Única parte

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I. La carta de alcalde

El día era tranquilo, tan tranquilo como lo había sido desde el momento en que decidió tomar esa nueva vida. Nada pasaba en realidad, ni parecía pretender pasar.
Quackity se había dado cuenta en los últimos días lo vacío que podía llegar a sentirse a pesar de tenerlo todo; había logrado ganar la alcaldía con su campaña política y se había casado con la mejor opción posible. Pero a pesar de ahora ser la persona de más poder la persona más especial para él lo empezaba a ignorar, a pesar de estar viviendo con alguien más la casa siempre estaba vacía.
Rubius su actual esposo siempre tenía “asuntos que resolver”, no lograba ser engañado por la excusa —él mismo siendo alcalde no tenía nada para hacer— pero igualmente lo dejaba ser, lo dejaba salir a buscar a la persona a quien siempre quería ver, lo dejaba porque él también lo quería hacer. Así como Rubius salía corriendo cada día tras un hombre casado, Quackity utilizaba cada medio disponible para buscar a su ser amado.
Y justo como lo había hecho ya tantas veces, salió en busca de aquel amor que dejó de lado ante su interés político, pero así como en las ocasiones anteriores se encontró con una casa vacía cuando llegó.
Imaginó que podría estar con los demás así que decidió “dar un paseo”. Al poco tiempo la ironía de la vida lo llevo con un trío.
—Hey, hola —El de ojos verdes saludó tan pronto como lo vio acercarse.
—Hola chicos —Quackity saludó.
La sorpresa de Rubius al ver a Quackity en ese lugar fue notoria y éste no pudo evitar querer reír ante esa reacción.
—¿Qué hacen? —Quackity quiso crear conversación mientras buscaba con la mirada a los alrededores.
No había rastro de Luzu. Ni de nadie más.
—En realidad, estábamos terminando de charlar y justo iba de regreso —contestó Rubius.
Quackity intentó evitar reír. ¿La incomodidad que sentía le servía para reflexionar el cada día buscar a Vegetta incluso cuando está en compañía de su esposo?
—Mmm, pero acabo de llegar —habló como si se sintiera decepcionado—. ¿Por qué no hacemos algo?
—Oh, eso sería bueno. —Cambió de ánimos Rubius porque eso significaría más tiempo para estar allí.
Lolito y Vegetta terminaron por aceptar también —aunque con precaución—. Se quedaron al aire libre conversando y disfrutando sin mucho más movimiento hasta que divisaron acercarse a un par más.

—¡Vaya que estuviste ocupado! —Quackity no disimuló—. No te preocupes Luzu, mañana podemos recuperar el tiempo.
—¿Mañana? En realidad, tengo planes con Auron —habló incómodo.
—¿Enserio? ¿Otra vez? Últimamente estás muy ocupado, cada que te voy a visitar no estás.
—Bueno… No puedo estar siempre en mi casa, y últimamente he… —Luzu pensó en qué debería decir, ya había empezado a hablar pero no quería dar detalles.
—No te sientas mal Quacks, últimamente Luzu y Auron nunca están. —dijo entre risas Vegetta.
El comentario arrojado como burla hacia el par mencionado logró aturdir al más joven del grupo.
—¿Ah sí?... —Se giró hacia Luzu—. Pero igualmente vendrás mañana ¿Verdad?
—Quackity…
—Es una orden.
—¿Qué? —Luzu no comprendía lo que acababa de escuchar.
—Soy tu alcalde.
Todos en el lugar se quedaron en silencio un momento, no habían visto a Quackity “jugar la carta del alcalde” jamás.
—Entonces ¿Te veo mañana? —Volvió a preguntar como si su compañero tuviera elección.
—Sí.

