Capítulo 28: Nuestra primera cita ✅

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Un calor excesivo la hizo removerse incómoda, obligándola a retirar las sábanas que la arropaban para poder dormir algo más. Esperó un poco, pero el calor seguía y fue entonces que notó que una mano estaba rodeando su cintura se deslizaba hasta su rostro para retirar varios mechones de cabello. Abrió los ojos, parpadeando varias veces hasta darse cuenta de quién estaba a su lado y recordar todo lo sucedido la noche anterior.

—¡Alonso! ¿Qué demonios haces aquí? —chilló, apartándolo de un empujón para incorporarse en la cama, viendo su expresión confundida.

—Tú me pediste que me quedara, Regina. ¿Qué pasa?

—¡Te aprovechaste! —le reclamó, empujándolo para alejarlo de ella—. Usaste mi miedo a las tormentas para acercarte porque sabes cuánto las odio. No puedo creerlo de ti, Alonso.

—Pero ¿de qué estás hablando? —La miró aún más confundido—. Tú me pediste que me quedara, me pediste que te abrazara y acordamos empezar de cero, tesoro. No puedes decirme que no lo recuerdas ahora.

—Claro que lo recuerdo —replicó, cruzándose de brazos—, pero pensé que eras un caballero. Nunca imaginé que te meterías en mi cama sin siquiera tener una primera cita. ¡Yo no me voy a la cama con el primero que pasa!

Continuó mirándola confundido unos segundos más hasta que comprendió sus palabras y vio que sonreía y aguantaba la risa mientras meneaba la cabeza. 

—¿Qué? ¿Te parece gracioso?

—Es que todavía no me acostumbro a estas locuras tuyas. Por más años que pasen, nunca vas a dejar de sorprenderme.

—¿No dijiste que empecemos de cero? —lo cuestionó y él asintió sin desaparecer su sonrisa—Pues meterse en mi cama no es empezar de cero, señor Dávila, así que levántese de ahí.

Lo apuró y con un par de empujones lo sacó de la cama, teniendo que hacer acopio de todo su autocontrol cuando vio que apenas y vestía con unos bóxer.

—¡Y vístete! —exigió—No empiezas nada bien ¿sabes?

Lo escuchó reír mientras se ponía la ropa y ella logró mantenerse en su lugar, aunque no completamente cuerda. Las hormonas y tanto tiempo separados le jugaban en contra, pero no pensaba dejárselo tan fácil. Él se lo había propuesto, había sido su idea, y a ella le encantaba. Ese nuevo comienzo iba a ser una oportunidad para los dos. Para conocerse otra vez, para enamorarse... Sería la oportunidad que no tuvieron por las circunstancias en las que se dio su relación y pensaba aprovecharla al máximo, hasta el último detalle y el último minuto para reconfirmar y hacer crecer todo el amor que los unía.

—¿Piensas echarme de la casa también? —preguntó.

—No, eso no. Creo que no sería justo, pero no puedes dormir en mi cama.

—Eres mi esposa.

—Por un tiempo no —lo corrigió, poniéndose en pie—. Recuerda que tienes que enamorarme, Alonso, por lo que ni siquiera soy tu novia todavía.

—¿Ni siquiera mi novia? —se quejó.

—Dijiste de cero ¿no? —Él suspiró, asintiendo sin tener más opción—Pues de cero entonces —Su estómago gruñó y se acarició el vientre, esbozando una sonrisa al mirar a su marido—. Tus hijas tienen hambre ¿sabes?

—Pero ni siquiera hemos tenido una primera cita y no dormimos juntos ni nada por el estilo para usar el hacerte el desayuno como excusa y quedarme un poco más contigo.

—No juegues conmigo, Alonso —lo advirtió, apuntándolo con el dedo índice cuando se acercó a él—. Tus hijas no entran en esto. Eres su padre, el culpable de que estén acá —Señaló su vientre—, así que es tu deber alimentarlas ¿o piensas desentenderte? Porque eso no habla nada bien de ti.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora