📖CIENTO VEINTIUNO📖

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Cuando se acerco la hora de reunirnos con Carla y Niggel, Kikyō y yo volvimos en nuestros pasos evitando a toda costa terminar de nuevo en el lado peligroso de la ciudad. Caminamos demasiado, tanto que comenzaba a creer que nos habíamos equivocado de camino, hasta que:

-¡Que es aquí!

-¡Claro que no! Dijeron que en la entrada del apartamento...

-¡No, entiende!

Niggel y Carla discutían en nuestro punto de encuentro, lo cual no era raro, pues esos dos peleaban desde que llegamos. Sigilosamente nos acercamos a ellos:

-Mira, tus nos perdiste hace rato, así que no pienso hacerte caso. - se quejaba Niggel con frustración - Este fue el punto acordado y listo.

-¡Que no! Kai dijo que... - comenzó a llevarle la contra la castaña.

-Yo dije que sería aquí. - Señale acercándome más a ellos para que pudieran darse cuenta de mi presencia.

Carla dio un salto y, cuál gato, se alejo para ponerse a la defensiva.

-¡Ja! Te lo dije. - celebró mi amigo con una sonrisa victoriosa.

Kikyō suspiro con pesadez; comenzaba a creer que en realidad ella era la mayor de nosotros, solo por su actitud de baja tolerancia a nuestras tonterías.

-¡Bah! Como sea, llegamos, ¿no? - se resigno Carla.

-De milagro... - bufo Niggel.

-Volvamos al apartamento y nos cuentan que pasó. - sugirió Kikyō, apresurado a todos.

Estuvimos de acuerdo y emprendimos el viaje restante (solo cruzar el túnel y la mini plaza).

-Por cierto, ¿compraron todo? - pregunto Carla.

Estábamos dando los primeros pasos de la pequeña plaza (o patio, o explanada, como sea), cuando al instante sentí un escalofrío en la espalda.

-Si, de hecho conseguimos... - comenzó a responder Kikyō con normalidad.

Carla ya no le prestaba atención, pues se había detenido a la mitad del lugar, mientras miraba por sobre su hombro.

-Kai...-me dijo, más por instinto, que porque realmente supiera que yo me daba cuenta de lo mismo.

-Lo se... - solté deteniendome también.

Kikyō y Niggel avanzaron un poco más antes de imitarnos. A los pocos segundos se escucho un disparo.

-¡¿Pero que demo...?! - grito Carla.

Todos nos agachamos justo donde estábamos, como si solo con eso nos protegieramos de lo que sea que estaba pasando.

-¡MIERDA, DYMYTRIE! -grito alguien luego de que un segundo disparo se hiciera presente. - ¡¿ACASO TE DIJE QUE ABRIERAS FUEGO?!

Aún con temor, esperando que no volvieran a usar ninguna arma, alce la vista para ver a que nos enfrentabamos: estábamos rodeados, de entre los edificios de alrededor, en todos los pisos había 2 o 3 personas apuntandonos con armas, otros más se acercaban lentamente con cuchillo en mano, pero solo uno se mantenía en la salida del túnel.

-¡Maldita sea! ¡Detenganse, bola de inútiles! - les gritaba el del túnel, debía ser el líder, pero no conseguía verlo. - ¡Los necesitamos con vida, idiotas!

Kikyō estiró su mano para jalarme un poco de la manga del suéter, me obligue a mirarla, con solo mover sus labios me dijo: “No olvides no decir nada”. Asentí, por supuesto que lo recordaba, no era tan tonto como para ir contando por todos lados que yo era un Ackerman-Arai, menos sabiendo lo de un día antes.

-Vaya, pero que tenemos aquí... - el sujeto del túnel se había acercado sin hacer ruido alguno y ahora estaba de pie detrás de mi. - Son 4 ilegales, me pregunto: ¿quiénes y de dónde serán?

Me gire un poco para verlo: no era más que un niño como nosotros, con sus ropas descuidadas, cabello negro largo atado en la nuca, tez morena y ojos de loco, manos callosas que sostenían un arma demasiado grande para el, y extrañamente llevaba puestas las cintas necesarias para manejar el equipo de maniobras. ¿Acaso...?

-¡LES PREGUNTÉ ALGO! - grito nuevamente disparando a un costado nuestro.

Su voz. Su voz no era la misma de la del sujeto del túnel, lo sé porque:

-¡DYMYTRIE! ¡TE DIJE QUE TE CALMARAS MALDITO CABRÓN! - grito uno más desde las sombras.

Al instante, el sujeto frente a mi bufo indignado antes de hacer una seña a los otros chicos que nos rodeaban, porque si, todos los presentes que alcanzaba a ver, debían tener nuestra edad, muy pocos podían se mayores. A quienes llamo, se acercaron rápidamente, nos levantaron a la fuerza y luego nos amarraron de las manos en la espalda.

Les heche una mirada rápida a los chicos: Niggel miraba con terror y shock a nuestros atacantes, kikyō los miraba con odio y Carla parecía completamente un robot sin emociones. Ninguno estaba en pánico y eso ya era una ganancia, supongo que se debía a lo poco intimidantes que se veían nuestros atacantes.

-Llevalos adentro, Dymytrie - ordenó el de las sombras y el otro obedeció.

Nos arrastraron hasta la casa de Levi, entraron como sin nada, como si conocieran la casa mejor que la palma de su mano. Eso me molestaba, me molestaba demasiado.

Una vez dentro, nos arrojaron al suelo libre entre la sala y la cocina, nuestras compras (irónicamente) las dejaron con cuidado sobre la mesa. Finalmente, nos apuntaron a la cabeza con las armas que tenían, tanto pistolas como cuchillos.

Guardaron silencio esperando algo. Sólo el chico pelinegro, Dymytrie al parecer, se atrevió a poner su asqueroso cuerpo en uno de los sillones del lugar. Chasquée la lengua, ganandome una mirada de advertencia de Kikyō, la ignore.

Comenzaron a oírse pasos por las escaleras y ya que la puerta estaba abierta de par en par, no era difícil ver como una sombra oscura crecía conforme se acercaba. Dymytrie no parecía más feliz que nosotros al ver entrar finalmente al que debía ser su jefe.

-¿Te mueves? - le pidió el recién llegado, con un tono que era más una orden que una petición.

El pelinegro se movió para cederle el lugar al chico que ahora podía ver con claridad: era más alto que yo, de cabello negro corto y alborotado, delgado, pero con algo de musculo generado por los años de peleas callejeras, tenía una cicatriz en el cuello, como si hubiera sido degollado y regresado a la vida milagrosamente; tenía una presencia imponente, aunque su andar era tranquilo y sigiloso como un gato, su mirada ausente le quitaba brillo a sus ojos miel casi verdes. Se me hacía conocido, no porque lo hubiera visto antes, sino por ese conjunto de detalles que demostraban lo horrible que era la vida aquí abajo.

-Sabemos que llegaron aquí desde la Superficie... - soltó con una voz serena y firme, este chico si era el que gritaba desde el túnel. - Así que lo preguntaré una vez, ¿quiénes son? Y ¿qué hacen aquí?

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora