verle.

—Puedes pasar, lo sabes, ¿no? —tiene que hablar suavemente porque sigue sin haber dicho nada de que Philip es un fantasma. Ha mentido un poco con como sabía que el chico se llamaba Philip, pero eso a ellos no les hace falta saberlo.

—Prefiero quedarme aquí —murmura y se le nota incómodo.

—En la casa no haces eso.

—Porque es nuestra casa, ¿no? —dice el chico y Atria se encoge de hombros—. Da igual, ¿qué planeas hacer con todo eso?

—No lo sé, tampoco sé qué planean hacer ellos para encontrarle.

—Bueno, teniendo en cuenta el cabreo de George cuando le has contado que lo sabes desde diciembre... —dice el chico y Atria no puede evitar reírse.

—Se lo merece —responde la chica, tumbándose en la cama y, por fin, el fantasma se acerca para intentar, de forma fallida, darle un pequeño golpe en el brazo que la atraviesa.

—¿De verdad crees que se lo merece? Te lo has callado diez meses —dice el chico y ella niega.

—Todavía no han pasado diez meses, estamos a principios de octubre —Philip niega y suspira, a lo que la chica levanta un poco la cabeza y le mira—. ¿Qué? ¿Crees que se lo tendría que haber contado?

—Sí, la verdad.

—¿Con qué pruebas, Philip? ¿Las mismas que tengo ahora? ¿Mi palabra de que no me imaginé después de una noche sin dormir que la aguja se había movido? ¿O con las pruebas de que ni siquiera sé como encontrarle? —no planea hacerle sentir culpable, de verdad, pero es frustrante.

—¿Y ahora? ¿Por qué lo has hecho ahora?

—Porque ellos ya lo saben.

—Y aun así no les has contado todo, ¿no?

—Bueno, creo que es más fácil decir que al intentar profanar la tumba he acabado maldita que decir que ahora tengo un fantasma personal —responde la chica y él niega.

—Ahora piensan que estás maldita y que te vas a morir, les he oído y están preocupados.

—No veo el problema, no voy a morirme.

—¡No lo sabes, Atria, no sabes lo que puede estar pasando porque esté aquí!

Philip se altera y parece que lo hace de verdad. Empieza a dar vueltas por toda la habitación y del bolsillo saca una de las piedras de su tumba, que empieza a usarla para dar golpes rítmicos en la cómoda cuando para al lado. Son golpes rápidos que parece que le ayudan a pensar porque, de repente, paran y se gira para mirarla.

—¿Cuánto queda para la luna llena?

—La luna llena no nos vale para mandarte de vuelta —Atria deja la cama y se pone de pie al lado del chico.

[3.5] Talking to his memory [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora