Grito

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Lo primero que vio apenas abrió sus ojos fue una inmensa oscuridad. Seguido de ello sintió unas extrañas nauseas crecer en su estómago y un dolor punzante en su cabeza. Hizo un gesto de dolor, con lo que al final se vio obligado a sentarse sobre la cama, donde apretó ligeramente el puente de su nariz a la vez que cerraba con fuerza sus ojos. Hizo unos pocos gestos con los labios, estaba sediento. Suspiró con algo de fuerza, y trató de enfocar su vista al rededor.

Todo estaba oscuro. Trató de levantarse, pero de inmediato un nuevo dolor llamó su atención. Bajó la vista hasta su pecho, su brazo estaba envuelto completamente en una tela blanca que colgaba de su cuello ayudado de un trapo blanco y largo. Trató de mover los dedos de esta mano, y por tercera vez en aquellos 5 minutos, sintió dolor, aunque claro, era un dolor menor comparado con el que sentía en la cabeza.

Volvió a suspirar, esta vez de forma más intensa, concentrarse en el dolor no le traería nada bueno, así que decidió concentrar su atención en el escenario que tenía al rededor. Era una habitación. Debido a como estaba arreglada y la forma de los pilares al rededor pudo identificar rápidamente que era una habitación de la casona de Teodora. Bajó la mirada a sus piernas y encontró una sabana cubriéndolo. Cerró un poco sus ojos, su espalda no dolía, contrario al resto de su cuerpo que agonizaba lentamente. Esto era bastante grave si consideraba que la parte de su cuerpo que más agonizaba desde que comenzó su aventura era precisamente su espalda. Sin embargo, ahora ese puesto podía ser disputado entre su cabeza y su brazo.

Entonces, sintió un dolor agobiante en su pecho, no era físico, pero repentinamente había un vacío intenso que no se disipaba. El recuerdo de su abuela sacudió su memoria, y de nuevo sintió sus ojos inundarse de agua. Se levantó a toda prisa, dispuesto a darle sentido a todo lo que había visto en sueños. No era cierto, que pesadilla tan asquerosa había tenido, seguramente su extraña situación actual se debía a que había tenido un aterrizaje violento, y no a que su hermano lo hubiese usado como costal de entrenamiento.

Bajó de un golpe y corrió a la puerta tan rápido como pudo. Apenas la tocó la abrió de par en par de un solo golpe, de lo que se arrepintió segundos más tarde. Lo primero que vio afuera fue a Alex sentado en uno de los sillones de la habitación aledaña, con ambos codos apoyados sobre sus piernas, con los dedos cruzados y el mentón apoyado en el dorso de sus manos entrelazadas. Marcela estaba en el otro extremo de la habitación, observando fijamente la pared, parecía más dormida que despierta. Frente a ella, Kika yacía dormida junto a su hermano, quien, junto con Alex, levantaron la vista instintivamente al escuchar el ruido de la puerta. Los ojos de Beto se aliviaron un poco al verlo, pero su mirada seguía reflejando tristeza profunda. Alex por su parte, frunció el ceño.

- Leo ¿Te sientes...

No pudo terminar, Leo cerró la puerta con todas sus fuerzas y puso el seguro. No quería hablar con nadie, quería salir corriendo de allí para ir a ver a su abuela y a su hermano, no quería dar explicaciones y tampoco quería escucharlas. Observó a su alrededor y se encontró con una ventana que abrió de par en par, para su sorpresa y alivio, era de noche aún, se relajó un poco al pensar que había estado dormido menos tiempo del que pensó. Tocaron la puerta repetidas veces, lo cual puso nervioso al castaño.

- Leo, está bien, tal vez necesites hablar...

El joven negó ligeramente con la cabeza, Beto a veces actuaba como un niño. Volvió a enfocar su atención en el exterior. Aquella noche parecía haber tenido un poco de suerte, porque esa habitación estaba en el primer piso, y daba justo a la calle.

Con sumo cuidado de no lastimar más su brazo salió por la ventana sin demasiados esfuerzos. Los golpes en la puerta siguieron, al igual que las preguntas. Aquello lo hizo detenerse a reflexionar un poco, pensó un segundo en volver a entrar y pedirle ayuda a sus amigos, pero ya había tomado una decisión, así que una vez estuvo afuera, salió corriendo en dirección a la panadería. Claro si podía decirse correr a arrastrarse rápido, que era exactamente lo que hacía, tomando en cuenta que estaba sumamente débil por su estilo de vida de los últimos meses.

Hilo de Sangre. Primera Lección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora