Neji le había dicho a Hinata, su prima menor de ocho años, que acababa de recibir su primer beso. Hinata, siendo criada aislada e inocente, estaba confundida sobre lo que era un beso. Para no parecer mal informada, la chica de cabello índigo se guardó la pregunta. Se dirigió a la finca vecina, las fincas Uchiha.
Los Uchihas no eran diferentes a los Hyuugas, el clan de Hinata. Eran duros, pero hospitalarios. Ambos clanes eran muy antiguos y muy poderosos.
El líder Hyuuga tenía dos hijas: Hinata, de ocho años, y Hanabi, de dos. El jefe Uchiha también tenía dos hijos, sin embargo, los suyos eran varones: Itachi, de doce años, y Sasuke, de ocho años.
Mientras aún hablaban entre sí, la tensión entre los clanes era fuerte. En un intento desesperado por fortalecer los lazos y generar confianza, Uchiha Fugaku, jefe del clan Uchiha, y Hyuuga Hiashi, jefe del clan Hyuuga, decidieron comprometer a sus hijos mayores. Con el consentimiento de Itachi, cada jefe de clan firmó torpemente un contrato de matrimonio.
Hinata caminó tímidamente más allá de los guardias en las puertas de entrada del Uchiha, caminando hacia la puerta corrediza. Golpeó suavemente la madera, pero claramente. La puerta de papel se abrió y la madre de Itachi, Mitoko, miró la pequeña y tímida Hyuuga.
—Hola, Hinata-chan. ¿Has venido a ver a Itachi-chan? —Hinata asintió, un color rosado se formó en sus mejillas.
La condujeron por el pasillo de la casa, deteniéndose en la última puerta al final de la misma. Mitoko se fue, guiñando un ojo y sonriendo a sabiendas a Hinata mientras lo hacía.
La puerta se abrió antes de que tuviera la oportunidad de llamar. Itachi miró a su prometida menor de edad, y ella se sonrojó de nuevo.
—Hinata-chan, qué amable de tu parte venir.
—B-buenos días, Itachi-kun —juntó sus dedos índices en un hábito adorable y cada vez mayor—. Yo ... Etto ... si no estás n-ocupado, me gustaría, etto, como ta-hablar contigo…—un nuevo tono de rojo estaba siendo inventado en la cara pálida de la niña de ocho años—. ¡Si t-no tienes ti-tiempo, lo entiendo! —ella balbuceó.
—Para ti —dijo Itachi amablemente, tomando su mano más pequeña entre las suyas—. Haré tiempo —condujo a la niña más joven afuera, al jardín de su madre.
Hinata sonrió, amaba las flores. Los dos miraron las plantas en silencio por un rato, pero, aunque la colorida flora era hermosa, el cálido sol de la tarde se estaba volviendo muy desagradable. Itachi la llevó a sentarse bajo la fresca sombra del cerezo en flor.
—Entonces —comenzó—. ¿De qué deseas hablarme, Hinata-chan?
Hinata se movió nerviosamente bajo su mirada, moviendo la suya hacia la piedra debajo de ella
—Bueno, a-hoy, Neji-nii-san me dijo que T-Tenten-chan lo besó, y me preguntaba... —un rubor oscuro se extendió por sus mejillas, rezando para que no se rieran de ella por su pregunta—. ¿Qué es un beso?
Itachi pensó un momento y luego sonrió. Hinata lo miró expectante con sus grandes ojos puros de color blanco lavanda.
Itachi tomó su mejilla, observando con secreta satisfacción mientras ella temblaba levemente. Su otro brazo se deslizó para descansar sobre su espalda. Sus labios se encontraron con los de ella con dulzura, demorándose solo lo suficiente para dejar claro un punto.
Hinata tocó sus labios, levantando una ceja—. Eso —susurró con aire de suficiencia—. Fue un beso.
—Oh… —Hinata se sonrojó escarlata, encontrando un repentino interés en sus pies calzados con sandalias—. Etto… p-podría tener otro…?
Itachi se inclinó hacia el ángel en sus brazos de nuevo, extrañamente feliz de que ella quisiera que él la besara de nuevo. Sabía que debía tener cuidado de no corromperla todavía, ella solo tenía ocho años de edad, y habría un momento y un lugar para eso, cuando ella fuera legítimamente suya para tomarla. Podía esperar, pensó, pero por ahora, le daría a Hinata lo que quisiera.
—Puedes tener tantos como quieras, Hinata-chan.
Ella sonrió felizmente, apenas capaz de esperar.
