Cuando el principio del año llega,
siento una corriente de euforia por mis venas.
Una sensación inovadora e inolvidable.
Dudo si este año seré destacable.
Observo desde mi pupitre a los más dedicados,
y me pregunto cuanto ellos se han esforzado.
Siempre es lo mismo cada año
esfuerzo, sudor, insomnio, ansiedad e inquietud.
Siento que nunca he llegado a la altitud.
Las semanas pasan
y mi motivación se larga.
Deporte, música, ciencias y literatura.
¿Soy suficiente, capaz y madura?
Escucho a mi mente y las voces de mis padres,
una parte de mi me implora que pare.
¿Cómo lo haría si aspiro al éxito?
¿Si al fin y al cabo mi único deber es el colegio?