Cαpı́tulo 31

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Vegetta estaba aturdido y arrepentido cuando salió tres días más tarde. Fue escoltado de nuevo al bloque por Rubius que sonreía con satisfacción y cuando vio a Alexby en la oficina de los guardias, preguntó si podría hablar con él.

Alexby se acercó, permaneciendo de pie silenciosamente ante él, con una expresión seria.

— Me gustaría pedirte perdón por golpearte. —Dijo Vegetta, mientras sus ojos se fijaban en la contusión en la mandíbula del guardia. — Tenías razón con todo lo que dijiste, la verdad duele. —Sonrió torpemente.

Alexby asintió con la cabeza bruscamente.

— Disculpas aceptadas. —Dio la vuelta y se alejó.

(...)

No vinieron más cartas de Quackity.

Este cese repentino alarmó a Vegetta aunque le hubiera dicho a Alexby que no quería más cartas de su amante. Nunca había esperado que Quackity se rindiera, aunque no le hubiera contestado en más de un año. ¿Por qué se había rendido de repente ahora? Aquellas cartas, tanto como se negaba a quererlas, eran la única cosa que tenía, la única cosa a la cual se aferraba y ahora no venían. Estaba completamente devastado. Finalmente, después de cuatro años en los que había conocido a Quackity, habían terminado.

(...)

Su segunda audiencia de libertad condicional vino y se la rechazaron una vez más. Esperó a ver si esto traería una carta de Quackity, al menos sabría que el chico todavía vigilaba su progreso, pero no había nada. Esto era realmente todo.

(...)

Vegetta había cumplido siete años de su condena.

La noche antes de su tercera audiencia, permanecía tendido en su litera. No estaba seguro que más podría pasar esta vez.

Podría seguir con el mismo rol como lo había hecho veces atrás y el tribunal de libertad condicional haría lo mismo con él. Se sentó allí otra vez con el mismo traje, esta vez con su pelo recortado tan sumamente corto que hacía que sus expresivos ojos morados parecieran enormes. Sentía que él y el tribunal de libertad condicional eran viejos amigos. La mujer de la esquina de la mesa le saludó y le preguntó:

— ¿De Luque, por qué cree que le deberíamos liberar esta vez?

Él la miró un momento y luego habló.

— Hace cinco años conocí a otro presidiario llamado Quackity. Quackity y yo teníamos alguna clase de... relación y me dijo que me amaba. Nos separamos mucho tiempo antes de que fuera liberado, pero incluso con eso, no dejaba de visitarme y escribirme. Hablaba sobre el futuro y como sería cuando estuviéramos juntos. No podía soportar oír eso. Le dije que dejara de visitarme y dejé de escribirle. Quackity perseveró y luego después de mi primera audiencia de libertad condicional, dejó de escribirme. No sé dónde está o si está muerto o vivo, cada minuto de cada día lamento el modo que terminamos. Pero no lamento el delito por el que estoy aquí. Ese hombre violó a una mujer en un callejón en pleno día y la dejó desangrarse en el suelo. No pensé en llegar tan lejos, pero realmente pensé hacerle daño del mismo modo en el que él había hecho daño a ella. Esa mujer nunca será la misma otra vez. Su vida está arruinada.

» Nunca habría encontrado a Quackity si no hubiera estado aquí, por lo que no puedo lamentar lo sucedido. Puedo decir, sin embargo, que desearía que me dejaran en libertad para no perder el juicio preguntándome lo que le ha pasado a Quackity y si todavía me ama. Ha pasado mucho tiempo como para poder compensarle, pero por Dios, si pudiera intentarlo, lo haría. —Vegetta paró de hablar y bajó la cabeza mientras las lágrimas goteaban silenciosamente por su nariz.

Uno de los hombres se aclaró la garganta.

— Esto es muy loable, señor De Luque, pero apenas demuestra remordimiento por su delito.

— He demostrado remordimiento por mi delito dos veces antes y no he conseguido nada, señor. —Contestó. — Por lo tanto, demuestro remordimiento por el otro delito que he cometido y albergo la esperanza de que me dé la posibilidad de compensar a mi víctima.

Hubo un silencio y el segundo hombre habló.

— Puede marcharse ahora, señor De Luque.

Vegetta fue escoltado de nuevo a su celda. Las audiencias eran cada vez más y más cortas, reflexionó. Un día, el consejo ya no le tendría que llamar. Sellarían simplemente su archivo como rechazado cuando llegara el día y se ahorrarían al intermediario.

Soñó con Quackity esa noche. Su amante estaba en su regazo y Vegetta estaba dentro de él, con su cara presionada contra la curva sedosa, húmeda de su cuello y el menor gemía su amor repetidas veces y juraba que lo esperaría siempre.

A veces, ya no podía recordar cada detalle del rostro de Quackity.

No podía recordar la curva exacta de sus cejas o la forma de su nariz. No podía imaginar la sombra exacta de aquellos ojos heterocromáticos o solo como eran los deliciosos labios rosados. Pero creía que recordaba cómo era su cuerpo, cómo era su piel suave en la superficie, la fuerza musculosa por debajo y cómo se arqueaba y se retorcía de placer cuando él lo tocaba, de forma fluida y sensual. También podía recordar la cara de Quackity aquella nochebuena cuando le había dicho que habían terminado.

Había roto la vida de otra persona en pedazos. Del mismo modo con el que le habían condenado por su delito anterior, no merecía ser libre, sino al contrario.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora