Capítulo 4

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—Adelaide, corre.

Una voz desconocida me despertó de mi pequeña siesta, a mi alrededor había mucho fuego, el incendio en la mansión Blagden estaba devorando todo rincón de esta, demasiado humo y la salida estaba bloqueada, no sabía hacia donde correr.

—La salida está bloqueada—grité fuerte. 

—De que hablas la salida está libre tienes que correr los vampiros no pueden sobrevivir al fuego—esa desconocida voz gritó.

Miré a todos lados, pero no había nada por donde salir, desesperada intenté cruzar por la salida bloqueada, pero la llama de fuego se avivó más, el humo estaba entrando a mis pulmones, me sentía ahogada, comencé a toser repetidas veces.

—No miento, la salida está bloqueada—grité tosiendo más fuerte.

—Si no sales, morirás.

Volteé a ver a todos lados y una esquina de la habitación se encontraba una niña pequeña de cabello negro y ojos azules como el mar, ella estaba llorando mientras abrazaba sus piernas.

—¿Hola? ¿Quién eres?—le pregunté acercándome a ella.

La niña solo se encogió y comenzó a llorar más fuerte.

—Tranquila, no te haré daño, dame tu mano, saldremos de aquí—le dije estirando mi mano hacia ella.

La niña negó con la cabeza.

—Adelaide—alguien habló desesperado acercándose a mi.

¿De dónde provenía la voz?

Un hombre alto cabello negro se acercó corriendo en donde nos encontrábamos, lo reconocí al instante, era mi tío o como yo le decía padre.

—¡Padre!—grité con emoción mientras que una gran sonrisa abandonó mi rostro.

—Adelaide—gritó acercándose a mí.

Me preparé para darle un fuerte abrazo, pero su cuerpo me atravesó ignorándome, corrió a abrazar a la pequeña niña que se encontraba llorando, hundí la cejas, no entendía nada.

Al ver a la niña me di cuenta de que era yo.

¿Eso cuando había pasado?

¿Por qué no lo recordaba?

—Mi pequeña, hay que salir de aquí—dijo mientras tomaba a la niña en brazos.

Él corrió con la niña en brazos a la salida, la cual ya no había nada bloqueándola, los seguí en silencio hasta llegar al patio trasero, al salir Celeste, estaba envuelta en llanto.

—Mi amor—un suspiro de alivio abandono su cuerpo mientras corría a abrazar a mi padre y la niña.

Me quedé viendo en silencio la escena y ese momento crucé mirada con Celeste, ella me observó furiosa y se acercó a mí.

—Tú debes estar muerta—gritó mientras se acercaba con una estaca parecida a la daga de Adrián.

Fruncí el ceño molesta viéndola acercarse y medida que ella se acercaba su rostro iba cambiando poco a poco hasta convertirse en el rostro de Venus, la pelirroja de mis pesadillas, retrocedí un poco confusa.

—Al parecer siempre me toca hacer el trabajo sucio.

Enterró la estaca justamente en mi corazón, no pude moverme, solo la observé un momento en silencio, lágrimas con sangre salieron de mis ojos, mi cuerpo débil cayó al suelo, todo se volvió negro.

El Secreto De Los BlagdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora