Capítulo 5

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—Deja de burlarte de nuestro A-Xian maldito demonio— gruñó una voz a su espalda

Luo Binghe volteó hacia el invasor.

—¿Qué haces tú aquí?—preguntó con una cara descompuesta.

La otra persona, con una sonrisa burlona, parecía disfrutar de su reacción.

—No pareces feliz de verme.

—¡Vaya! Qué observador—replicó Luo Binghe con sarcasmo, apretando los dientes.

El otro decidió ignorar su comentario y se acercó a la cama.

—A-Ying, ¿cómo te sientes? Vine tan pronto como pude. ¿Este idiota te trató bien? ¿Te está intimidando, verdad?

—Cheng-ge, me está intimidando—respondió A-Ying, asintiendo y levantando sus brazos hacia la persona de rojo.

—Aw, mi pequeño A-Ying, no te preocupes más, tu persona favorita ya llegó a rescatarte. No dejaré que nadie te intimide otra vez—dijo Hua Cheng, abrazando a Wei Ying con ternura.

Los ojos de A-Ying parecieron brillar de felicidad. Hua Cheng le correspondió el abrazo, sintiéndose muy feliz de tenerlo nuevamente entre sus brazos.

El aire caliente exhalado por el jefe Demonio, aguantándose el hecho de ser dejado a un lado, se hizo más evidente. No soportó más.

—¡Es suficiente! Dejen de abrazarse tanto. A-Ying, a mí no me abrazaste. ¿Es posible... que A-Ying no extrañara a este humilde? Mis lágrimas derramadas y mis preocupaciones por ti no valieron nada porque A-Ying no me quiere, ¿verdad?

Wei Ying, aún en los brazos de Hua Cheng, giró su cabeza para mirar a Luo Binghe, que lucía casi lastimoso en su intento de parecer indiferente.

Hua Cheng sentía que le ardían los oídos al escuchar tremendas tonterías y suspiro con disgusto —A-Ying, abraza a este idiota antes que comience a llorar. No poder soportarlo si eso pasa.

—Bing-er...—comenzó a decir Wei Ying, extendiendo una mano hacia él.

Luo Binghe dio un paso adelante, sus ojos llenos de esperanza.

Wei Ying, con una sonrisa suave y un brillo de compasión en sus ojos, hizo un gesto para que Luo Binghe se uniera al abrazo.

—Ven aquí, Bing-er. No seas tan dramático—dijo Wei Ying con una risa ligera. Finalmente, A-Ying dejó de burlarse de Luo Binghe. Sin embargo, este se sintió mal por haber sido el blanco de las bromas de A-Ying y lloró de todos modos.

Luo Binghe se quedó paralizado por un momento, sin saber cómo reaccionar, antes de que una amplia sonrisa se extendiera por su rostro. Se acercó rápidamente y se unió al abrazo, rodeando a Wei Ying y Hua Cheng con sus brazos fuertes.

—Ahora estamos juntos otra vez—dijo Wei Ying, sintiendo la calidez y el apoyo de ambos a su lado—. Los extrañé a los dos.

Luo Binghe y Hua Cheng intercambiaron una mirada por encima de la cabeza de Wei Ying, una tregua silenciosa y temporal en su eterna rivalidad, mientras compartían el mismo objetivo: proteger y cuidar a la persona que ambos amaban.

En ese momento, en medio de la opulenta habitación, decorada con ricos tonos de rojo y negro, Wei Ying sintió una paz que no había conocido en mucho tiempo. Rodeado por el amor y la lealtad de Luo Binghe y Hua Cheng, supo que, a pesar de las dificultades, siempre tendría a alguien a su lado.

Podríamos decir que los subordinados en el Reino Demoníaco descansaron mucho de la enorme personalidad del gobernante. Este parecía estar ocupado en algo, o, mejor dicho, en alguien en específico.

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