Capítulo único

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+ 18 CONTENIDO EXPLÍCITAMENTE SEXUAL

  Los señores Mendoza estaban dormitando en su amplia cama matrimonial en posición cucharita. Ambos estaban completamente desnudos después de haber hecho el amor en la ducha. Armando se encontraba muy pegado al menudo cuerpo de su esposa, abrazándola desde atrás, con la barbilla apoyada en su hombro derecho. Mendoza fue el primero en despertarse; abrió los ojos y al sentir la tibieza del cuerpo de Betty, sonrió con ternura.
La suave y delicada piel de la mujer desprendía el exquisito aroma de un jabón francés, llenando las fosas nasales del marido. Armando empezó a besar su largo cuello, al mismo tiempo acariciando su espalda con las yemas de sus dedos, mordió suavemente el lóbulo de su oreja y le susurró al oído:

- Hola de nuevo, mi doctora. - Haciendo que su Betty se estremeciera, causando en ella el efecto de piel de gallina.

- Mmm. - Murmuró ella, estirando los brazos y las piernas. - Hola, mi doctor. - Respondió con voz pastosa, girándose en el lecho para quedar cara a cara con su esposo. Le dedicó una sonrisa encantadora, mostrando sus perfectos y blancos dientes para luego acariciarle la mejilla con una mano, Armando la tomó en la suya y plantó un suave beso en la parte interna de esta. La tiró hacia él y empezó a rozar su nariz con la naricilla de Betty, desviando la mirada hacia sus carnosos labios y luego se los besó.

- ¿Sabes? Me gustaría darte un regalo... - Dijo misteriosamente con su típica sonrisilla traviesa. Ella solo pudo rodar los ojos de manera divertida.

Desde que se habían reconciliado, Armando no paraba de hacerle presentes tanto de mayor como de menor envergadura como flores, joyas, perfumes, libros, los últimos eran el tipo de regalos que más ilusión le hacían a Betty ya que era gran amante de la lectura y también le demostraba que su amado la escuchaba, le prestaba atención en su empeño por conocerla mejor, por conocer y entender sus gustos.
Pero ella era una mujer sencilla, no estaba acostumbrada a tanta atención genuina de parte de un hombre que no fuera su padre y mucho menos a recibir regalos caros con frecuencia. Armando, por su parte, creía que Beatriz merecía que la pretendiesen y la conquistasen como a una reina, sentía que de algún modo tenía que borrar el sabor amargo del plan macabro de conquista que había urdido con Calderón y recompensarle a su mujer por cada palabra cursi y dulce que no había salido de su puño y letra, sino de los de su ex amigo, por cada baratija comprada con el fin de embaucar a su precioso ángel que, a su juicio, lo único que se merecía era el cielo. Nada le parecía excesivo cuando se trataba de ella; incluso sabiendo que Betty deseaba una ceremonia de lo más simple, en lo cual coincidían ambos, aun así había decidido hacer todo lo posible por agasajarla con un detalle de valor sentimental; así nació la idea de pedir al maestro Manzanero y a Olga Tañón que cantasen en la boda específicamente para la novia. De este modo Armando le demostraba que lo que habían vivido en esos antros de mala muerte sí era importante y que en realidad no se le había escapado ningún detalle.

- Ya te lo he dicho, Armando, pero vuelvo a repetirlo; tú y tu amor son los mejores regalos que he recibido en la vida, no necesito ma... - antes de que pudiera continuar, Mendoza asaltó su boca en un intento de un beso apasionado; cuando los labios de ambos se encontraron, sacó su lengua para presionar con ella el espacio entre los labios carnosos de su esposa y colarse dentro de su deliciosa boquita para probar y acariciar cada rincón a su alcance.

- No es lo que estás pensando. - Respondió después de haber finalizado el beso, apoyando su frente contra la de Betty. - Simplemente quiero rendirle culto a tu precioso cuerpo, recorrer CADA milímetro de tu piel con mi lengua, darte placer...  - Los ojos almendrados de ella brillaban, reflejando la excitación que empezaba a crecer en su interior de nuevo. - Necesito que confíes en mí, que te tumbes en la cama y simplemente disfrutes. Voy a hacerte sentir un placer que no habías experimentado antes. - Murmulló contra el lóbulo de su oreja, colando su mano izquierda debajo de la colcha con el fin de acariciar el clítoris de ella. La flamante señora de Mendoza solo pudo estremecerse ante tal acción, se sentía hipnotizada por los susurros sensuales que salían de la boca de su señor. Colocó su cabeza en la almohada, recostándose en su espalda, permitiendo que Armando moviera la cobija que la estaba cubriendo, dejándola de lado para tener mejor acceso a su cuerpo desnudo. Por un momento observó cómo el pecho de Beatriz subía y bajaba cada vez más rápido,
y cómo su piel empezaba a sonrojarse.
Mendoza volvió a acercarse y plantó un dulce beso en su boca, para después empezar a recorrer su barbilla y la línea de su mandíbula con sus labios. Betty dio un pequeño salto cuando sintió la tibieza y la humedad de la lengua masculina contra su piel. Armando bajó hasta su largo cuello que le encantaba, esparciendo los besos eróticos y mojados a lo largo y a lo ancho, sintiendo el pulso de su amada a través de las arterias pulsantes. Después llenó de las mismas caricias sus clavículas, el espacio entre los pechos, dejando el rastro de saliva por donde pasaba.

El amor francés...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora