Cuando nació la mestiza

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Ya había caído la noche, y si no fuera por la situación en la que se encontraban aquellos dos amantes eternos esta sería una noche muy hermosa e inolvidable.

Las estrellas titilaban como ninguna otra noche, la luna en su punto más alto, y el sonido de la tranquilidad interrumpido por las fuertes pisadas, los gritos y los aullidos de sus perseguidores.

Un lobo blanco gigante, fuerte e imponente corria a toda velocidad seguido de un zorro pequeño pero veloz. Sus pelajes brillaban con la luz de la luna reflejada en ellos.

A lo lejos se podían escuchar a sus perseguidores gritando que los atraparan, que no los podían dejar huir de ninguna manera.

Pero ellos ya estaban cansados, y muy mal heridos, no tanto el zorro como el lobo. A simple vista se podía ver el abultado vientre del zorro.

El pequeño zorro trataba de seguirle el paso a su enamorado, correr lo más rápido que podía, pero su vientre y las contracciones que estaba sintiendo lo detenían.

Al otro lado de la frontera, en la manada de Seúl una anciana estaba llorando mientras en su caballo iba lo más rápido que podía hacia la manada de Busan.

Al llegar la anciana a la manada de zorros del sur corrió evitando a los guardias hacia la cabaña del Alfa de la manada para contarle lo que iba a suceder a continuación.

Empezó a golpear la puerta de la cabaña tan fuerte como su cuerpo se lo permitía, en seguida salió un hombre alto y fuerte medio dormido y asustado por los golpes a su puerta.

— ¡Están aquí! ¡Ya llegan! ¡Ya va a nacer la mestiza! –Él pareció reconocer a la anciana que le rogaba que ayudara a quien sea que estuviera a punto de traspasar la frontera de su manada.

— ¡Guardias! ¡A la frontera!

Tanto Alfas como Betas corrieron a coger sus espadas para luego dirigirse a la frontera, estaban en posición de ataque cuando vieron a un zorro y un lobo correr a toda velocidad hacia ellos y escuchar voces gritando que los atraparan.

El Alfa de la manda reconoció al pequeño zorro, y sin poder impedirlo salió de sus filas para correr a envolver en un abrazo al pequeño e indefenso zorrito que solo reflejaba el dolor que estaba pasando a través de leves ruiditos.

El lobo al ver aquello quiso avalanzarse encima de aquel Alfa que se atrevió a ponerle una mano encima a su querida Omega en cinta y a punto de dar a luz a su cachorro.

Y lo iba a hacer si no fuera porque una anciana Omega llegó y le quitó al pequeño zorro de las manos a ese gran Alfa, para ordenarle que no dejara pasar a nadie a la manada.

El lobo salió detrás de la anciana que llevaba en sus brazos a su Omega, la siguió hasta la sala de partos, donde la vieja le dió órdenes de desprender un poco más de su aroma para que su Omega no sufriera tanto.

Más Betas y Omegas entraron a la sala con toallas limpias, agua y materiales por si el parto se complicaba y tenían que hacerle una cesárea a la Omega.

Lo que si no le gustó al lobo fue cuando entró un Alfa vestido de doctor con unos guantes, se puso en posición de ataque hasta que la anciana le dijo que él solo estaba aquí para que su Omega y cachorro estuvieran bien.

— Lo primero que voy a necesitar es que la Omega vuelva a su forma humana.

— ¡No! ¡Esa niña tiene que nacer en su forma lobuna! –En cuanto la anciana dijo eso los ojos se le pusieron de color blanco totalmente, ni sus pupilas se veían.

— Es imposible que el cachorro nazca en su forma lobuna. Nunca se a traído un cachorro al mundo en su estado animal.

— Pues esta cachorra será la primera.

— Xiao Ling, ¿Cómo estás tan segura de que será una cachorra? Hay muchas posibilidades de que sea un varón.

— ¿Eres tú el que ve el futuro, o yo? Concéntrate en que esa cachorra nazca antes de que la luna se esconda debajo de los árboles.

Los Omegas en la habitación miraron a la luna, estaba por encima de los árboles del bosque. Lo que esa anciana decía era una locura, un cachorro nace cuando su madre está lista, no cuando la luna se esconde.

El pequeño zorro comenzó a pujar, mientras el lobo gigante lamía su hocico buscando calmar su dolor y miedo.

La luna seguía en su punto más alto, las estrellas brillaron más, y una ráfaga de aire removió los árboles cuando nació la cachorra.

Los ojos de Xiao Ling se tornaron de negro por completo y una visión pasó por delante de sus ojos.

Nada bueno.

Pensó la Omega anciana, miró a la cachorra y la cogió entre sus brazos, con su extraña magia hizo que la madre volviera a su forma humana, y se acercó al gran lobo blanco para que conociera a su hija.

— La mestiza a nacido.

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