Dos días habían transcurrido desde el incidente del toro y Ricardo había vuelto a sus actividades diarias con normalidad. Era una noche como cualquier otra en el escritorio de Ricardo; por lo general, a él le encantaba permanecer las últimas horas del día sumido en su diario, escribiendo todo aquello que saliera de su mente. A veces lo hacía en forma de pequeños relatos, otras veces eran anotaciones sobre pensamientos, y en ocasiones, también experiencias que había vivido y que, a veces, no tenían explicación alguna.
En una de sus anotaciones, había escrito sobre lo que había presenciado en aquella salida al Empire State, cuando había visto ese hermoso e igualmente misterioso meteorito amarillo iluminar la ciudad en un fulgor amarillo.
Se trataba de una de las cosas «raras» que había vivido y que nadie más que él sabía que había pasado. Ya que días después, nadie en toda la ciudad había mencionado en redes sociales o en algún portal de noticias sobre aquel incidente meteorológico.
Sin embargo, eso no era el único evento extraordinario que había presenciado con sus ojos, puesto que no hace mucho, también tuvo una sensación similar cuando se quedó varado en la carretera con su amigo Luis Fernando, o Luisfer, para los amigos.
En aquel momento, parecía que todo lo que había vivenciado, incluso estando aquella cajera de la estación de servicio presente, podría llamarse una locura o un delirio, pero él no pensaba lo mismo. Para Ricardo todo tenía una razón de ser, y quizás, si lo escribía todo en su cuaderno, algún día podría encontrarle un significado real.
De momento, la escritura lo convocaba a una comunión con sus pensamientos, con su espíritu y con su alma. Cuando escribía, lograba conectarse con lo más profundo de su ser y alcanzaba un estado de plenitud agradable.
Entre las anotaciones de su cuaderno, había escrito alrededor de las hojas alguno de los nombres que había escuchado cuando tuvo aquella extraña visión luego de que sus dedos tocaron aquella flecha blanca. «Vehuiah, Yeliel, Elemiah, Lelahel, Achaiah, Cahetel». Esos nombres se repetían constantemente en su mente. La noche anterior los había buscado en Google y había descubierto que su significado era algo increíble: cada nombre era un ángel distinto. ¿Pero cómo sabía él cómo se llamaban esos ángeles sin jamás haber investigado algo al respecto? Era una de aquellas miles de preguntas que su mente no encontraba respuesta.
Lo único que podía hacer ahora era anotarlo todo, pensar en aquello que había experimentado y esperar algún día llegar a comprenderlo. Entonces, en ese segundo, Ricardo escuchó una serie de cuatro golpeteos que sonaron desde el otro lado de la puerta de la habitación. Sin verla, él ya sabía de quién se trataba.
—Pasa, cariño —dijo él.
La puerta se deslizó hacia un lado y su esposa Kara ingresó a la habitación. La mujer compartía la misma edad que Ricardo; llevaba una camiseta blanca y un pantalón short que parecía haber manchado con salsa. Su piel era morena, de hermosos ojos grisáceos y cristalinos y unos labios carnosos que sonrieron al ver a su marido.
—¿Cómo estás? —preguntó ella—. ¿Vendrás a comer? Ya está la cena preparada.
—Eso depende. ¿Qué comeremos? Espero que sea un toro, porque tengo mucha hambre —dijo él, reclinándose en respaldo de su silla.
—Yo pensaba que a esta altura estarías muy cansado de lidiar con toros.
—Si, solo estoy bromeando —contestó Ricardo, alzándose de la silla y dirigiéndose hacia la salida—. La salsa de tu espagueti se puede oler desde aquí. ¿Le pusiste crema?
—Sabes que no me gusta ponerle crema —dijo ella—. Y a Ben tampoco.
Ricardo suspiró y encogió los hombros, despreocupado. Ya sabía la respuesta desde antes de haber preguntado.
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DESTELLO DE ALMAS : UN ALMA LIBRE LIBRO 1
SpiritualFantasía contemporánea - Aventura - Comedia - Romance LGTB - Emotiva - Épica - Original Una noche de trabajo como cualquier otra, mientras transitaba en la ruta junto a su mejor amigo, Ricardo vive una experiencia mística que le cambiará la vida cóm...