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"No hay mayor dolor que recordar los tiempos felices desde la miseria".
-Dante Alighieri.
El primer amor siempre se recuerda, más aún si este fue tan inmenso y apasionado como ningún otro.
Un amor tan intenso, donde todo lo que sientes es asfixiante. Donde no puedes hacer nada más que sentir, donde la razón y el autocontrol no existen.
Un amor de esos que cuando terminan solo te hace sentir vacío y acabado. De esos que te hacen creer que jamás volverás a sentir nada remotamente parecido.
Así fue mi amor por Sherlock Holmes...
El primer hombre del que me enamore perdidamente. Éramos apenas unos niños que no sabíamos nada del mundo, Sherlock apenas iniciaba su carrera como detective cuando lo conocí.
Estoy nerviosa y asustada, mi hermano mayor a desaparecido, y la policía no está habiendo nada para encontrarlo. Madre no deja de llorar y lamentarse por su primogénito. Mi padre sólo parece perdido, no habla mucho, sigue con su trabajo, pero parece que lo hace en automático.
Así que soy yo quien intenta buscarlo. He oído de un detective en la ciudad, es joven, así que nadie confía mucho en el, pero estoy desesperada.
Ha resuelto algunos casos, y al parecer es un genio en ello, así que confío en que el podrá encontrar a mi hermano.
En este momento, estoy parada enfrente de su oficina. Por alguna razón me siento ansiosa, pero decido ignorarlo y entrar.
Lo primero que me recibe es un pequeño vestíbulo, esta muy limpio y el olor es increíble, a pesar de que no logro identificar a qué huele exactamente; todo está organizado de manera meticulosa y eso me reconforta un poco.
Después de examinar el lugar, mi mirada se topa con unos ojos azules, tiene un gesto neutro, y parece estar analizando me. Al momento de examinar su cara, me encuentro con un hombre joven, es muy atractivo, su mandíbula es cuadrada y su cabello es castaño oscuro, está bien peinado, pero aun así puedo ver sus rizos.
Dejo de examinarlo y me centro en lo importante, en lo que a congoja a mi familia desde hace una semana. Aclaro mi garganta y procedo a hablar.
-¿Es usted el detective Sherlock Holmes?
-Si, soy yo, ¿En que puedo ayudarla señorita...?
-T/N Marshall, yo... Mi hermano desapareció hace una semana, y la policía no hace su trabajo.
Sin duda alguna, el hombre más inteligente y educado que alguna vez conocí. Igual de inexperto en el amor que yo.
Durante las siguientes dos semanas mi tiempo pasaba entre ocuparme de la casa, cuidar de mi madre y ayudar a Sherlock en la búsqueda de mi hermano.
