Capítulo 3: Dibujo

76 9 2
                                    

El verdadero desarrollo no es dejar las cosas atrás, como en un camino, sino sacar la vida de ellas, como en una raíz

Gilbert K Chesterton


Sentada en la sala de un puesto de salud, Kushina marcó un número en el teléfono público y esperó. Contó sufridamente los pitidos de la llamada, tamborileando sus dedos con impaciencia. No obstante, tal como los seis intentos anteriores, a los pitidos le siguió el buzón de voz y luego la estática.

Suspiró, sintiéndose resignada a que sus padres no atenderían la llamada ese día tampoco. Podía contar semanas desde la última vez que se hablaron, una sucesión de días en los que ella había insistido una y otra vez, pero ellos sencillamente se negaban a responder. Kushina conocía la dinámica, cuando sus padres quisieran hablar con ella, ellos mismos la buscarían, de nada valía que ella llamara todo el día, todos los días. Pero ese día en especial, después de los últimos acontecimientos, estaba necesitada de afecto, de compañía y de consejos. Y a falta de amigos cercanos con los que pudiera sincerarse, siempre recurría a sus ausentes padres.

Sacudió la cabeza, mirando la pared inmaculada del hospital. Por más que intentaba concentrarse en los recientes hechos acaecidos en su vida, no encontraba lógica alguna que explicara racionalmente esa cadena de sucesos dignos de una barata película de ficción. O al menos no existía una explicación que lograra calmar su nerviosa sensación de que algo no cuadraba del todo.

—El árbol cayó sobre las cuerdas de electricidad. Cuando la energía se restauró causó un corto circuito en el edificio —le había explicado el policía—. Al parecer el edificio presenta fallos en su infraestructura, es una lástima. Esta es una tragedia que se pudo evitar.

Según la versión oficial, el recepcionista había muerto por una descarga eléctrica producto de un accidente lamentable. Además de ello, según le explicaron, el recepcionista había caído sobre vidrio y se había desangrado en el vestíbulo delante de todos.

—Pero y el niño...

—Ya lo has dicho tú, llegó su familia, lo recogieron y se lo llevaron. Al menos esa familia se encuentra completa de nuevo.

Por más que Kushina intentó convencerse de la veracidad de esa versión, por más que intentó encajar sus recuerdos en el argumento de los oficiales, su cerebro se negaba fehacientemente a aceptarlo. Se sentía preocupada. Recordaba la urgencia con la que el niño le pedía que no lo entregara a esas personas, como se había negado a irse con ellos y sentía urgencia, como si tuviera que estar buscándolo, ayudándolo, en vez de estar sentada en esa camilla.

Quiso sugerir que buscaran a la familia, que constataran que realmente era quienes decían ser, pero las autoridades lo desestimaron. Muchas personas no habían llegado a sus casas por la tormenta del día anterior, le dijeron, era normal y esperable que luego de ella se reencontraran.

—Kushina Uzumaki.

Kushina se incorporó, mirando al médico que acababa de llegar.

—Esta es su orden de salida, esta es su historia clínica y la receta médica. Debe tomar este analgésico cada 8 horas e inyectarse el antiinflamatorio cada 24 horas —le entregó una serie de documentos que ella colocó sobre sus piernas—. No olvide por favor, en ocho días debe acudir para retirar los puntos. Le daré incapacidad por cinco días, para que descanse. Fue un golpe fuerte.

***

Dos horas después, luego de atravesar la ciudad en taxi, Kushina se encontraba de nuevo en su apartamento. La entrada estaba acordonada y algunos inquilinos habían abandonado el edificio, pero el ambiente en aquel lugar siempre era quieto y silencioso, de manera que no se apreciaba gran diferencia.

En otro mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora