𝐀 𝐓𝐫𝐮𝐞 𝐏𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐬

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ᴛʀᴜᴇ ᴘʀɪɴᴄᴇss
𝄐


Era una tarde tranquila; quizás más iluminada que cualquier otra que Dragonstone pudiera haber presenciado ese año.

Daemon Targaryen se encontraba sentado en un asiento justo fuera del dormitorio que Mysaria y él compartían. Unos ocho meses habían pasado desde que la gran noticia había llegado a su conocimiento.

Su primogénito estaba próximo a nacer, y él no sabía cómo actuar. La ansiedad lo consumía por completo — ¿cómo iba a cuidar de un niño, que además iba a ser un bastardo?

La mujer y él jamás se habían casado, y claramente era demasiado tarde como para hacer algo al respecto. Además, Mysaria se había negado rotundamente a que Daemon tomara su mano — algo que él jamás llegó a comprender con totalidad.

Quizás su amor hacia él no era el más sincero, y siendo franco, él tampoco sentía un cariño tan profundo por ella. Muy diferente era lo que sentía hacia el pequeño príncipe que iba a conocer dentro de unos minutos, si es que todo salía como esperaba.

La escuchaba gritar, muy fuerte. Era algo angustiante, y estuvo a punto de abrir la puerta de un golpe para ver qué sucedía — pero respetaba que ella prefiriera la soledad en una situación así. Sólo dos mujeres practicantes de aquel oficio se encontraban con ella, quizás, sin hacer nada en absoluto.

—Príncipe —lo llamaron de repente, causando que se levantara de inmediato de su lugar—. Una princesa ha nacido sana y muy fuerte.

¿Princesa? Daemon no había pensado en aquella posibilidad, en absoluto. Creía que la maldición de tener sólo una primogénita sólo había caído sobre su hermano, pero al parecer, la maldición acababa de caer sobre él también.

—Gracias —respondió, simplemente pasando por el lado de la joven y entrando casi en un trote al dormitorio.

Mysaria se encontraba casi de cuclillas en el suelo, con una expresión de dolor en su rostro mientras la otra mujer sostenía su mano, indicándole alguna que otra cosa.

Era extraño que una madre no tuviera en sus brazos a su recién nacido apenas se llevara a cabo el parto, pero por alguna razón, ella parecía no estar en absoluto pendiente de lo que acababa de salir de ella.

—Mi príncipe —la joven que lo hizo pasar se dirigió a él nuevamente, con un bulto entre sus brazos—. Su pequeña princesa.

Daemon tragó saliva ante esas palabras — pero le bastó sólo una mirada hacia la pequeña niña para darse cuenta de que, en realidad, no era una maldición en absoluto.

La tomó en sus brazos con una delicadeza que jamás alguien se hubiera imaginado que podría traer en sí mismo. Acarició su cabeza, sonriendo suavemente al escuchar un pequeño quejido de su parte. Giró su cuerpo hacia Mysaria, verificando cómo se encontraba. Su mirada se encontraba en el suelo, mientras la notaba tomar respiraciones profundas a la vez que las damas de compañía le ayudaban a asearse.

Decidió mantener su distancia por un momento, mientras comenzaba a mecer con suavidad a la pequeña en sus brazos. La miró con atención, analizando detenidamente su cabello negro. Las probabilidades de que mantuviera el color platinado eran muy bajas, pero aún así le daba lo mismo. Se encontraba más ansioso por ver el color de sus orbes, los cuáles esperaba fueran color violeta como los de él.

—Déjenme tranquila, estoy bien —escuchó hablar a Mysaria, con un tono bastante irritado. Esto era bastante entendible, tomando en cuenta todo el dolor que había estado pasando desde la madrugada de ese día.

Daemon finalmente se acercó a ella, aún con la sonrisa de emoción plasmada en todo su rostro. Era muy raro verlo sonreír — era como si todas las sonrisas que alguna vez ocultó, estuvieran siendo mostradas a las tres personas que había en el lugar.

—Mi lady, debe recostarse para darle pecho a la niña —dijo amablemente una de las parteras, manteniéndose a unos pasos de ella.

—No —dijo, negando con la cabeza repetidas veces—. No tomará de mi seno.

—Mi lady...

—Dije que no. Una de las nodrizas puede encargarse de aquello, ya lo hablé con ella —explicó, aún rehusándose a tomar asiento—. Está en la cocina. Emlyn, se llama.

Ambas jóvenes miraron a Daemon sin saber qué decir, y él, algo corto de palabras, se limitó a darle un asentimiento a ellas, dándoles el permiso para dejar la habitación. Esperó pacientemente a que la puerta se cerrara, para finalmente dirigirse a ella.

—¿Qué crees que haces? —fue lo primero que se le ocurrió decir— Es muy importante que la alimentes tú misma, es algo necesario.

—No quiero esto, Daemon —dijo en un tono duro, aún luciendo el cabello húmedo por el sudor, y con unas ojeras bastante más marcadas que de costumbre—. No la quiero.

Él la observó, frunciendo el ceño. No terminaba de comprender las palabras que se le estaban diciendo, pero sabía que cierta furia comenzaba a crecer dentro de él.

—Es tuya —afirmó—. Tanto tuya como mía. No permitiré que le prives algo tan simple como esto.

—Si tanto la quieres, quédatela tú —subió su mirada a él, con cierta rabia siendo plasmada en sus ojos—. Desde un principio te dejé claro que no pretendía criar a una bastarda. Tengo cosas más importantes que hacer.

Y era verdad — Mysaria le había dicho reiteradas veces que no iba a vivir bajo la sombra de que tuvo un hijo bastardo del príncipe de los Siete Reinos. Su reputación en ese entonces era lo suficientemente mala, y no quería arruinar la oportunidad de finalmente quitársela de encima.

Y claro, aquella bebé sería un gran obstáculo para ello.

—Me iré de Dragonstone por la mañana —continuó hablando—. Negaré que es mía. Y que me corten la cabeza por ello, pero no seré madre de tu hija.

Llevó su mirada rápidamente hacia el bulto que el hombre tenía en sus manos, antes de hacer un esfuerzo por levantarse de su lugar para poder caminar hacia la cama. No iba a hacerla cambiar de opinión, y estaba seguro de eso, pero no quitaba el hecho de que la pequeña Alyssa sería desde ahora su completa responsabilidad.

***

El viaje a King's Landing por mar era claramente más largo y complicado que simplemente subirse al lomo de su dragón, pero tomando en cuenta que tenía que cuidar de la pequeña Alyssa, a Daemon no le quedó otra opción que optar por el agotador recorrido en barco. Su llegada no fue de lo mejor recibida aquel día, pero de todos modos, por órdenes del Rey, se le otorgó una pequeña audiencia con su hermano.

La inesperada petición del príncipe al Rey Viserys dio bastante de qué hablar entre todas las personas del Poniente, pero él sabía que un poco más de daño en su reputación valía completamente la pena con el resultado que obtuvo.

Alyssa Waters había sido legitimada como hija de Daemon Targaryen — de un día para otro, ya no era simplemente una bastarda producto de una pequeña aventura. El consejo real le había advertido a su majestad las consecuencias que esta acción podría traer a la familia, pero Viserys jamás había visto unas palabras tan sinceras salir de la boca de su hermano menor.

Lo que sería de ellos más adelante era un completo misterio, pero por lo menos, Daemon estaba tranquilo.

Nadie le haría daño a su pequeña Alyssa, de eso estaba seguro.

The Cold Side Of Fire | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora