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CAPÍTULO 32. YA NO SÉ SI CREO EN LAS CASUALIDADES

No cené mucho, por no decir nada. Cada vez que miraba mi hamburguesa se me revolvía el estomago. No habíamos comido pocas galletas. Crucé una mirada con Pol y al confirmar que se encontraba en el mismo estado, reímos por lo bajo.
Eran las once y la tormenta parecía aminorar, solo un poco.
Observé a Valentina guiada por mi preocupación y la encontré con los ojos cerrados —probablemente recitando mentalmente las oraciones que le había refrescado— y apoyada en el hombro de su chico.
Daniel le propuso algo de contar unos chistes subida en la mesa, y ella, a pesar de que sus ojos brillaron unos instantes, negó y alegó que no tenía energía.
Pasé el rato sentada en una esquina con los crucigramas y deseando que esos mismos cascos que adornaban mi cuello se dedicaran también a reproducir Shivers de Ed Sheran. Escalofríos tenía yo, pensando en lo que venía.
¿En qué momento había aceptado contarle todo a Pol? ¿Y confesarle que iba a hacerlo? ¿Estaba loca de verdad?
—¡Eh, tíos! ¡Que ha dejado de llover! —Nos quedamos todos mirando a quién juraría que era Gunter, el chico que se lió con Maca—. ¡Moveos! ¡No seáis estúpidos que volverá a llover!
Como si sus palabras hubieran sido el pistoletazo de salida, los casi veinte campistas salimos al exterior y entré gritos de alegría comprobé que efectivamente no llovía. Dudé que se alegraran tanto por poder celebrar la sesión de poesía, debía ser por el sentimiento de familia que se había despertado entre nosotros.
«El mismo sentimiento que te ha tirado al precipicio llamado Pol Luna».
—Vale, a trabajar —dijo Valentina—. Pol, luces; Dani, farolillos; Alejo, hojas; Emma, túnica...
Mi amiga se puso a mandar tareas. Solo quedaban diez minutos para la hora de las brujas.
Me escabullí para no tener que trabajar y fui a dejar las cosas que llevaba en la cabaña.
Escuché unos pasos detrás de mí y me giré con una sonrisa. Cuando vi de quien se trataba  mis comisuras descendieron y me sentí estúpida por haber pretendido sonreírle a Pol.
—Alejo... — dije con fingida alegría— ¿Pasa algo?
—¿Tiene que pasar algo para que te hable?
Mis mejillas se sonrojaron y agradecí el resguardo de la noche.
Corriendo se puso a mi lado pero no lo suficiente como para empezar a ponerme nerviosa, hace unos meses sí lo habría sido, pero la terapia hacia su función y yo comenzaba a poder controlar esos pensamientos de invasión.
—Te he visto yendo con el Luna. —me dijo y lo miré de reojo.
—En realidad vino él, yo estaba muy tranquila en la lavandería.
—¿Llegaste a vomitar?
—¡Alejo!—lo reprendí— No —admití—. Me puse nerviosa, eso es todo.
—¿Pero estás bien?
—Perfectamente.
Andamos un rato en silencio y cuando estuvimos en frente de mi cabaña paró en seco y yo con él.
—¿Te vas a dejar llevar? —me preguntó haciendo referencia a nuestra conversación en la barca.
Solté una carcajada amarga.
—No me va a quedar otra opción.
—Sabes que tiene novia, ¿no?
Volví a sentir el calor en mis mejillas.
—No te preocupes, no llegaré a tanto. —¿No?—. Aunque él parece no saberlo, a veces me da la impresión de que Emma le da igual.
—No te hagas ilusiones, Emma le importa muchísimo, no sabes cuanto —Pues que algo se me rompió por dentro de mí—. Pero Pol es así, para él no pasa nada, siempre es todo muy inocente, fácil y posible. Yo creo que tiene un colador para las cosa malas, no las deja pasar, no las ve.
—¿Piensas que es malo que se lleve conmigo?
