1

495 91 7
                                    

—¿Qué pasa Toka? ¿Aún no encuentras el momento ideal para confesarle lo que sientes a Suga-Chan?— comentó de forma burlona Mattsun mientras se colocaba el uniforme para el partido de ese día.

Eran las finales en quiddicht y al parecer el mundo estaba emocionado por ver la aplastante victoria que tendrían los Gryffindor como cada maldito año desde que habían entrado. Sin embargo, ese día pintaba a ser diferente, Oikawa se sentía inspirado y sabía que la suerte lo estaba acompañando en forma de ese amuleto que llevaba sobre el cuello y que cierto peligris le había regalado algunos días atrás.

—Cállate, Mattsun — espetó el castaño mientras tomaba el amuleto entre sus manos y fruncia el entrecejo con molestia tratando que el sonrojo sobre sus mejillas cediera un poco.

¿Quién lo diría? El capitán del equipo de quiddicht y miembro perteneciente a la casa Slytherin estaba colado por un lindo chico de su misma casa.

Arg... Sugawara Koushi, si supiera lo desastroso que se había vuelto todo después de haber compartido unas cuantas clases de posiones juntos y otras sesiones de estudio en la biblioteca seguramente lo hubiera rechazado sin dudar desde el momento en que toda interacción cambió. Pero es que...

Todo era tan complicado.

¿Cómo había pasado? No tenía ni idea, solo recuerda que de un día para otro anhelaba la compañía del peligris y se encontró muchas veces admirandolo de lejos mientras él estaba distraído y las pruebas se volvieron inevitables cuando lo vio sonreír y el calor en sus mejillas lo invadió en forma de un fuerte sonrojo que no pudo disipar con rapidez.

Su corazón estaba hecho un rehilete cada que lo miraba y la sensación era tan abrumadora como sumamente preciosa.

No podía negar que los mejores momentos dentro de la Academia los había pasado con él; las risas entre los pasillos o las horas de estudio en las que ninguno de los dos se iba por más tarde que fuera o sus pequeñas excursiones hacia el bosque prohibido sólo para asustarse y regresar corriendo entre carcajadas por la adrenalina del momento.

Apretó más fuerte el amuleto sobre su cuello y se sintió tan patético. Sus sentimientos era claros, pero era incapaz de expresarlos correctamente.

Su nerviosismo parecía entorpecer las cosas más de una vez y es que a pesar de que medio mundo dijera que era correspondido él se negaba por temor, no daba el primer paso y se acobardaba por el miedo a escuchar una respuesta que lo terminará decepcionando.

Y sí, muchas veces se planteó la idea de enterrar esos sentimientos y seguir su vida como si nada hubiera pasado, sin embargo, cada que veía esos ojos avellana junto con esa bonita luna llena adornando la constelación de su faz se volvía a enamorar perdidamente.

Estaba realmente jodido.

—Ya déjenlo en paz— llegó Iwaizumi a poner el orden cuando se percató que su mejor amigo realmente estaba atrapado en lo racional y lo sentimental —Mierdakawa es incapaz de hacer algo así. Llegará a los 70 y yo tendré que soportar sus lloriqueos de arrepentimiento

—¿Gracias? Tú siempre tan elocuente como siempre— contestó con cierto sarcasmo, hecho que molesto a Hajime y que se vio reflejado en ese cejo fruncido.

¿Acaso no era evidente? Tooru era un idiota, pero no pensaba tolerar el hecho de que se siguiera menospreciando por sus inseguridades a tal grado de resignarse a un final para nada favorecedor.

Ese no era el Oikawa Tooru que había conocido.

Tenía que reaccionar y para su desgracia sólo había una forma para hacerlo entrar en razón.

AlwaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora