trozos

junto a ti

El metro volvió a evitar la parada de Matta, según las autoridades era la mejor medida para prevenir más secuestros y asesinatos.

Estos delitos eran comunes en el último tiempo: se perdía el rastro de una persona luego de un día normal, y a las semanas se encontraban partes de su cuerpo en los alrededores de Santiago, cerca de los rincones más concurridos.

Debí bajar la pantalla de mi computadora cuando noté el interés de un señor sobre lo que tecleaba en el aparato. Aproveché de mirar a mi alrededor, muchas personas provenientes de distintas zonas de la ciudad en un mismo lugar, en el mismo transporte, a altas horas de la noche, todos con un objetivo en común: llegar sanos y salvos a sus hogares para realizar lo mismo día a día, esperando volver a tener la tranquilidad que tenían antes de los restos humanos repartidos por la ciudad.

Se nota el temor en sus miradas, en cómo cada uno desconfía del otro. Algunos demuestran desinterés e indiferencia... quizás es una forma de imponerse frente a los sucesos.

Camino a mi departamento y el pensamiento de quién será la siguiente víctima invade mi cabeza. Todas mis investigaciones arrojan que posiblemente será un niño de tez clara y cabello castaño.

En mi corta carrera como periodista he visto y vivido muchos hitos que influencian a la sociedad actual, desde natalicios y fallecimientos de figuras mundiales, hasta casos inhumanos, los que muchas veces nos ayudan a cuestionarnos qué estamos haciendo como sociedad.

Dejo mis llaves sobre la isla de la cocina, saco una fuente con comida desde la nevera, lleno un vaso de agua y me encamino a mi oficina. Me detengo frente a la puerta y no puedo disimular la ansiedad y angustia que tengo. Dentro del despacho de la prensa local debo hacer como si nada de estos casos me impactara, dejar mi humanidad de lado y que solo la investigación invada mis pensamientos. Finalmente abro la puerta de la oficina y saco las nuevas pruebas de mi morral.

Pasan las horas y veo cómo la noche se oscurece cada vez más por la ventana mientras como de la fuente y me pierdo en mi cabeza con las piezas de un rompecabezas sin construir.

Un ruido me distrae, el tintineo de unas llaves y los pasos sigilosos de alguien por el pasillo. Amanda entra a mi oficina y me saluda tan feliz como siempre.

-Ten, te traje un café y un sándwich de carne. - Dejó un sobre con las cosas sobre mi escritorio y se retiró del lugar.

Amanda es mi compañera de piso, ambos coincidimos en arrendar las habitaciones de un departamento en el centro de Santiago, cercano a la facultad de artes y periodismo. Estos pisos son normalmente alquilados por jóvenes universitarios cada año.

Ella es una reconocida artista dentro de La Chile por los asombrosos retratos que hace de distintas personas que ve durante su día, estudia artes visuales y va en el tercer año, nunca ha sido una molestia compartir con ella ni con sus constantes trabajos, es más, a veces me ayuda en ciertas investigaciones.

Pasadas las horas me sorprendo despertando en la silla de mi escritorio con algunas pistas por el piso y los primeros rayos de sol reflejándose por el ventanal, no era primera vez que esta investigación me quitaba el sueño.

Tomé mis cosas y me dirigí camino al canal, siempre tomo el mismo camino que el "peluquero" -apodo en honor a los cadáveres sin cuero cabelludo que rodean la ciudad- esperando encontrar algún otro patrón en la forma de atacar.

Pasan los días y cada sospecha que tengo sobre las posibles victimas se cumple, el extraño patron de color de ojos a tono con el cabello,y la fijación por el cabello rubio por sobre cualquier otro tono. Las partes desmembradas se empezaron a encontrar con mayor recurrencia en lugares mucho más poblados: el más impactante fueron los restos de cuero cabelludo negro repartidos en los vagones de la linea 6. Además de pasar de dos secuestros semanales a cinco fácilmente.