Cuando Hinata y Gaara se detuvieron frente a la mansión Hyûga, los dos iban en completo silencio, al parecer, su conversación no les había dejado en buenos términos, por lo que decidieron no hablar.
—Ya llegamos —dijo de pronto el pelirrojo. Hinata le miró, pero no respondió, sólo bajó la mirada, al mismo tiempo que se quitaba el cinturón de seguridad. Gaara notó lo incómoda que se encontraba -y que era por su culpa- así que trató de arreglar las cosas—. Oye, Hinata... lo siento, me pasé hace rato.
—No pasa nada, fui yo la que dijo cosas que no debía —aseguró ella, pero su amigo negó con la cabeza.
—No, tú tienes razón, yo no puedo huir eternamente de mi pasado —Gaara desvió su vista, posándola sobre el manubrio, al tiempo que lo presionaba fuerte con ambas manos, molesto consigo mismo—. Soy consciente de que lo que hago con las mujeres está mal... pero... no soy capaz de confiar en alguien otra vez, no puedo hacerlo.
Hinata nuevamente guardó silencio, la verdad era que ella no era la mejor persona para oír los problemas de los demás, tomando en cuenta la cantidad de cosas que a ella misma le agobiaban. Pensaba en todo el daño que le estaba haciendo la persona que amaba y se sentía miserable, porque sabía que, a fin de cuentas, era ella misma quien lo había provocado. Si tan sólo hubiera tenido el valor suficiente para enfrentarse a su padre después de que él la encontró, si sólo hubiera sido capaz de correr a los brazos de Naruto, de explicarle todo, de decirle que esperaba un hijo de él.
—Fui realmente una cobarde —pensó. Salió del auto de Gaara y al levantar su vista, se fijó en que afuera de su casa le esperaba su otro mejor amigo; Kiba, el cual estaba apoyado contra la pared de concreto, junto a la reja—. Kiba-kun...
—Hola, Hinata —saludó el castaño, inclinándose un poco para fijar sus ojos en el conductor del automóvil—. Hey, buenas noches, Gaara.
—Buenas —el pelirrojo hizo un gesto de mano como saludo y luego miró a Hinata—. Nos vemos otro día, Hinata, adiós, Kiba —se despidió, cerrando la puerta del auto para luego marcharse. Aún estaba confundido por toda esa conversación que acababa de tener con la ojiperla, pero aún más, por eso tan extraño que comenzaba a sentir hacia cierta castaña.
—¿Qué haces aquí, Kiba-kun? —preguntó Hinata, dándole un abrazo como bienvenida. Comenzaba a hacer un poco de frío, pero prefería hablar afuera con él, en donde nadie les molestaría—. Te noto un poco extraño.
—He tenido muchos problemas, la verdad... quería hablar con tu hermana, pero me dijeron que estaba dormida, por eso decidí esperarte —confesó el chico de rasgos salvajes, llevándose las manos a los bolsillos y mirando a su costado con tristeza—. He terminado con Ino, o más bien... ella terminó conmigo.
—¿Cómo? —inquirió la Hyûga incrédula, la verdad, nunca imaginó que esa relación fuese a terminar, siempre los veía demasiado bien juntos—. Es una lástima, Kiba-kun.
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Entró llorando hecha un mar de lágrimas a su habitación. No podía creer que se lo había dicho al fin, que finalmente le había confesado a Sasuke que lo amaba, que siempre lo había amado. Se sentía tan estúpida, era una verdadera idiota, pero al menos se había liberado de aquel secreto que la agobiaba día a día, ahora tenía muy claro que ya no quería saber nada de él nunca más, no lo quería ver jamás, ya estaba cansada de ser un soldado herido en mitad del campo de batalla.
—¿Sakura? —escuchó la voz de Ino, pero no le prestó atención, sólo podía seguir llorando, escondiendo el rostro con esa almohada. La rubia abrió la puerta del cuarto y la encontró recostada boca abajo—. Sakura... —pronunció en tono de tristeza—. No llores, ¿qué te pasó?
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El Error de Amarte
Hayran KurguCuando Naruto era pequeño, el asesinato de su padre a manos de un Hyûga, marcó su vida para siempre. Años después, se enamoró perdidamente de una chica que le dio un vuelco a todos sus planes, pues ella era la hija del asesino de su padre. Cuando po...