El cazador cobarde

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Tras la batalla en el monte Natagumo, tres cazadores de demonios resultaron gravemente lastimados, Tanjiro Kamado necesitaba una audiencia urgente debido a que fue visto haciendo equipo con una demonio, por lo que, mientras el recibía una audiencia con los cargos más altos de la organización, los otros dos cazadores de refuerzos fueron enviados a la finca Mariposa para ser sanados por sus heridas.

Ambos fueron hospitalizados durante la noche, siendo atendidos en una recamara amplia llena de camas para los heridos, donde diariamente, jóvenes voluntarias harían la labor de enfermeras para atenderlos, durmiendo plácidamente. No fue sino hasta las 12 del día siguiente que uno de los dos cazadores respondió, era un joven rubio quien pestañeaba confuso con sus ojos clavados en el techo, su borrosa vista poco a poco se fue aclarando hasta caer en cuenta de lo obvio:

"¡ESTOY VIVO!" Pensó el muchacho.

Su emoción pronto se convirtió en preocupación por sus compañeros de misión, volteando a su alrededor para tratar de encontrar al resto de sus amigos, sintiendo su sangre helarse al ver... ¡UN JABALÍ GIGANTE!!! 

Aunque le tomó unos segundos antes de darse cuenta que era solo el tonto jabalí gigante de siempre, suspiró de alivio y se limpió el sudor de la frente, solo para darse cuenta de que con toda la longitud de su brazo, apenas podía tocarse la frente con la mano, sus ojos se hicieron pequeños y sus cuerdas vocales demostraron ser lo único intacto luego de la batalla.

- ¡GYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!! ¡MI CUERPOOOOOOOOO!!! -No sólo su brazo, el resto de sus extremidades y su torso se habían encogido al punto de parecer el cuerpo de un niño, Zenitsu estaba preso del pánico y la desesperación hasta que el sonido de la puerta abriéndose detuvo su llanto.

CLACK.

- ¡Para ya con ese escándalo! -Gritó una autoritaria mujer desde la entrada, caminando hacia él con una bandeja en la mano que llevaba diferentes utensilios, entre ellos, un vaso de barro con una mezcla caliente dentro, la cual pone frente a los ojos del rubio- Anda, bebe.

El chico vio el remedio con desconfianza, y cuando intentó olfatear el vapor proveniente del vaso respondió haciendo una mueca de asco y apartando la vista.

- ¡No quiero! ¡Esa cosa huele horrible!

Esta reacción solo hizo enfadar más a la joven, quien lo tomó del cuello de la bata para hacer que el cazador la mirase a los ojos. Atemorizado le costó tomar el valor suficiente como para mantenerle la mirada, pero cuando lo hizo, pudo al fin darse cuenta del aspecto de la chica, una joven de su edad, con ojos azules como el cielo y sosteniendo su cabello negro en dos coletas con listones que aparentaban las alas de una mariposa con ese mismo color azul, sin duda la belleza de esa chica consiguió llamar la atención del joven Agatsuma, lo mantuvo tan distraído que no vio cuando la chica tomó el vaso y se lo volcó todo en la boca hasta hacerlo pasar todo por su garganta, sin oportunidad a que el chico pudiera defenderse de algún modo.

- ¡Ya está! ¿Viste que no era para tanto? -Comentaba la joven dejando el vaso sobre la bandeja y sacudiéndose las manos con una expresión recia.

- ¡Cof cof! ¡¿Qué demonios te pasa?! Puaj... Que asqueroso... -Con sus pequeñas manos, el chico rascaba su propia lengua intentando sacarse ese sabor, para luego mirar con rencor hacia la muchacha.

Al verla un poco más lejos pudo notar ciertos detalles en su vestimenta, detrás de ese atuendo blanco similar al de una enfermera, podía ver el haori propio de los cazadores de demonios, ¿sería que algunos cazadores no combaten sino que se dedican a atender a los heridos? A Zenitsu esa idea le pareció genial durante unos segundos antes de pensar que probablemente se desmayaría al ver la primera gota de sangre, por lo que acabó desparramándose sobre la cama una vez más con ese desagradable malestar en el cuerpo.

Diamante en brutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora