Dicen que al menos una vez en la vida una persona debe visitar el famoso Empire State. El marcador en el panel lateral del ascensor iba en ascenso, sus números, gigantescos y rojos, llegaron hasta el piso número ochenta y la puerta se deslizó para que Ricardo y sus amigos pudiesen pasar.
Luego de tener que esquivar a decenas de personas que se arremolinaban y amuchaban entre ellos para ascender y descender al ascensor, Ricardo y su inseparable grupo fueron recibidos por una enorme y amplia sala: el museo de la historia de la construcción del Empire State.
Como toda atracción turística de gran nivel, la cantidad de gente deambulando de aquí hacia allá era notoria; algunos se tomaban fotografías, otros más se encontraban leyendo las pancartas informativas y degustando con sus miradas toda la riqueza arquitectónica del edificio en sus interiores. Pero para Ricardo había solo un objetivo en su mente. La historia, las fotografías y los videos informativos estaban bien, pero él quería explorar más allá: el mirador y las inigualables vistas de una ciudad, que, sin ser nombrada, cualquiera que eche un vistazo panorámico a sus edificios puede reconocer al instante.
Ricardo habló con sus compañeros y los convenció de abandonar el piso ochenta y continuar su ascenso. Nadie se rehusó a su petición y los cuatro amigos terminaron de recorrer la totalidad del museo y abordaron el siguiente ascensor.
El número en la pantalla marcó el ciento dos, las puertas volvieron a deslizarse. Al salir al mirador, un paisaje urbano sin igual los recibió. El cielo era un manto negro salpicado de estrellas con una luna que brillaba en todo su esplendor sobre sus cabezas. Dos ojos no alcanzaban para recibir toda la belleza que la ciudad nocturna de Manhattan podía ofrecer.
Allá a dónde Ricardo llevase sus ojos, una ciudad de una amplitud avasallante se erguía en un radio de trescientos sesenta grados. Él fue el primero de su grupo en abrirse paso entre la muchedumbre y reclamar un lugar próximo al cristal del mirador. Pegó su frente en él. Estaba frío, pero eso era lo de menos. Si había un rótulo que definiera parcialmente la vida de Ricardo, ese sería, sin dudarlo: un alma libre. Sus ansias de descubrimiento por el bello mundo circundante y una sed insaciable de curiosidad eran uno de sus puntos más destacables.
Sus ojos recibían el impacto de las luces de cada edificio, cada departamento, cada farol y estructura de Manhattan a esas alturas. Un fugaz pensamiento se le vino a la cabeza ante aquella escena, si entrecerraba un poco sus párpados, era cómo si el cielo se hubiese caído y estuviese a sus pies. Se imaginó levitando y flotando bajo un mar de estrellas. Ah, la imaginación... otro de sus puntos destacables. Ricardo sonrió y le pidió una foto a uno de sus colegas.
Apuntó a la ciudad con su dedo y miró a la cámara: su rostro resplandecía como lo hacían las estrellas esa noche, empapado en una inmensa felicidad. Su compañero enfocó la cámara, apuntó hacia Ricardo para buscar el mejor ángulo, y entonces, la oscuridad envolvió todo por completo.
Fue repentino y fugaz, las luces se apagaron en todo el edificio y el murmullo de la gente se intensificó en un sonoro: «¡Ohhhh!». Uno de sus colegas comenzó a protestar, pero Ricardo decidió que esta sería una oportunidad perfecta para apreciar con más claridad la ciudad. Pero lo que vio cuando se volteó hacia el cristal lo dejó atónito.
Había algo muy extraño. El río Hudson se encontraba justo en frente de Ricardo, era, de entre toda la galaxia de luces de la ciudad, la única zona oscura. Pero eso no era así esta noche, ya que sus aguas reflejaban una luz intensa y amarillezca.
Los ojos de Ricardo saltaron del río hacia el cielo y ahí fue cuando lo vio todo: la luz en el cielo... ¿Era una estrella fugaz?
A veces sucede que un ser humano percibe cosas durante apenas un instante. Una diminuta fracción de segundo, que se escapa a tan vertiginosa velocidad, que no somos capaces de procesar lo ocurrido con detenimiento.
Eso fue lo que le sucedió a Ricardo esa noche. Un haz de luz, emanando una luminiscencia dorada, surcó el cielo de norte a sur, a una velocidad descomunal, dejando una huella de partículas a su paso que se difuminaban al instante siguiente.
Solo fue un segundo, tan solo eso, pero Ricardo quedó completamente anonadado. Jamás había visto algo así en su vida. Conocía las estrellas fugaces, por lo general de un matiz azul o blanco, y manifestándose como un pequeño hilo en el cielo. Pero esto parecía distinto: más grande, mucho más brillante e incandescente.
Se volteó con prisa, justo en el mismo momento, la luz del edificio volvió a funcionar correctamente.
—¿Alguien ha visto eso? —preguntó Ricardo.
—¿Qué cosa? —dijo uno de sus amigos—. ¿La luz? Si, ya volvió.
—No, no la luz. El cometa. La estrella fugaz en el cielo. ¿Nadie más la vio?
—¿Viste una estrella fugaz? —preguntó otro de sus amigos.
—Sí, sí... por allá. Era enorme, amarilla y muy brillante.
Uno de sus amigos frunció el ceño.
—¿Por ahí? ¿En el río Hudson? Imposible —subrayó con certeza—. Estuve viendo hacia allá todo el tiempo y no vi nada.
—¿Qué? ¿No lo viste? ¡En el cielo! Quizás estabas mirando hacia la ciudad...
—Si era tan grande de seguro, lo hubiese visto. ¿No? —Su amigo le palmeó la espalda y echó una breve risa—. ¡Vamos, Ricardo! Sé que venir aquí era tu sueño, pero no alucines.
Todos sus compañeros mantuvieron la conversación entre burlas y risas. Ricardo no dijo más nada sobre el asunto. Continuó su recorrido por el edificio hasta que todo el tour finalizó. Su cuerpo volvió al firmamento de la calle, buscando junto a sus amigos algún lugar para comer y beber algo, pero su mente, por otro lado, se quedó atrapada en aquel piso, ciento dos, en aquel mirador, rememorando esa misteriosa, increíble y hermosa... estrella fugaz.
Él no lo sabía, pero esa estrella, ese haz de luz recorriendo millares de kilómetros de distancia, un día, le cambiaría la vida para siempre.
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DESTELLO DE ALMAS : UN ALMA LIBRE LIBRO 1
EspiritualFantasía contemporánea - Aventura - Comedia - Romance LGTB - Emotiva - Épica - Original Una noche de trabajo como cualquier otra, mientras transitaba en la ruta junto a su mejor amigo, Ricardo vive una experiencia mística que le cambiará la vida cóm...