Exactamente, las once menos veinte. Estaba frente a la puerta trasera del castillo, que supuestamente daba a la sala de música. Había quedado allí con Myri y los nervios estaban empezando a fluir en mi interior abundantemente. Oí cómo se abría la puerta y me giré. Myri estaba allí, con una sonrisa abatida y corrió hacia mí para después abrazarme fuertemente. Sus ojos estaban ligeramente húmedos, y por un momento me sentí bien después de mucho tiempo. Era una clara y viva imagen de que le importaba, y ella a mí igual.
Es reconfortante saber que le importas a una persona.
Teníamos muchas cosas en común y ella me hablaba de sus experiencias que tuvo con mi edad todo el tiempo. Ella era una persona de total confianza. Xiomara también lo era, y a ambas las había echado de menos.
Y me di cuenta de ello cuando mis labios comenzaron a temblar mientras sonreía realmente. Le correspondí el abrazo y me sentí cómoda entre sus brazos. Su cabello suelto rozó mi cuello y me reí pese a ello.
─ Te he echado muchísimo de menos ─ Myri admitió, levantando la mirada, y cuando vio a Derek, se le abrieron los ojos ─. ¿¡Derek?! ¿¡Eres tú?!
─ Por ahora, creo que sí ─ este rió y se acercó hacia nosotras.
─ ¡No me lo puedo creer! ¡Estás enorme! Me acuerdo que te ayudaba a salir del castillo cuando seguías a tu padre. Deberías ir a verle. A lo mejor tienes una oportunidad para vivir aquí.
─ Mi vida pertenece a la gente normal y no de sangre azul. Aunque vendré a ver a Hazel de vez en cuando.
─ ¡Oye! ─ Mofé ─. ¿Cómo que de vez en cuando?
─ Era broma. A menudo. ─ Corrigió y miró el reloj de su muñeca ─. Mierda, son menos cinco. Me voy ya, mañana te veo, Hazel. Suerte para entrar allí.
Dicho eso se fue y quedé sola con Myri.
─ ¿Dónde está?
─ Yo te acompañaré. Ahora mismo está tocando la batería, como siempre. Me he encargado y asegurado de que está en su cueva. Vamos.
─ ¿Cueva? ─ Pregunté, extrañada.
─ Sí, su sala de música. Es que yo la llamo cueva porque cuando se mete allí, no sale en tres o cuatro horas.
─ Tengo miedo de cómo reaccione. ─ Estaba realmente nerviosa. Creo que jamás había estado tan nerviosa.
─ No te haces una idea de lo mal que ha estado sin ti ─ ella me tocó el hombro ─. Tiene unas ganas inmensas de verte, porque él te quiere.
─ Me da miedo... No lo sé..., es extraño.
─ Te entiendo, Hazel ─ trató de empatizar conmigo ─. Entiendo cómo te sientes, pero creéme, todo saldrá bien. Te lo prometo.
─ Está bien. ¿Hacia dónde tengo que ir?
Unas mariposas revolotearon por mi estómago felices, nerviosas y a la vez arrepentidas.
─ Sigue todo recto ─ se acercó a mi oído un poco y me dijo la clave ─. Suerte.
Seguido de eso, me dio un apretón amistoso en el hombro, me tranquilizó con una sonrisa y se marchó. Miré al frente y en efecto, había una puerta blanca con un teclado pequeño para poner la clave. Fui hacia ella, con pasos inseguros y cuando llegué, por un momento pensé que Aaron reaccionaría mal, pero retiré ese pensamiento de mi mente inmediatamente. Alcé mi mano temblorosa hasta el pequeño teclado con números y puse la clave. Esta se abrió al instante, y quedé frente a un escalón de apenas veinte centímetros de ancho y seis de largo. Otra puerta gris se plasmó ante mí y recordé las palabras de Derek. Un nudo se formó en mi garganta y por un momento, pensé en echarme atrás, pero no podía hacerlo. No a esas alturas.
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¿Promesa? [✔️ COMPLETADA] ©
Novela JuvenilCanadá, un bonito país, una buena realeza y un futuro rey de veinte años condenadamente guapo. Aaron debe buscar una esposa para convertirla en reina con él, allí es donde conoce a Hazel. Una campesina de apenas diecinueve años que es obligada por s...