Sentí que apoyaría sus manos en mis hombros y me abracé a mi misma para mostrarle que no estaba receptiva.
—Sinceramente, amiga, temo que su ceguera lo haga llegar muy lejos, demasiado, y que sea tarde para remediarlo cuando le explote todo en la cara.
—¿Yo tendré que ver con la explosión? —me atreví a pronunciar.
—¿No has visto como te mira?
Y se marchó. Alejo se marchó dejándome sin respiración.
Yo no quería provocar ninguna explosión y menos una que me entrometiera entre Pol y Emma, hacían buena pareja.
«Todo acaba», me dijo mi subconsciente.
«¡No!», le grité yo.
Yo no quería ser una entrometida. Sería amiga de Pol, igual que lo era de Alejo. «Él es gay» dijo mi subconsciente en mi contra.
Le permitiría ayudarme, o intentarlo. Se lo contaría todo, era inevitable, y me iría bien, Vera decía que contárselo a las personas era bueno.
Pasaría tiempo con él porque era inevitable, éramos pocos y parecía ser el centro del universo.
Pero no me metería en medio de una pareja, nunca. No era mi estilo.
*
Valentina se lo había currado, mucho. Y todos, claro. Era increíble lo que habían montado en diez minutos. Estábamos todos alrededor de la hoguera, con los monitores incluidos. Él fuego estaba encendido y se escuchaba su crepitar por detrás de las voces. Los troncos estaban decorados con hojas y flores entre sus recovecos. Varios farolillos formaban un circulo alrededor y yacían cubiertos con papeles de colores para manualidades, y gracias a ello desprendían una luz azulada. Los postes con bombillas lucían encendidos y completaban el conjunto perfecto.
Sinceramente, hasta a mí me daban ganas de recitar algo. Y como me conocía y sabía que era propensa a hacer estupideces si el clima me lo decía, pues me senté cerca de Alejo, el medio sensato. Unas treinta personas aproximadamente se congregaron en el círculo, bien fuera en los troncos que hacían las veces de bancos, apoyados en los postes o en el suelo. Yo aposté por la última pues me daba movimiento y manga ancha para colocarme a mi antojo y a la vez me alejaba del chico que contagiaba más que la peste española. Pol se encontraba con el costado apoyado en un poste y temí ponerme allí por si le incitaba a conversación, eso sí, estaba despampanante con las luces azules tiñendo su cabello y acentuando sus rasgos de una forma tenebrosa. Me sonrió mientras lo observaba y aparté la mirada, ups.
—Bienvenidos al aquelarre de TeDI —empezó a hablar Valentina, quien llevaba puesta una especie de túnica morada extrañamente favorecedora—. Como propulsora de esta iniciativa, me he autoproclamado bruja superior, y por tanto líder del evento. Para romper el hielo hemos decidido en el consejo, que yo empezaré con uno de mis poemas. Inédito. —añadió levantando las cejas. Dios, se palpaba lo feliz que le ponía todo el tinglado.
Durante nuestras charlas nocturnas ya me había contado que fue a un club de poesía en Barcelona donde conoció a Pol y Emma y se aventuró en un mundo que la seducía y atrapaba a partes iguales. Verla disfrutar en persona era mil veces mejor que escuchar sus relatos.
«Oye, ¿no os da la impresión de que Pol está metido en todo? Es que cualquier día dice que tiene ocho hermanos idénticos hasta en nombre y personalidad, y me lo creo, es más, hasta solucionaría muchas de mis dudas».
Valen sacó un papel de un bolsillo con ribetes en los bordes y carraspeó.
—Vale, sin más dilación da comienzo la primera reunión del aquelarre de TeDI, a la hora veinticinco.
Dicho aquello las bombillas que colgaban de los cables se apagaron y se acentuó la intensidad de los focos azules.
Vamos a irnos,
vamos a irnos de la cabeza
porque para quedarnos,
ya tenemos las veinticuatro horas del día.

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