II. El primero en abandonar

—¿En verdad no necesitas mi ayuda? —El hombre frente a mi parecía no comprender mi razón para negarme.
—No, está bien. —Trate de restar importancia—: Es solo un asunto con respecto a su inactividad laboral reciente.
—De acuerdo… Cualquier cosa me informas.
—Por supuesto.
Salió de la casa.
No esperaba que me diera un beso de despedida ni que preguntara algo más, nunca lo hace ni es algo que deseo de él pero igualmente sentí la sequedad en nuestra relación —y en mi vida— cuando cerró.
Lo único que tengo es a Luzu y parece estarlo olvidando. Toc toc.
Como si el universo lo supiera; esa persona tocó a mi puerta.
—Hola, pasa. —Hablé al abrir.
—Gracias.
—¿Quieres beber algo?
—No gracias. Cuéntame, ¿Para que me citaste?
—Ah, no te  preocupes por eso, lo revisé bien y no es importante. —Traté de evadir la pregunta— ¿Ya almorzaste? Creo que te puedo…
—Quackity —interrumpió—, resolvamos lo del trabajo.
—Es aburrido y poco relevante, mejor aprovechemos el tiempo.
—¿A qué vine en realidad? —Su voz mostraba frustración.
—Hey, tranquilo. —De verdad no quería enojarme con él—. Tenemos todo el tiempo del mundo para hablar.
—No. —contestó fríamente—. No lo tenemos, tengo cosas que hacer.
—Pues hazlas en otro momento, dime y te acompaño a hacerlas. Ahora mismo estás conmigo así que puedes relajarte.
Me dirigí al sofá que le daba la espalda para que supiera que podíamos pasar a la sala de estar pero éste no me siguió.
—Si no tengo nada que hacer entonces me retiro.
—¿Qué? —Me levanté tan pronto como me senté.
—Me voy. —Empezó a caminar de regreso a la puerta.
—Todavía podemos pasar el rato.
Sus palabras me estaban desesperando pero lo que menos quería era que se fuera.
—Vine por trabajo, no para “pasar el rato”.
—Viniste a verme igualmente.
—Me trajiste con engaños.
—¡Pues quizás no te habría engañado si no estuvieras siempre con él!
—¡¿Y a ti qué te importa con quién esté?!
—¡Pues sí me importa! ¡¿Crees que me encanta saber que mientras yo me trato de acercar y que estemos bien tú te vas a pasear con otro hombre y me evites?! —Mi voz empezaba romperse— ¡Ya ni siquiera cumples con tu deber en la campaña!
—¡¿Qué tú tratas de que “estemos bien”?! ¡Por Dios! —Se giró hacia un costado como tratando de evitar reír ante una broma—. Quackity, te casaste —Me lo dijo como informándome—. ¿O es que acaso lo olvidaste?
—Sabes bien que no significa nada.
—¡Oh por dios! ¡¿Es todo lo que tienes para decir?!
—¡Sabes que te amo a ti!
—¡Cállate! —La furia en su rostro fue precedida por lágrimas en sus ojos—. No digas que estás intentando hacer algo porque tú y solo tú elegiste esto.
—Luzu…
—Te dije que te quedaras callado.
Me dio la orden sin mirarme, parecía querer recomponer su compostura mientras se frotaba los ojos con su mano. Era claro que seguía enojado pero no se estaba yendo, y eso era todo lo que quería. Si tengo que estar callado para que se quede a mi lado y me piense solo a mí lo haré toda mi vida.
Necesito que me elija a mi.
Suspiró cuando se calmó y se enderezó.
—Me voy. —Caminó nuevamente.
—¡Hey! No puedes irte. —La desesperación recorrió mi cuerpo y un sentimiento de pánico nublo mi vista—. ¡Por favor!, ¡No puedes dejarme! No te atrevas a hacerlo.
Lo seguí para detenerlo pero él ya había abierto la puerta cuando llegué detrás de él.
—No puedo dejarte si fuiste tú quien me abandonaste. —Su voz fue serena y me dejó un cosquilleo en el cuerpo.
Cerró y me abandonó.

Dolor de un alcalde - (Luckity/Luzuplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora