Capítulo 4

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En la entrada, estaba el Gobernante del Reino Demoniaco. Luo Binghe.

Los ojos de Luo Binghe, negros como dos vacíos extremadamente profundos, miraban a Sha Hualing con una furia palpable. Sus cejas afiladas acentuaban su enojo, y la tendencia a destruir todo a su alrededor se intensificó al ver la escena obscena que se presentaba ante sus ojos.

Se escucharon fuertes pisadas mientras Luo Binghe se apresuraba a apartarlos, sujetando sin ninguna delicadeza las ropas de la mujer para separarla de Wei Ying.

—¿Ya no me respetas como gobernante, Sha Hualing?— dijo con una voz grave, su nombre resonando con una amenaza implícita.

Sha Hualing, sabiendo que Luo Binghe estaba furioso, temía que esta vez le arrancara una extremidad. Se arrodilló rápidamente para suplicar perdón.

—Este, n-no se atrevería, amo, nunca me atrevería. Y-yo solo tenía curiosidad.

Luo Binghe se impacientó, pero un tirón de su manga lo detuvo de seguirle gritando. En ese momento la pequeña criatura apareció en su mirada, dándose cuanta de que le había dado una mala imagen.

—Oh, A-Ying ¿Te he asustado? Este se disculpa— dijo tiernamente, nada que ver con la voz que le había hablado a la mujer.

Wei Ying aún lo miraba confundido, sin siquiera saber por qué había sujetado la túnica del hombre frente a él.

Luo Binghe se enterneció al verlo.

—Estás un poco confundido, no te preocupes. Pasará pronto— dijo, levantando su mano para darle unas tiernas palmaditas en el cabello —Descansa un poco más, ya estoy aquí contigo. No pasará nada malo—le dio una de esas sonrisas tranquilizadoras, no tan propias del señor demonio. —Sha Hualing estaba jugando, ¿no es así?— se dirigió hacia ella con una oscura y retorcida sonrisa que hizo que rápidamente ella se compusiera.

—Así es, esta A-Ling solo estaba jugando. Sí, sí.

—Puedes retirarse. Luego hablaremos tú y yo— sentenció el señor Demonio.

Sha Hualing trago saliva sabiendo lo que le esperaría.

—¿Dónde estoy?— preguntó A-Ying cuando la mujer salió.

Luo Binghe tomó su tiempo en responder, primero acomodando a Wei Ying nuevamente en la espaciosa cama.

—Estás en mi palacio. En el Reino Demoniaco—respondió.

Un leve reconocimiento llegó a los ojos de Wei Ying al escuchar esto, lo que aumentó las esperanzas de Luo Binghe para preguntar.

—¿Sabes cómo me llamo?

Wei Ying miró fijamente a esos ojos tan brillantes como las estrellas de la mañana.

—Bing-er.

Luo Binghe sonrió ante esto. —Así es, este Bing-er está aquí. ¿A-Ying me ha extrañado?

Ahora fue el turno de A-Ying de responder.

—A-Ying extrañó a Bing-er—una gran sonrisa iluminó el rostro de Wei Ying, riendo ante la tranquilidad que sentía.

Luo Binghe tenía que preguntar.

—¿Qué es lo último que recuerdas, A-Ying? Necesito saber a qué punto tu memoria está en orden.

—Asedio— respondió Wei Ying.

Luo Binghe sabía que había más, solo necesitaba esperar a que continuara.

—Luego no recuerdo muy bien, me sentía cansado.

Luo Binghe sostuvo su rostro entre sus manos. —¿Recuerdas algo más, A-Ying?

Wei Ying se sonrojó por tener esa cercanía.

—Llamé... yo llamé... llamé a...

Luo Binghe asentía con su cabeza, incitando a que continuara.

La conciencia regresó de golpe a Wei Ying, ante la imagen de dos imponentes personas que aparecieron en medio del asedio.

Los ojos de Wei Ying se abrieron grandes —Bing-er.

Bing-er sonrió —Si.

—Bing-er— volvió a llamar.

—Si— respondió nuevamente el señor Demonio feliz, de que finalmente la pequeña persona frente a él, lo reconociera.

—¿Hua Cheng? ¿Dónde está?— preguntó Wei Ying mirando por toda la habitación.

El rostro de Luo Binghe se vio lamentable y lloriqueó.

—A-Ying, mi corazón duele. No es posible que nos vemos después de tantos años y preguntas por ese tipo. Mírame a mí, tu Bing-er. Mira lo fuerte que me he vuelto. ¿Acaso no ves lo atractivo y guapo que soy?— soltó el rostro de Wei Ying para ponerse de pie, para que este lo mirara mejor.

Ahí salía nuevamente el demonio posesivo. Luo Binghe había cambiado mucho; el rostro regordete de un niño pequeño ya no estaba más. Ahora, su rostro era de un joven entrando en la etapa de madurez. Era muy atractivo, con ojos agudos, cejas afiladas y hombros anchos.

—Definitivamente ha cambiado— reconoció Wei Ying para sí mismo, su rostro sonrojándose nuevamente bajo la atenta mirada del demonio.

El señor Demonio decidió burlarse un poco de él. Mientras se sentaba nuevamente a un lado de la cama, preguntó descaradamente al oído del pequeño.

—¿Te gusta lo que miras, A-Ying?

El rostro de Wei Ying se pintó de un furioso carmesí y apartó la mirada. De repente, la tela de las sábanas en su regazo se volvió más interesante que cualquier otra cosa.

—¿Por qué apartas la mirada?—preguntó el señor Demonio con un tono grave—. Este Bing-er es tuyo, puedes mirarle cuanto quieras.

Wei Ying se atragantó por tal descaro.

—Desvergonzado.

Luo Binghe se río fuertemente.

—Deja de burlarte de nuestro A-Xian, maldito demonio—gruñó una voz a su espalda.

La espalda encorvada de Luo Binghe se puso recta como un lápiz. Su sonrisa se congeló. Exclamó por lo bajo una maldición antes de voltear con la más fingida de las sonrisas que tenía.

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