Johnny tenía los días, las horas y los minutos contados. Llevaba trece días, trescientas doce horas y dieciocho mil setecientos veinte minutos sin poder transformarse. Lo sabía porque había estado holgazaneando lo suficiente como para llevar la cuenta exacta. Si se lo preguntan, no es tan malo, pues dormir todo el día sobre los muebles del departamento es lo más cómodo del mundo, pero su lado humano, ese que ya empezaba a rasguñar por salir, estaba volviéndose cada vez más loco por reaparecer de una vez por todas.
Y su queridísimo amo, Kim Dongyoung, no cooperaba para nada. El tipo había estado presente las veinticuatro horas del día desde hacía dos semanas, y a Johnny no podía causarle más que curiosidad, porque su dueño era alguien muy laborioso, que se levantaba temprano cada mañana (¡Hasta los fines de semana!), desayunaba y sobre ello se ponía a trabajar en su emprendimiento online, luego, pasadas las diez am, se iba a su trabajo de tiempo parcial para regresar cerca de las nueve de la noche, con una cara larga y las manos preparadas para mimar a su peludo minino, a quien arropaba junto a él antes de ir a dormir.
Johnny amaba esa rutina porque, cuando su amo no se encontraba en casa, podía convertirse en un humano bastante parecido a Doyoung, de no ser por las orejas puntiagudas y la cola larga que lo acompañaban. Cerraba las cortinas de las ventanas y se paseaba desnudo por la sala, comía el queso rayado del refrigerador y se rascaba las piernas con los tenedores de la cocina. Sin duda tenía una vida de lujo cuando su amo no estaba, aunque eso no quita que, después de muchas horas sin él, no quisiera sus suaves caricias sobre su abundante pelaje anaranjado.
Pero en un momento ya no deseó ningún toque más. No quería ver a su dueño ni en pintura. El hombre lo llevaba con él a cada parte del hogar como si Johnny no hubiera pasado por el más mínimo rincón de ese departamento. No lo dejaba escapar, ¡Ni siquiera lo dejaba ir al baño en paz! Doyoung se le había prendido como una garrapata a su sensible piel. Y Johnny, como todo gato refinado, detesta las garrapatas.
Así que un día, cuando su dueño quiso peinarle los bigotes mientras él intentaba dormir, le soltó un zarpazo en el rostro, que hizo al humano voltear adolorido. Johnny recuerda claramente como los ojos filosos del ser que más amaba en el planeta se llenaban de agua, de una que fue deslizándose por sus mejillas en lo que él no soportaba la culpa y se volvía a recostar.
Desde ese día Doyoung no lo molestó más. Pero Johnny era un gato, y aunque adoraba estar solo, tener su tiempo y hacerse el complicado, también le gustaba recibir esas pequeñas palabras de afirmación, algún halago, un efímero toque que le diera a entender que era la más grande adoración de su amo. Y digamos que no estaba recibiendo ni una de esas cosas últimamente.
Johnny haría algo al respecto. Estaba decidido.
El domingo por la tarde, mientras Doyoung miraba algún programa aburrido en la televisión, Johnny se trepó al respaldo del sofá, y le barrió el rostro al humano con su cola peluda. Kim, muy diferente a enfadarse o quitarlo de allí, lo observó serio unos segundos, hasta que regresó la vista a su documental acerca de animales salvajes.
Johnny echó la cabecita para atrás, algo preocupado y ofendido, pensando en las mil y un maneras en las que su dueño podría abandonarlo. Aquel acto suyo era una clara seña de que buscaba ser mimado, era rutinario entre ambos que él hiciera eso y Doyoung lo envolviese entre sus brazos. Pero ahora no obtuvo nada, ni una sonrisa, ni una mirada de amor, mucho menos una caricia.
El gato, completamente indignado, estuvo a punto de saltar de un sillón hacia el otro, listo para dormir una larga siesta e ignorar al humano, pero en cambio, fue detenido por la mano helada de Doyoung, que se posicionó sobre su pata.
— Oye, Johnny— le llamó dulcemente, como dándose cuenta de su error. Aunque claro que Doyoung no sabía que el gato entendía sus intenciones—. Perdón por ser tan pegote contigo, de verdad. Debe ser difícil asimilar que nunca estoy y de la nada me tienes todos los días, ¿O no?
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Muy peludo | JohnDo
FanfictionCuando su dueño no se va de casa, y no tiene su merecido rato para estirar los músculos, Johnny siente que ya es hora de revelar su gran secreto.